Dr. Oscar Ibáñez Hernández/ Catedrático
Esta semana falleció un cristiano ejemplar, esposo, padre, empresario y líder social, de esas personas a las que se les puede señalar como lo hizo Jesucristo de Natanael: «Ahí tenéis a un israelita de verdad, en quien no hay engaño.» (Jn 1, 47) Una persona de las que hacen falta en esta época, para que llamen a las cosas por su nombre y de esta manera den testimonio de la Verdad.
Es común que la gente acepte que “cada quién tiene su propia verdad”, sin embargo, por este camino se dinamita el paso hacia el acuerdo a través del diálogo. Es cierto que todos podemos tener opiniones distintas, lo cual no equivale a que existan “verdades” distintas, esta confusión de conceptos está en la base de muchos problemas en nuestra sociedad.
Una cosa es cuestionar y deconstruir algunas formas lingüísticas como una herramienta para evitar abusos y discriminación, y otra muy distinta es utilizar el lenguaje para construir conceptos e ideas que trastocan la verdad y buscan implantar ideologías, preferencias u opiniones personales o de grupo, a toda la sociedad.
La vida y la libertad son dos conceptos centrales para todo ser humano y sus modificaciones son evidencia de los excesos derivados del relativismo y el constructivismo llevados al extremo; la vida es presupuesto de cualquier ejercicio de libertad del hombre, sin embargo, la libertad se ha considerado tan valiosa como para arriesgar la vida, pero no existiría la posibilidad de luchar por la libertad sin tener la vida.
En una lucha ideológica, política y moral se ha cuestionado el inicio de la vida desde el instante de la concepción, no desde la ciencia, sino desde la legislación y el discurso político. Los avances científicos actuales ubican con claridad el inicio de la vida en la unión del espermatozoide y el óvulo, así como la integración del código genético y la diferencia de sexo, pero la conveniencia política, económica y de algunas personas, han “construido” el inicio de la vida en algún punto del embarazo fijado arbitrariamente, muchas legislaciones lo marcan a las doce semanas (y en otras legislaciones en el plazo en el que se les ocurra), en clara contraposición a la ciencia y al sentido común.
Como parte de esta postura es necesario construir nuevos conceptos, así al bebé en el vientre materno se le denomina “producto”, de esta manera éste ser humano puede ser privado de sus derechos empezando por el de la vida, por lo que puede ser asesinado, desmembrado, quemado o expulsado legalmente, y nunca podrá luchar por su libertad. El aborto se convierte así en “suspensión del embarazo”.
Don José Mario Sánchez Gómez dedicó parte de su tiempo y dinero a salvar vidas apoyando a mujeres que en la confusión y la necesidad, consideraron la posibilidad de abortar a sus hijos, los cientos de bebés vivos y mamás felices son fruto del compromiso con la verdad de este cristiano que vivió llamando a las cosas por su nombre.
La libertad es otro concepto bajo ataque, hay quienes presentan la esclavitud del consumismo como la libertad de mercado; quienes equiparan el aborto a la libertad de decidir sobre su propio cuerpo, o la explotación de los más pobres como la libertad de enriquecerse de unos pocos, o la promiscuidad y el libertinaje como libertad sexual. La libertad se convierte así en un concepto que promueve el egoísmo, la injusticia, la explotación o incluso la muerte de los demás.
Este buen empresario también vivió su compromiso con la libertad entendiendo que esta implica responsabilidades con su entorno y con los demás, lo hizo con sus empleados y clientes, y también en su participación y liderazgo en USEM, Coparmex y otros organismos religiosos, cívicos y políticos; siendo alguien “en quién no hay engaño” construyó su familia en el amor a su esposa e hijos, lo hizo a contrapelo de la confusión, el engaño y la manipulación que dominan esta época y que favorecen un individualismo relativista que debilita a las familias y a la sociedad.
Jesucristo expresó: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida” (Jn 14, 6) y en otra ocasión dijo: «Si os mantenéis en mi Palabra, seréis verdaderamente mis discípulos, y conoceréis la verdad y la verdad os hará libres.» (Jn 8, 31-32) En esta época en que la polarización parece dominar las decisiones políticas, es más importante plantear los problemas y sus soluciones desde la Verdad, para poder iniciar un diálogo constructivo en la pluralidad, y no desde la conveniencia e ideología que favorecen la ruptura y el conflicto.