Nos estamos preparando para iniciar el Jubileo de la Misericordia convocado por el Papa Francisco…el jubileo comienza el 8 de diciembre, por ello la diócesis presenta el material con el cual las comunidades pueden reflexionar antes del inicio. Aquí la segunda parte…
En el Nuevo Testamento en el Evangelio de San Lucas encontramos una cita que muy bien resume la misión de Jesucristo: Lc 4,18-19 (de hecho, es una cita tomada de Is 61,1-2).
“El Espíritu del Señor está sobre mi porque me ha ungido para evangelizar a los pobres, me ha enviado para proclamar a los cautivos libertad y a los ciegos la recuperación de la vista, para enviar a los oprimidos en libertad, y para proclamar un año de gracia del Señor”.
Con toda verdad podemos decir que el Espíritu del Señor está sobre Jesús, justamente porque ha sido ungido y enviado para cumplir una misión. En el evangelio se nos insiste que Jesús es un hombre que se deja conducir por el Espíritu (Lc 4,1.14).
Pero notemos cómo el Espíritu Santo y la unción que ha recibido Jesús están en función de una misión muy específica, el envío. Esta misión se expresa en cuatro frases: “evangelizar”, “proclamar”, “enviar”, “proclamar”. En el fondo, cada una de las frases es una acción.
La primera frase habla de “evangelizar a los pobres”, la segunda nos proclama dos acciones: proclamar la libertad a los cautivos y la recuperación de la vista a los ciegos; la tercera frase es en sí misma una acción: dar libertad a los que están oprimidos, notemos cómo por segunda vez aparece la palabra libertad. El término que el Evangelio utiliza a propósito de los “oprimidos” es un término muy rico que puede significar: aquellos que están quebrados, destrozados, quebrantados, oprimidos.
Año de gracia
Finalmente encontramos en la cuarta frase una referencia explícita al año del jubileo, ya que Jesús viene a “proclamar un año de gracia del Señor”. Como un detalle significativo podemos anotar que a diferencia del texto de Isaías que agrega “día de venganza de nuestro Dios”, en el evangelio, Jesús omite esta frase.
Podemos pues ver que Jesús es el mensajero, ungido y enviado por Dios. Es el portador del Espíritu que anuncia la llegada del Reino en la reconstrucción de la vida de su pueblo. Jesús siguiendo la tradición del Jubileo, identifica el Reino de Dios con la vida de su pueblo. Los grupos nacionalistas pensaban que el Reino de Dios consistía en una restauración política y social del Reino de David; restauración de la monarquía en contra del Imperio romano. Los sacerdotes lo identificaban con la restauración del Templo de Jerusalén. Los fariseos lo identificaban con la santidad del Pueblo que se obtenía por el pleno cumplimiento de la ley. Jesús rechaza todo esto e identifica el Reino de Dios con la vida del pueblo (“El Reino ya está presente en medio de ustedes”).
Jesús, en la tradición del año sabático y jubilar, proclama al inicio de su misión un año de gracia, un jubileo extraordinario. EL mismo es el “jubileo” del Padre dado a la humanidad, en el cual tenemos motivos para alegrarnos y encontrar caminos de plenitud.
Reflexión con la Bula Papal
El núcleo del Evangelio y de nuestra fe
En la Bula Misericordiae Vultus el Papa Francisco nos dice:
“En el Evangelio de Lucas encontramos otro aspecto importante para vivir con fe el Jubileo. El evangelista narra que Jesús, un sábado, volvió a Nazaret y, como era costumbre, entró en la Sinagoga. Lo llamaron para que leyera la Escritura y la comentara. El paso era el del profeta Isaías donde está escrito: «El Espíritu del Señor sobre mí, porque me ha ungido para anunciar a los pobres la Buena Nueva, me ha enviado a proclamar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, para dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor» (61,12).
«Un año de gracia”: es esto lo que el Señor anuncia y lo que deseamos vivir. Este Año Santo lleva consigo la riqueza de la misión de Jesús que resuena en las palabras del Profeta: llevar una palabra y un gesto de consolación a los pobres, anunciar la liberación a cuantos están prisioneros de las nuevas esclavitudes de la sociedad moderna, restituir la vista a quien no puede ver más porque se ha replegado sobre sí mismo, y volver a dar dignidad a cuantos han sido privados de ella. La predicación de Jesús se hace de nuevo visible en las respuestas de fe que el testimonio de los cristianos está llamado a ofrecer. Nos acompañen las palabras del Apóstol: «El que practica misericordia, que lo haga con alegría» [Rm 12,8] (MV 16).
“En las parábolas dedicadas a la misericordia, Jesús revela la naturaleza de Dios como la de un Padre que jamás se da por vencido hasta tanto no haya disuelto el pecado y superado el rechazo con la compasión y la misericordia. Conocemos estas parábolas; tres en particular: la de la oveja perdida y de la moneda extraviada, y la del padre y los dos hijos (cfr Lc 15,1-32). En estas parábolas, Dios es presentado siempre lleno de alegría, sobre todo cuando perdona. En ellas encontramos el núcleo del Evangelio y de nuestra fe, porque la misericordia se muestra como la fuerza que todo vence, que llena de amor el corazón y que consuela con el perdón”.
