Diana Adriano
El pasado miércoles 6 de noviembre, el obispo José Guadalupe Torres Campos inauguró un nuevo campo de fútbol y una cancha de básquetbol en el Banco de Comida de Dios, perteneciente a la parroquia San Carlos Borromeo. La ceremonia fue un evento significativo para la comunidad, que celebró la creación de este espacio seguro para los niños y jóvenes de la zona. En el evento estuvieron presentes miembros de la comunidad, junto al párroco Andrés Villalobos, así como Armando Solano y Ramona Marrufo, directores del Banco de Alimentos.
Promover paz
Ramona recordó los orígenes de la institución, destacando que fue en 1979 cuando el padre jesuita Richard Thomas recibió las tierras con el propósito de ayudar a los más necesitados.
“Hoy seguimos comprometidos con esa misión, pero tristemente, en medio de tanta violencia, hemos perdido a muchos jóvenes que amamos mucho. Los niños y jóvenes nos necesitan, y pensando en esto, hemos querido crear un espacio seguro donde puedan jugar, divertirse y compartir”, expresó.
El proyecto busca no solo ofrecer un área de esparcimiento, sino también contribuir a la formación de una “cultura de paz” a través de la catequesis, la educación y la convivencia sana.
Parafraseando a San Pablo en su carta a los filipenses, Ramona añadió: “Alégrense siempre en el Señor, ¡alégrense!. Hoy es un día de alegría, porque ese sueño se ha hecho realidad gracias a todos los que, con sus aportaciones, oraciones y donaciones, han ayudado a hacerlo posible”.
Movidos por el amor
Antes de la bendición, el obispo dirigió un mensaje a los presentes, resaltando el propósito espiritual y comunitario de esta obra.
«Si vivimos con amor, caridad y haciendo el bien, todos alcanzaremos el premio mayor, que es el cielo y la vida eterna», expresó, subrayando que la construcción de este espacio es fruto del esfuerzo colectivo de la comunidad y del amor al servicio.
El obispo destacó que cada aportación, oración y trabajo realizado en este proyecto han sido fundamentales para su concreción, y exhortó a los asistentes a hacer suya la misión de cuidar el espacio diseñado para el bienestar de todos, especialmente de los niños y jóvenes.
«Lo que nos mueve es el amor a Dios, al prójimo. Que disfrutemos estos espacios; es tarea de toda la comunidad cuidar y trabajar en mantener estos espacios dignos», añadió.
Acto seguido, el obispo roció agua bendita como símbolo de protección y consagración de estas nuevas canchas.
Luego, en un acto de colaboración y compromiso, los presentes estamparon sus manos con colores vibrantes en un árbol dibujado en las paredes del recinto, que quedará como recordatorio permanente de la unión y el esfuerzo compartido de la comunidad en este proyecto.