Ana María Ibarra
Como un sacerdote con una opción preferencial por los pobres, viviendo el evangelio con radicalidad, será recordado el padre Robert Thames, quien a principios de los noventas sirvió en la Diócesis de Ciudad Juárez, específicamente en la comunidad de Santa María de los Ángeles, una de las zonas más pobres de aquel entonces. El padre Robert falleció el pasado 22 de octubre en un poblado de Bolivia y fue velado en su domicilio.
Una experiencia sinigual
Una gracia fue para el padre Luis Escudero haber vivido los primeros meses de su sacerdocio al lado del padre Robert.
“Lo conocí recién ordenado de diácono. Santa María de los Ángeles era una parroquia extensa. Pude compartir la vida con él exactamente un año”, recordó el padre Luis, quien luego eligió a padre Robert como su padrino de ordenación sacerdotal.
“Fue muy cortó el tiempo, pero muy intenso en la fe y en la vida apostólica. Era un sacerdote que me predicó con su modo de vivir”, señaló el entrevistado.
Resaltó que del padre Thames recoge su espíritu de despojo, de abajamiento, de vaciarse de sí mismo.
“San Francisco de Asís me ha impactado mucho y en el padre Roberto vi muchos rasgos similares. De una profunda y arraigada espiritualidad, siempre con los últimos, literalmente”, reconoció el sacerdote.
Dijo que pudo observar la radicalidad del padre Robert en su modo de vivir.
“Tenía una chocita de adobe con piso de tierra en el patio de la casa parroquial. Él insistía mucho en que no podía vivir distinto, ni mejor que aquellos que más mal estuvieran. Cuando me ordenaron sacerdote, me dejó en la parroquia y él se fue a vivir a la última capilla”.
Tiempo de gracia
Recordó que el sacerdote, proveniente de la Diócesis de Fort Worth (Texas), tenía amigos y fundaciones que lo ayudaban para apoyar proyectos de impulso a los laicos.
“Le gustaba hacer equipos apostólicos misioneros con sacerdotes, religiosas y laicos, especialmente jóvenes, estudiantes y les ayudaba en sus estudios. También fue cercano con los matrimonios”, agregó.
Añadió que el padre Robert tenía una visión social del evangelio.
“Creó un espíritu de mucha apertura, cercanía, fomentaba mucho la amistad, el trabajo de equipo, no era un sacerdote alejado. Se le veía ir y venir por el sector. Claro que celebraba los sacramentos, pero vivió el evangelio en las calles”, aseguró.
Hace unos años, el padre Luis pudo visitar al padre Roberto en Bolivia, a donde se fue tras despedirse de Ciudad Juárez.
“En Bolivia tenía un convento. Era un patio central y habitaciones al lado, celdas franciscanas: cuartos de ladrillos, placas de concreto con colchón de paja. Siempre con ese espíritu de estar en lo último”.
El padre Luis dijo haber vivido un tiempo de gracia al lado del padre Thames.
“Me veía, no sé si como hermano menor o de igual edad, con un trato humano, no buscando imponer, sino respetando mi proceso. Sin duda ese inicio de mi ministerio nunca se olvidará. No fuimos párroco y vicario, sino dos hermanos en el ministerio”, concluyó.
Laicos lo recuerdan
Servir con humildad al prójimo, es lo que sembró el padre Roberto Thames en el corazón
Benigna Gutiérrez y Alberto Cabral son laicos que guardan muchos recuerdos del padre robert, a quien llevan en el corazón junto con su compromiso de servir a imagen de Cristo.
En casa de Benigna el padre Robert construyó un pequeño cuartito donde vivió algunos años.
“Se quedaba en la cocina económica de la parroquia. Cuando llegó la doctora Sara le dejó ese lugar y se vino a vivir aquí. Le hicieron un cuartito de madera. Así le gustaba vivir a él. Desde ese día se convirtió en parte de nuestra familia”, expresó Beni con una sonrisa.
Alberto fue uno de los jóvenes comprometidos que dejaron sus familias para vivir con el sacerdote y misionar a su lado.
“Influyó de manera fuerte en nuestras vidas. Él creía mucho en las pequeñas comunidades de los Hechos de los Apóstoles, le gustaba juntarse en las casas y hacer grupos de oración”, recordó.
Dijo que el sacerdote ideaba proyectos para ayudar a la gente a salir adelante y cubrir sus necesidades como fue el taller de soya (para alimentarse); y por la parte espiritual, impartía retiros dirigidos al llamado de conciencia.
También formó un grupo de parteras y clínica de partos, luego de un incidente con una mujer en labor de parto cuyo bebé falleció.
“Fuimos 36 personas. Al final quedamos cinco parteras sirviendo en la clínica”, recordó Beni.
Igualmente fundó una escuela en la capilla Juan Diego con primaria, secundaria y preparatoria.
“Buscaba vivir como Cristo. Estaba a favor del amor. Tenía compasión por aquellos que delinquían, porque también eran hijos de Cristo”, enfatizó Alberto, mientras Beni recordó el grupo que hizo en la colonia para acabar con pleitos entre “cholos” y lograr la paz.
Ambos recordaron con cierta nostalgia la despedida del padre Robert.
“Le dio un preinfarto y al salir del hospital se fue al Seminario, de ahí a Bolivia. Me dejó una carta diciendo que nos consideraba su familia, que había pasado un tiempo con calor de hogar”, compartió Beni con un nudo en la garganta.
“Ser más serviciales, apoyar a los demás, esa misión y ese compromiso dejó en nosotros”, concluyó Alberto.