De otra parábola, además, podemos extraer una enseñanza para nuestro estilo de vida cristiano. Provocado por la pregunta de Pedro acerca de cuántas veces fuese necesario perdonar, Jesús responde: «No te digo hasta siete, sino hasta setenta veces siete» (Mt 18,22) y pronunció la parábola del «siervo despiadado” (MV 9).
“Jesús, delante a la multitud de personas que lo seguían, viendo que estaban cansadas y extenuadas, pérdidas y sin guía, sintió desde lo profundo del corazón una intensa compasión por ellas (cfr Mt 9,36). A causa de este amor compasivo curó los enfermos que le presentaban (cfr Mt 14,14) y con pocos panes y peces calmó el hambre de grandes muchedumbres (cfr Mt 15,37). Lo que movía a Jesús en todas las circunstancias no era sino la misericordia, con la cual leía el corazón de los interlocutores y respondía a sus necesidades más reales. Cuando encontró la viuda de Naim, que llevaba su único hijo al sepulcro, sintió gran compasión por el inmenso dolor de la madre en lágrimas, y le devolvió a su hijo resucitándolo de la muerte (cfr Lc 7,15).
Después de haber liberado el endemoniado de Gerasa, le confía esta misión: «Anuncia todo lo que el Señor te ha hecho y la misericordia que ha obrado contigo » (Mc 5,19). También la vocación de Mateo se coloca en el horizonte de la misericordia. Pasando delante del banco de los impuestos, los ojos de Jesús se posan sobre los de Mateo. Era una mirada cargada de misericordia que perdonaba los pecados de aquel hombre y, venciendo la resistencia de los otros discípulos, lo escoge a él, el pecador y publicano, para que sea uno de los Doce” (MV 8).
Preguntas para reflexionar.
¿Qué bendiciones ofrece Jesús al decir que nos trae la Buena Nueva?
¿Qué actitudes de misericordia manifiesta Jesús con las personas y cómo lo hace?
¿Qué actitudes de misericordia vivirás en tu vida cristiana a la cual te invita el jubileo 2016 para que siempre seas discípulo de Jesús?
Una vez que se ha terminado de compartir se reza lo siguiente:
Salmo (117) de la misericordia.
Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.
Diga la casa de Israel: eterna es su misericordia.
Diga la casa de Aarón: eterna es su misericordia.
Digan los fieles del Señor: eterna es su misericordia.
En el peligro grité al Señor,
y me escuchó, poniéndome a salvo.
El Señor está conmigo: no temo; ¿qué podrá hacerme el hombre? El Señor está conmigo y me auxilia, veré la derrota de mis adversarios.
Mejor es refugiarse en el Señor que fiarse de los hombres, mejor es refugiarse en el Señor que fiarse de los jefes.
Todos los pueblos me rodeaban, en el nombre del Señor los rechacé; me rodeaban cerrando el cerco, en el nombre del Señor los rechacé; me rodeaban como avispas, ardiendo como fuego en las zarzas, en el nombre del Señor los rechacé.
Empujaban y empujaban para derribarme, pero el Señor me ayudó; el Señor es mi fuerza y mi energía, él es mi salvación.
Escuchad: hay cantos de victoria en las tiendas de los justos: «La diestra del Señor es poderosa, la diestra del Señor es excelsa, la diestra del Señor es poderosa».
No he de morir, viviré para contar las hazañas del Señor. Me castigó, me castigó el Señor, pero no me entregó a la muerte.
Abridme las puertas del triunfo, y entraré para dar gracias al Señor. Esta es la puerta del Señor: los vencedores entrarán por ella.
Te doy gracias porque me escuchaste y fuiste mi salvación.
La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular. Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente.
Éste es el día en que actuó el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo. Señor, danos la salvación; Señor, danos prosperidad.
Bendito el que viene en nombre del Señor, os bendecimos desde la casa del Señor; el Señor es Dios, él nos ilumina.
Ordenad una procesión con ramos hasta los ángulos del altar. Tú eres mi Dios, te doy gracias; Dios mío, yo te ensalzo.
Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia.
Oración conclusiva:
Gracias, Padre, porque nos diste como Señor y redentor nuestro a tu Hijo Jesucristo. Él siempre se mostró misericordioso para con los pequeños y los pobres, para con los enfermos y con los pecadores, y se hizo cercano a los oprimidos y afligidos. Él anunció al mundo, con palabras y obras, que tú eres Padre y que cuidas de todos porque eres rico en misericordia, a ti el honor, la gloria y la alabanza, por los siglos de los siglos. Amén.
Después del Salmo, se reza la oración conclusiva, el Padre nuestro y la Salve.
Himno del año de la Misericordia.
“Damos gracias al Padre, porque es bueno Damos gracias al Hijo, luz de las gentes Pidamos al Espíritu los siete santos dones Pidamos la paz al Dios de toda paz”
“Ha creado el mundo con sabiduría Que ha amado con un corazón de carne Fuente de todo bien, dulcísimo alivio La tierra espera el evangelio del Reino”
“Conduce a su pueblo en la historia De Él recibimos, a Él nos donamos Confortados por Él, ofrecemos consuelo Alegría y perdón en el corazón de los pequeños”
“Perdona y acoge a sus hijos El corazón se abra a quien tiene hambre y sed El amor espera y todo soporta Serán nuevos los cielos y la tierra”.