P. Eduardo Hayen Cañon
Hace unos días el fiscal general de la república, Alejandro Gertz Manero, manifestó que el feminicidio debería desaparecer como delito en México para calificarse solamente como un homicidio agravado. Su pronunciamiento despertó una ola de críticas de parte de muchos políticos y, sobre todo, de grupos feministas. Mucho le ha costado al feminismo lograr que los asesinatos de mujeres sean tipificados como feminicidios, lo que supone penas máximas de cárcel.
Gertz Manero se ha quedado corto sugiriendo que el feminicidio sea homicidio agravado. Debería ser simplemente homicidio y punto. El término «feminicidio» tiene una fuerte carga ideológica que no tiene relación con la realidad de las cosas. Todos estamos de acuerdo que existe violencia contra la mujer, así como también existe la violencia contra los niños, contra los ancianos, contra los enfermos mentales, contra los hombres y contra los no nacidos. En algunos casos un asesinato puede ser un delito agravado, sin duda. Sin embargo son poquísimos los asesinatos de mujeres que se cometen por el hecho de ser mujeres, así como son rarísimos los asesinatos de hombres por el hecho de ser hombres.
La violencia no tiene género, sino que es un fenómeno complejo que tiene que ver con la psicología de los sexos, las experiencias familiares y la falta de educación. Sin embargo el feminismo, con su torcida visión de la realidad, acusa a lo que ellas llaman «el patriarcado» de ser el sistema culpable de la violencia contra la mujer. El enemigo a vencer es, entonces, el varón sólo por el hecho de ser varón. Todo varón que nace es, para el feminismo, un agresor en potencia. En su himno feminista repitieron señalando con el dedo «el violador eres tú», haciendo así una acusación generalizada contra todos los hombres del mundo.
La violencia de género no existe. Cualquier asesinato de hombre o mujer debe ser castigado, sin privilegiar a ningún sexo. Supongamos que en un país las edades más vulnerables para ser víctima de un asesinato es entre los 17 y los 35 años. Sería absurdo poner leyes que castigaran con penas agravantes a los asesinos cuyas víctimas estuvieran en esas edades. Así también es ilógico catalogar de «feminicidio» o de homicidio agravado a un asesinato de una mujer sólo porque se trata del sexo femenino.
Si continuamos hablando de violencia de género y de feminicidios, seguirá instalándose en la sociedad la falsa idea de que violencia de género es solamente la agresión del varón hacia la mujer, y que esta agresión está motivada por un odio de género. Esta visión de las cosas es completamente ideológica. No tiene respaldo en la práctica. De hecho existen estudios que prueban que la mujer también puede iniciar la violencia contra el varón y que, de hecho, lo hace a menudo.
Más que estar influenciados por una ideología que distorsiona la realidad –tal como es el feminismo y la ideología de género– se deben atender las causas de la violencia en toda su complejidad, empezando por prestar atención a la psicología del varón y la mujer, y a sus profundas diferencias anatómicas y, sobre todo, del cerebro. Solamente una adecuada educación en valores morales y en la virtud del autocontrol, desde la más tierna infancia, hará posible que mujeres y varones vivamos en la armonía complementaria en que Dios nos creó.