Manual básico para ser un católico sin complejos
La Iglesia y la cultura de la muerte
Esta es la segunda parte sobre el tema de los ataques que se hacen a la Iglesia debido a la palabra que ofrece en temas alusivos a la vida y la muerte…específicamente se analiza el tema del aborto, que la Iglesia rechaza claramente, lo cual le genera muchos detractores.
José González Horrillo/Autor católico
Seguimos analizando el tema de la «cultura de la muerte» y cómo es uno de los aspectos en los que se ataca a la Iglesia, que siempre se ha pronunciado en contra de acciones de muerte como el aborto, la eutanasia y otras prácticas que fomentan la destrucción de la vida humana.
En la pasada edición vimos algunas técnicas abortivas, que explicamos como un buen argumento para estar en contra del aborto.
Ahora abordaremos en dónde está la raíz del aborto. Todo esto para tener conocimiento y enfrentar asertivamente los ataques que se hacen a los católicos por promover la vida.
La raíz del aborto
Según los expertos en la materia, la podemos encontrar en dos fuentes distintas, pero muy relacionadas entre sí: la revolución sexual y, por supuesto, el dinero. Como ya dijimos con anterioridad, dicha revolución comenzó en los años 60 trayéndonos un incremento en las relaciones sexuales premaritales, extramaritales, la pornografía, el sexo como recreación, las violaciones, el sida y otras enfermedades venéreas. Las consecuencias de esto han sido el aumento de los divorcios, las familias separadas, los niños abandonados y un largo, etcétera.
La anticoncepción hizo posible la revolución sexual proporcionándole a la gente la manera de hacer mal uso de la sexualidad y evitar el «problema» del embarazo. Por lo tanto, podemos asegurar que el aborto y muchos otros problemas son el resultado de una mentalidad anticonceptiva. Ésta trata de jugar a ser Dios. Separa el amor y la vida rechazando la posibilidad de procreación que tiene la sexualidad.
A los anticonceptivos se debe el aumento de la promiscuidad, y una vez que ésta y los embarazos aumentan no es raro que los abortos lo hagan también. Hay datos fiables que demuestran que los países que gastan más en anticonceptivos mostraron el mayor aumento en los abortos. Podemos asegurar que la razón por la que las organizaciones «antivida» promueven su «educación sexual» es porque saben que dicha «educación» traerá un aumento de la promiscuidad y, por consiguiente, del uso de los anticonceptivos y de los abortos, con la venta y la práctica de los cuales ganan mucho dinero.
Todo un negocio
El aborto es hábilmente comercializado y vendido a la mujer en un momento de crisis de su vida. Ante la mujer, el personal de la clínica abortista y los vendedores de abortos negarán la personalidad del bebé y el dolor causado por este procedimiento. El aborto es un negocio muy lucrativo basado, sobre todo, en la explotación de la situación de estrés de la madre.
Se sabe de un buen número de científicos e investigadores que logran que la ciencia avance y progresar en sus carreras científicas gracias a la explotación poco transparente del «material» obtenido con abortos provocados. Hablamos de posibilidad de becas, acceso a publicaciones científicas, posibilidad de ascenso en el ámbito académico y reconocimiento por parte de la comunidad científica. Conviene aclarar que el material del aborto provocado (el bebé asesinado) es mucho más «útil» para la investigación, ya que, al haber sido precisamente provocado, puede ser tratado y trasladado con mayores garantías.
La ya mencionada Federación Internacional de Planificación Familiar (IPPF) ha construido en los últimos años un imperio económico en el que se mueven cientos de millones de dólares y de euros para promover y practicar el lucrativo y macabro negocio del aborto. Además, ha desarrollado programas de promoción de preservativos y otros anticonceptivos ante la población más joven bajo la bandera de «educación sexual” y ha publicado libros como el titulado ‘Es perfectamente normal’, en el que se realiza una apología del aborto, pese a que la obra está destinada a niños de diez años de edad.
Estrategias
En medio de este sinsentido nos encontramos a la Iglesia Católica luchando contra el aborto, informando a las personas que están dispuestas a escuchar, y ofreciendo alternativas y ayudas a las mujeres que han pensado en abortar. ¿Cómo no va a ser atacada y odiada la Iglesia por estos asesinos que se esconden bajo la máscara del «progreso» y la «modernidad»?
Los promotores del aborto tienen, además, sus estrategias para conseguir la legalización y hacernos ver este horrible crimen como algo perfectamente normal. Una de éstas es la que se conoce con el nombre engañoso de «salud reproductiva» o «maternidad sin riesgos». Parte de esta estrategia consiste en exagerar el número de muertes maternas por abortos ilegales (igualmente producidos por ellos), para entonces alegar falsamente que «es necesario» legalizar el aborto para que éste sea «seguro».
