Este Tercer Domingo de Adviento es llamado Domingo Gaudete o de la Alegría… aquí te explicamos por qué…
Agencias
El Tercer Domingo de Adviento recibe por nombre Gaudete, una palabra latina que está inspirada en la Carta que San Pablo envió a los Filipenses: “Estad siempre alegres en el Señor, os lo repito, estad alegres, el Señor está cerca (Fip. 4, 4-5).”
Como sabemos, el Adviento es un período litúrgico que abarca cuatro domingos en preparación a la Navidad, y que es un tiempo de reflexión, penitencia y desprendimiento para llegar libre de pecado a la conmemoración del nacimiento de Jesús en la Navidad.
Durante las Misas de este tercer domingo de Adviento, la ornamenta sacerdotal es de color rosa, a diferencia de los demás domingos que es el morado, y es que en esta celebración se hace un descanso trayendo consigo un claro mensaje: la penitencia no está peleada con la alegría, incluso son complementarias. Así pues, el color rosado es una mezcla del blanco propio de la Navidad, y del morado, que caracteriza al Adviento.
Color Rosa
El color rosa en los ornamentos litúrgicos, es propio de los domingos de «Gaudete» y «Laetare» (cuarto domingo de Cuaresma), que servían para recordar a los ayunadores y penitentes sobre la cercanía de la Navidad y la Pascua, y por tanto el cese de la penitencia.
El nombre de «Gaudete» viene de las palabras iniciales de la antigua antífona de entrada latina con la que se inicia ese día la Santa Misa. Significa «alégrate». De ahí el empleo del color rosa, que es símbolo de alegría, aunque sea de una alegría efímera, propia sólo de ciertas ocasiones.
El nombre “Laetare” también viene de la antífona de entrada y significa “festejad” y expresa que ya queda poco para llegar al feliz tiempo de la Resurrección.
Se ha dicho que el origen de este color radica en que el IV Domingo de Cuaresma día el papa ungía con un bálsamo una rosa de oro y la bendecía, enviándola después a algún monarca de la cristiandad.
Rosa de Oro
La Rosa de Oro es una condecoración otorgada por el papa desde León IX en 1049. El papa se la envía a católicas prominentes, usualmente las reinas católicas. Con el tiempo también se le empezó a enviar a las advocaciones de la Santísima Virgen, que es la Reina del Cielo.
Como su nombre indica, consiste en un rosal de oro con flores, botones y hojas, colocado en un vaso de plata renacentista, en un estuche de oropel con el escudo papal.
El Papa la bendice el IV Domingo de Cuaresma, el Domingo Laetare, en que se usan ornamentos rosas. La unge con el Santo Crisma y la inciensa, de modo que es un sacramental.
Una vez que la bendice con crisma lo envía a la advocación mariana o a la reina correspondiente, aunque en la actualidad ya no se ha hecho a ninguna monarca, sino solo a la Reina del Cielo.
San Juan Pablo II entregó ocho rosas en distintos santuarios marianos, Benedicto XVI entregó diez y Papa Francisco solamente ha entregado una, a Nuestra Señora de Guadalupe en 2013, por lo que es una advocación mariana con dos rosas de oro.
Tercera vela
El Domingo Gaudete también es en este día que se enciende la tercera vela de la Corona de Adviento, que es de color rosa, en alusión a la vestimenta sacerdotal y al color propio de este tiempo litúrgico.
Otros aspectos para saber
del Domingo de la Alegría
- Desde hace décadas , el Domingo Gaudete, el Papa se reúne con miles de niños, jóvenes y familias para el rezo del Ángelus y la bendición del “niño Dios” en la Plaza de San Pedro. Todo esto ocurre al terminar la Santa Misa en la Basílica de San Pedro
- El Centro de Oratorios Romanos reúne a estos niños y jóvenes con el Papa, en un camino de celebración y oración. Entre villancicos y momentos de animación, esperarán las palabras del Papa Francisco antes de rezar la oración del Ángelus.
- El Centro Oratorios Romanos es una asociación de laicos fundada después de la Segunda Guerra Mundial por el Siervo de Dios Arnaldo Canepa. Desde hace más de 70 años promueve la pastoral oratoriana de la Diócesis de Roma.
- Con la bendición del “niño Dios” recordamos nuestro bautismo y que todos estamos llamados a la presencia de Dios para ser testimonio vivo de Él.
El Papa Francisco y la alegría
El Papa Francisco constantemente nos está hablando sobre la alaegría de ser cristiano, la alegría del evangelio…En uno de los domingos Gaudete, explicó cómo en la liturgia resuena en repetidas ocasiones la invitación a la alegría, a alegrarse, porque el Señor está cerca. ¡La Navidad está cerca!
Esto dijo:
El mensaje cristiano se llama «evangelio», es decir «buena noticia», un anuncio de alegría para todo el pueblo; ¡la Iglesia no es un refugio para personas tristes, la Iglesia es la casa de la alegría! Y aquellos que están tristes, encuentran en ella la alegría. Encuentran en ella la verdadera alegría.
Pero la del Evangelio no es una alegría cualquiera. Encuentra su razón en el saberse acogidos y amados por Dios. Como nos recuerda hoy, el profeta Isaías (cf. 35,1-6ª. 8a.10), Dios es el que viene a salvarnos y presta socorro especialmente a los descorazonados. Su venida entre nosotros nos fortalece, nos da firmeza, nos dona coraje, hace exultar y florecer el desierto y la estepa, es decir, nuestra vida cuando se vuelve árida. ¿Y cuándo se hace árida nuestra vida? Cuando está sin el agua de la Palabra de Dios y de su Espíritu de amor. Por grandes que puedan ser nuestros límites y nuestra confusión y desaliento, no se nos permite ser débiles y vacilantes ante las dificultades y ante nuestras propias debilidades.
Fieles y alegres
La alegría cristiana, como la esperanza, tiene su fundamento en la fidelidad de Dios, en la certeza de que Él mantiene siempre sus promesas. El profeta Isaías exhorta a aquellos que han perdido el camino y se encuentran en la desesperación, a confiar en la fidelidad del Señor porque su salvación no tardará en irrumpir en sus vidas. Cuantos han encontrado a Jesús, a lo largo del camino, experimentan en el corazón una serenidad y una alegría, de la que nada ni nadie puede privarlos.
¡Nuestra alegría es Cristo, su amor fiel e inagotable! Por lo tanto, cuando un cristiano se vuelve triste, quiere decir que se ha alejado de Jesús. ¡Pero entonces no hay que dejarlo solo! Tenemos que rezar por él y hacerle sentir la calidez de la comunidad.