Si un mensaje nos queda claro después del Encuentro Mundial de las Familias que concluyó el domingo pasado, es que la Familia es una realidad natural que existe antes que los sistemas políticos y los estados. Es una realidad que tiene una naturaleza y que necesita ser fortalecida, no reinventada. Este será también el mensaje que resonará en el Sínodo de los obispos que hoy, 4 de octubre, comienza en Roma. Es absurdo creer que este Sínodo traerá una redefinición del Matrimonio o de la Familia. Lo que esperamos es una nueva propuesta de nueva evangelización para las familias.
A propósito de que la Familia es una institución natural, el papa Francisco durante su viaje a Estados Unidos, en sus diversos discursos citó repetidas veces textos de su encíclica ‘Laudato si’, sobre la creación. Es un documento que hay que comprenderlo en su contexto más profundo. Porque hay católicos que únicamente leen el documento tratando de entender los argumentos del papa sobre el calentamiento global. De esa manera se quedan en la superficie de la encíclica. ‘Laudato si’ tiene implicaciones más hondas. Es una encíclica en total armonía con el Magisterio de los papas predecesores de Francisco.
Meditando sobre la encíclica, el obispo de Filadelfia Charles Chaput observa que la Naturaleza, incluida la naturaleza humana, es un regalo de Dios. Somos administradores del mundo que habitamos. La Creación, desde los océanos y los bosques hasta nuestra sexualidad, no es simple materia que nos pertenece como si fuera una cosa que pudiéramos manipular con la tecnología. Cuando el Santo Padre habla del abuso del hombre de su propio ambiente, no sólo se refiere a los residuos químicos que arrojamos en el aire, sino también a los químicos venenosos que nos metemos en el cuerpo para suprimir la fertilidad natural. ‘Laudato si’ es una defensa de la naturaleza que incluye el matrimonio, la familia, la sexualidad, además claro, toda la creación.
Los intentos de la cultura contemporánea por reinventar a la Familia vienen, en gran parte, del individualismo exacerbado que promueven los medios de comunicación y el dinamismo de la sociedad de consumo. Vivimos en un sistema basado en los derechos y la dignidad humana. Sin embargo hoy los derechos humanos son exaltados por encima de los derechos de las comunidades. Se llega incluso a la perversión de los derechos inventando derechos que no existen. Es el egoísmo llevado al extremo. Como individuos no nos damos cuenta de que tenemos obligaciones con otros miembros de la familia, con nuestros vecinos y con Dios. Y mientras más nos centremos en nosotros mismos, más se romperán los lazos con otras personas y el mundo será más fragmentado.
De hoy 4 de octubre y hasta el día 25, los católicos hemos de orar por el Papa Francisco y por los obispos participantes en el sínodo, pidiendo para ellos una asistencia especial del Espíritu Santo. No faltarán medios de comunicación que levanten especulaciones sobre choques entre cardenales y polémicas sobre temas concretos como la Comunión a los divorciados vueltos a casar y la pastoral de personas homosexuales. Aunque seguramente se dará una palabra sobre esos temas, el sínodo no debe concentrarse en ellos. Si así lo hiciera, sería un sínodo de muy pocos frutos. La propuesta debe ser mucho más amplia, que contemple un nuevo anuncio de la grandeza de la Familia como Dios la ha pensado y cómo podemos evangelizarla en las complejas situaciones de los inicios del siglo XXI. Sigamos muy de cerca las ponencias de estos encuentros.