Por otro lado, la afirmación de que el aborto legal es seguro para la mujer es otra falsedad. Según fuentes autorizadas, el número de lesiones graves y muertes maternas (sin contar con los innumerables problemas psicológicos causados) por culpa del aborto aumentan en vez de disminuir. Se sabe también que a casi todas las mujeres que mueren varios días después del aborto se les adjudican otras causas de muerte distintas en sus certificados de defunción.
Aborto como “derecho”
Otra manera de llevar a cabo la estrategia de la «salud reproductiva» para legalizar el aborto a petición, es la de promover las famosas excepciones, sobre todo la de la «salud» de la madre, como el mal llamado «aborto terapéutico». Los proabortistas también usan los casos de violación, incesto, defectos en el bebé, etcétera, para lograr la legalización del aborto a petición. Pero no nos dejemos engañar, el aborto directo es un crimen en todos los casos y, además, ningún país del mundo que ha comenzado con las famosas «excepciones» ha podido detener después la legalización del aborto a petición. Una vez que la «salud» se convierte en justificación legal (No moral) del aborto, entonces el próximo paso es alegar falsamente que el aborto es un «derecho» humano, ya que los medios para intentar lograr, recuperar o mantener la salud son derechos de la persona.
Las feministas abortistas alegaron que querían que las mujeres que iban a abortar fueran atendidas por médicos para evitar complicaciones y muertes maternas. Sin embargo, actualmente promueven de forma agresiva un procedimiento que induce a muchas mujeres a abortar solas, en la privacidad de sus hogares. De hecho, promueven también el aborto autoinducido por aspiración manual y hasta imparten «cursos» para enseñar a las mujeres cómo provocárselos ellas mismas. Podemos asegurar, sin miedo a equivocarnos que hoy en día muchas personas sin titulación médica están realizando abortos.
Algunos testimonios de abortistas
Para reforzar nuestra declarada postura radicalmente en contra del aborto, recurriremos a continuación a relatar algunos testimonios de personas que han estado estrechamente relacionadas con este mundo abortista:
*El doctor Bernard Nathanson era hijo de un prestigioso médico judío especializado en ginecología. Estudió medicina en la Universidad de McGill (Montreal) y se enamoró de Ruth, que al poco tiempo quedó embarazada. Cuando Bernard escribió a su padre para consultarle la posibilidad de contraer matrimonio, este le envió cinco billetes de cien dólares junto con la recomendación de abortar. Bernard convenció a Ruth de que abortara, para terminar después con su relación. En 1971 Nathanson se involucró directamente en la práctica del aborto, llegando a realizar 75.000, y comenzó una intensa actividad dictando conferencias, celebrando encuentros con políticos y gobernantes, a los que presionaba para que fuese ampliada la ley del aborto. Se le comenzó a llamar «El Rey del Aborto».
Nathanson declaró que había abortado a los hijos no nacidos de amigos, colegas y profesores. Llegué incluso a abortar a mi propio hijo. Pero el día en que pudo observar el corazón del feto en los monitores electrónicos comenzó a plantearse por primera vez qué era lo que verdaderamente estaba haciendo en la clínica. Decidió reconocer su error y en la revista médica The New England Journal of Medicine escribió un artículo sobre su experiencia con ultrasonidos, reconociendo que en el feto existía vida humana. Incluía declaraciones como la siguiente:
“el aborto debe verse como la interrupción de un proceso que de otro modo habría producido un ciudadano en el mundo. Negar esta realidad es el más claro tipo de evasión moral”.
Aquel artículo provocó una fuerte reacción. Nathanson y su familia recibieron incluso amenazas de muerte, pero la evidencia de que no podía continuar practicando abortos se impuso. Había llegado a la conclusión de que no había ninguna razón para abortar: el aborto es un crimen.
El grito silencioso
Poco tiempo después experimento con los ultrasonidos sirvió de material para un documental que llenó de admiración y horror al mundo. Se titulaba «El grito silencioso”, y sucedió en 1984 cuando Nathanson le pidió a un amigo suyo -que practicaba de 15 a 20 abortos cada día- que colocase un aparato de ultrasonidos sobre la madre para grabar la intervención. Lo hizo, y cuando revisó las cintas quedó tan afectado que ya nunca más volvió a realizar un aborto.
