Se despidió la hermana Quirina González y en su lugar llegaron dos religiosas que ya habían realizado misión en esta diócesis…
Ana María Ibarra
Después de ocho años de misión en la parroquia La Virgen de la Luz de la Diócesis de Ciudad Juárez, el pasado mes de enero la hermana Quirina González, Sierva de los Pobres, fue enviada a una nueva misión en la Sierra Tarahumara.
En su lugar llegaron las hermanas María Guadalupe Velazco y Alicia Ramírez García, quienes ya habían tenido una experiencia en esta diócesis fronteriza y regresan encontrando una comunidad más viva, pero también llena de retos, compartieron en entrevista.
Realidad desafiante
La hermana María Guadalupe Velazco llegó de la comunidad de Rocheachi, en la Sierra Tarahumara, donde trabajó dos áreas específicas: la pastoral de la salud y derechos humanos.
“Fue una experiencia bastante rica para mi vocación y lo viví con mucho agradecimiento porque aprendí bastante”, compartió la religiosa, quien hace casi 30 años sirvió en Juárez.
“Estuve aquí en 1988 en la parroquia San Martín de Porres con el padre Efrén Hernández, y en Santa María de la Montaña, con el padre Héctor Villa. Regreso a la parroquia Virgen de la Luz a trabajar en la pastoral social acompañando la comunidad Mazahua de Santiago Apóstol, en el fortalecimiento de su cultura y en el área de Cáritas”, dijo.
La religiosa se dijo sorprendida por la realidad que encontró a su regreso a Juárez: una gran descomposición familiar y vulnerabilidad humana, afectada por el alcoholismo y drogadicción, no sólo en adultos, sino también en jóvenes y hasta niños.
“Tenemos el desafío de un proyecto más integral. La realidad que estamos viviendo solo se puede enfrentar en un trabajo de red, de articulación, tanto a nivel eclesial, de diferentes áreas pastorales, con otros espacios sociales y otras instancias buscando un objetivo común: favorecer una vida más digna para las familias”, finalizó.
Comunidad viva
La hermana Alicia Ramírez García también sirvió en la Sierra Tarahumara, donde acompañó a las comunidades indígenas motivándolos en sus valores y tradiciones, además de impulsar proyectos ejidales, como la defensa del bosque, y en derechos humanos.
Tras compartir que Ciudad Juárez fue su primera misión como novicia, la religiosa dijo que le dejó honda huella en su vida.
“Juárez es tierra de misión, al ver la realidad de pobreza y de violencia hay mucho qué acompañar. Regreso y me da gusto encontrarme con gente que sigue caminando en la Iglesia dando testimonio. Encuentro una comunidad viva, no es fácil encontrar esta experiencia”, afirmó.
En esta ocasión la hermana Alicia servirá en el área de caridad y desde la Pastoral de la Salud en un dispensario médico de la capilla Santa Margarita María Alacoque.
“Los invito a que sigamos construyendo esa comunidad viva. Es un signo de vida en medio de lo que se vive en Juárez, no es fácil ser comunidad pero es un privilegio y un regalo de Dios. Los motivo a seguirse formando y fortaleciendo en la oración, en la Eucaristía, en el servicio y yo junto con ustedes”, finalizó.
Se despidió Madre Quina
Llena de aprendizaje y experiencias profundas, la hermana Quirina González, sierva de los pobres, dejó la diócesis después de lo que fue su segunda misión en Ciudad Juárez.
Durante ocho años, la hermana Quina, como es conocida, realizó su misión en la parroquia Virgen de la Luz como responsable del acompañamiento de las comunidades María Madre de la Misericordia y Santiago Apóstol, comunidad Mazahua, y en el ministerio de Cáritas parroquial.
“Fue una experiencia de Dios muy fuerte: de maduración, reflexión, amor apasionado por Jesucristo en sus pobres a quienes amé, serví y llevo en mi corazón. Cada rostro, cada sonrisa y alegría ante la manifestación de la Providencia. El rostro de gozo de los niños, los ancianos que con tanto amor y predilección serví y en quienes estaba presente Jesús Siervo”, compartió.
Agregó que se llevó también una experiencia comunitaria muy profunda, de comunión y unidad con sus hermanas de congregación.
“Gracias al padre Luis Escudero, un gran hermano que siempre nos apoyó y confió en mí, en nosotras”, dijo la religiosa.
La hermana Quina participó en un curso de nuevos agentes en Sisoguichi, donde está conociendo la realidad desafiante de la Sierra Tarahumara, lugar en el que, dijo, “falta gente que se comprometa con la causa de los indígenas”.
“Estoy contenta, hay que aprender tarahumara. Es otra cultura. Hay que acompañar a las comunidades indígenas rarámuris en sus fiestas, sus luchas por la defensa de sus derechos”, finalizó.