Mujer que sufrió abuso sexual de su padre biológico comparte su historia de odio que llegó al perdón, gracias a un taller especial por el que ahora conoce la felicidad…
Ana María Ibarra
Después de una vida sin sentido por haber sufrido en su niñez todo tipo de abusos de parte de su padre biológico, “Carmen” logró perdonarlo después de que él murió. El odio que ella sentía fue sanado hace algunos años al participar en talleres de perdón y sanación.
“Carmen”, de quien se reserva su verdadera identidad, hoy se reconoce viva y experimenta una libertad emocional y espiritual que nunca antes había sentido, por lo que aceptó compartir su testimonio con los lectores de Presencia, con la esperanza de que, especialmente en esta Cuaresma, alguna persona que se encuentre en su misma situación, pueda experimentar la paz que da el perdón.
Su historia
A la corta edad de seis años, Carmen comenzó a sufrir el abuso de su padre, quien les hacía tocamientos a ella y a su hermana, un año mayor.
“Dentro de la limpieza de un niño me di cuenta que esas actitudes no estaban bien. En mi familia todo se guardó, como si nada hubiera pasado. A los 11 años mi hermana y yo nos defendíamos, le pegábamos a mi papá para que ya no nos tocara, creo que eso fue lo que hizo que mi papá se detuviera y no pasará a mayores”, recordó Carmen.
Sin embargo, la violencia física y verbal continuó y logró “matar” la inocencia de Carmen y de su hermana, al iguak que lo hizo la ceguera de su mamá, quien nunca reconoció lo que pasaba con sus hijas.
“Sé que ella vivía también momentos difíciles, mi padre era alcohólico, y quizá ella no sabía cómo manejarlo”, lamentó la entrevistada.
La actitud de su padre y el silencio de su madre, hicieron que Carmen perdiera toda seguridad y confianza en sí misma, y aunque en cierto momento la agresión se detuvo, el daño ya estaba hecho.
Peso en los hombros
“Tratamos de vivir lo más normal posible, pero en el fondo de mi corazón sabía que nada estaba bien conmigo”, afirmó.
En cada etapa de su vida, Carmen cargó con ese dolor y ese “secreto” familiar que le hizo albergar odio contra su padre y dificultó su convivencia con él y su mamá. Eso era algo que la entristecía sobremanera.
“Viví en depresión sin darme cuenta todos estos años, vivía pero no me sentía alegre ni tranquila. Eso repercutió en mi vida, en mis proyectos y en mi salud porque empecé a engordar, la comida fue un refugio”, compartió.
Y reconoció: “Claro que tuve odio contra mi papá. Él me decía que yo no lo quería, pero, ¿cómo? si las personas que me tenían que proteger me dañaron, ¿con qué confianza iba a darle un beso limpio?, sentía que él no lo iba a tomar de esa manera, por eso mejor evitaba cualquier contacto con él”.
Una vida dañada
Carmen agregó que fue una niña tímida y desconfiada. En su adolescencia se le complicó relacionarse con muchachos de su edad, aunque era buena estudiante. Pero es la etapa de la preparatoria la que define como la más “negra”.
“En tercer semestre de preparatoria intenté suicidarme. Era mucho el dolor, no tenía sentido mi vida. Esa experiencia la viví sola, a nadie podía contarle, mis padres no se dieron cuenta porque tomé unas pastillas y solo me intoxiqué, pero mi objetivo era quitarme la vida”, relató.
Y a pesar de ello, hoy Carmen agradece a Dios que a pesar de su historia, ni ella ni su hermana eligieron el mal camino.
“Por el alcoholismo de mi papá sentíamos miedo y tratábamos de no tener problemas con él. Fui quizá rebelde en la adolescencia, pero nunca salimos a la calle, no elegimos un mal camino, porque pudimos haberlo hecho después de lo que vivimos. Gracias a Dios siempre hubo algo que nos detuvo”, agradeció.
Otro daño que Carmen descubrió fue haber repetido la historia de su madre, pues a los 19 años se fue a vivir con su novio, que era alcohólico.
“Gracias a Dios no tuve hijos, duré 10 años con esa pareja. Tuve relaciones fuera del matrimonio, con hombres casados. Era poco valor que yo me daba. Gracias a Dios llegó el hombre indicado y él ha estado conmigo toda esta etapa de sanación”, compartió.
Reconocer lo vivido
Aunque de niñas Carmen y su hermana nunca platicaron de lo que pasaba, sabían que las dos sufrían esos tocamientos… y aunque era “un secreto”, como todo en la vida, salió a relucir cuando su padre falleció.
Carmen comenzó a reconocer su estado después de su primer embarazo, en el que supo que padecía depresión, y no era reciente. Con su segundo hijo se llenó de ira y fue en ese mismo tiempo en que falleció su padre.
“Hay cosas que pasan y que se ocultan como ocultar la basura, pero tarde o temprano esa basura sale. Cuando falleció mí papá lo platicamos y mi mamá hasta la fecha no lo ha reconocido. Fue doloroso, se abrió la herida pero lo hemos ido sanando”, dijo Carmen.
En ese momento inició un taller de duelo, en el cual comenzaron a salir las emociones guardadas.
“Fue mucho tiempo que se guardaron las emociones y ese evento fue el acabóse. Tuve que buscar ayuda. Me invitaron a un taller de perdón y reconciliación. Me di cuenta que experimenté el miedo, la culpa, la vergüenza, el odio contra mi padre por no haberme permitido conocer una imagen paterna limpia”, expresó.
Ahora, su hermana y ella son muy unidas y ambas siguen el camino de sanación al lado de Dios, lo que les ha dado el valor de enfrentar a su mamá con caridad.
“Le hice ver a mi mamá todo lo que me faltó de niña. Que me voy a morir sin la experiencia de que mi papá me abrazara limpiamente, eso es lo que duele, y estoy sanando en este momento”, compartió.
Perdón y sanación con Dios
Carmen recordó que dos años antes de morir, su padre le pidió perdón, pero en ese momento ella sólo dijo “sí” por compromiso.
Pero luego, gracias al taller de perdón, impartido por la Comunidad para la Paz y el Perdón, Carmen pudo auténticamente perdonara a su padre ya fallecido, al reconocer que él pudo haber tenido una vida difícil, al igual que su madre.
“El perdón no fue para él, sino para mí. Reconocí que no fue mi culpa lo que pasó y que en medio de todo eso también hubo cosas buenas”, afirmó.
En este reconocer y perdonar, Carmen se liberó del secreto familiar y llegó para ella la liberación y la felicidad.
“Fueron tantos años de guardarlo que ahora me siento libre. Experimenté la alegría que no conocía. Me duele que no pude ayudar a mi padre, porque con los talleres reconocí que él pudo haber tenido una vida difícil”, dijo convencida de que gracias al perdón, hoy puede ser feliz.
Después de la sanación emocional, llegó la sanación espiritual a través del Seminario de Sanación de la Comunidad María Mediadora.
“Me sentía muy enojada con Dios por lo que viví. En ese taller de sanación, sentí a Dios en mi vida cobijándome. Ese taller me devolvió la vida y una alegría que nunca había sentido.
Gracias a Dios ahora puedo darles a mis hijos un bienestar espiritual y emocional”, resaltó.
En esta Cuaresma, Carmen invita a quienes sufren por algún odio o resentimiento, que se acerquen a Dios y a estos talleres para su sanación.
Los invito a que se regalen esa oportunidad. El perdón no es para quien nos hizo daño, es para uno mismo. Dios pone los medios que son estos grupos que ayudan, hay que aprovecharlos.