Nathanson declaró posteriormente que pensó en el suicido, pero, por fortuna, decidió buscar otras soluciones, aunque todas le fallaron: alcohol, tranquilizantes, libros de autoestima, consejeros, psicoanálisis…
Luego empezó a conversar periódicamente con el padre John McCloskey y progresivamente se fue descubriendo a sí mismo acompañado de alguien a quien importaba. Finalmente, el 9 de diciembre de 1996, solemnidad de la Inmaculada Concepción, a las 7.30 de un lunes, en la cripta de la Catedral de San Patricio de Nueva York, el doctor Nathanson se convertía al catolicismo. Entraba a formar parte del Cuerpo Místico de Cristo, su Iglesia. El cardenal John O’Connor le administró los sacramentos de Bautismo, Confirmación y Eucaristía. Las palabras de Bernard Nathanson al final de la ceremonia fueron escuetas y directas:
‘No puedo decir lo agradecido que estoy ni la deuda tan impagable que tengo con todos aquellos que han rezado por mí en todos los años en los que me proclamaba públicamente ateo. Estoy convencido de que sus oraciones han sido escuchadas’.
*Carol Everette estuvo en la industria del aborto de Dallas-Ft. Worth, Texas, desde 1977 hasta 1983, como directora de cuatro clínicas y propietaria de dos. En una entrevista, después de abandonar el mundo del aborto, declaraba que la fuerza que gobierna esta industria es el dinero. Ella misma estaba ganando una comisión de 25 dólares por cada aborto que «vendía». Para engañar a las mujeres, el personal de la clínica y los vendedores de abortos deben negar el dolor causado por este procedimiento, y referirse al bebé como «el producto de la concepción» o «el coágulo de sangre», nunca como a un niño.
En cuanto a los métodos utilizados en sus clínicas reconocía que en su mayor parte se dejaron de usar los procedimientos salinos y de prostaglandinas debido al número de nacimientos vivos. Un nacimiento vivo significa que se debe dejar que el bebé muera o deshacer se de él de una manera repugnante. La mayoría de los abortistas utilizan el método de dilatación y evacuación, procedimiento horrible en el cual el bebé despedazado debe ser reconstruido fuera del útero para asegurarse de que salieron todos los pedazos. Everett reconoció que se deshacían de los bebés abortados echándolos en el triturador de la basura. Afirmó, además, que los músculos de algunos bebes de segundo o tercer trimestre eran tan fuertes que tenían que tirarlos a recipientes de basura.
Everett cuenta que salió del negocio del aborto tras experimentar una profunda conversión religiosa, al mismo tiempo que una televisión de Dallas hizo una denuncia en la que exponía abortos que hacían en su clínica a mujeres ¡que no estaban embarazadas! Todo por dinero.
*El doctor David Brewer recuerda que cuando observó su primer aborto sintió una cierta convulsión. Según veía la materia ensangrentada bajar por el tubo de plástico y caer dentro del depósito, verificó que el aborto había sido completo. Puso el contenido sobre una toalla, miró fijamente los llamados «tejidos» y pudo reconocer el pequeño omoplato con su bracito, algunas costillas y el pecho. También vio una pequeña cabecita, un pedazo de pierna y una mano diminuta. Brewer practicó numerosos abortos salinos, provocando partos de lo que él llamaba «bebés como manzanas cocidas», quemados y llagados. Pudo ver cómo algunos de estos
bebés luchaban y pateaban durante algún tiempo antes de morir. Terminó abandonando la industria del aborto por no poder soportarlo más.
*El doctor Mc Arthur Hill fue entrenado para ejecutar abortos en el ejército. Después de abandonar esta práctica confesó delante de un micrófono:
Quiero declarar que soy un asesino. Le he quitado la vida a bebés inocentes y los he arrancado de los úteros de sus madres con una potente bomba de vacío. Cuando eran demasiado grandes para poder usar este método, inyectaba una solución concentrada en sales en el saco amniótico para envenenarlos lenta y dolorosamente.
En algunos casos, los bebés abortados eran mayores que los nacidos prematuramente que se hallaban en las incubadoras de la sala de cuidados intensivos.
*Joy Davis trabajaba como asistente del doctor Tommy Tucker en su clínica de abortos. Aunque no tenía la preparación para ejercer un empleo regular en un establecimiento médico, el doctor Tucker la entrenó para practicar abortos. Un día, el doctor cometió un error fatal y la mujer murió de una hemorragia después de abortar. La consiguiente depresión llevó a Joy a contactar con uno de los consultores Pro-vida donde la ayudaron. Hoy en día colabora con otros ex abortadores y ayuda a mujeres que han tenido abortos.