El sacerdote Juan Carlos López, licenciado en teología moral con especialidad en bio-ética, nos explica lo que enseña el Catecismo y el Magisterio de la Iglesia Católica sobre el uso de armas.
Claudia Iveth Robles
Crecer en la formación cívica y ética en aras del bien común, es del desafío que enfrenta la sociedad ante el tema de las armas y de su uso, cuando se habla del tema de la seguridad pública.
Esto afirmó el sacerdote Juan Carlos López, licenciado en teología moral con especialidad en bioética, quien explicó lo que nos enseña la Iglesia con relación al tema de las armas, un asunto que preocupa sobremanera y ocupa actualmente a la sociedad juarense, en virtud del repunte de crímenes que se registran, en los cuales se ven involucradas armas de fuego.
Para el sacerdote, proponer la posesión de armas por particulares, para su protección, no resuelve la problemática de inseguridad, sino al contrario, la empeora y pone en riesgo la estabilidad social.
Presentamos la respuestas que ofreció a los lectores de Presencia sobre este tema.
¿Qué nos dice la Iglesia sobre el uso de armas en su Doctrina y Magisterio?
La necesidad del uso de armas es un reflejo de la dificultad que el ser humano experimenta en nuestros tiempos para convivir pacíficamente respetando los ordenamientos jurídicos que buscan regular la convivencia de las sociedades. En una democracia, el uso de armas entre los civiles es la expresión violenta de la “ley del más fuerte” mediante la cual, pasando por alto las normativas sociales, se busca imponer la voluntad del que porta el arma.
Ciertamente en la Doctrina Social De la Iglesia se aborda el tema de las armas sólo a partir de la necesidad de la existencia de los ejércitos para la defensa de la soberanía nacional de cada país.
Podríamos decir que la existencia de las armas es, en cierto sentido, un mal hasta cierto punto tolerable, porque no podemos ser ingenuos de que existen amenazas reales a la estabilidad de la paz entre las naciones.
Sin embargo no se puede pasar en automático de la tolerancia de las armas en los ejercicios, a la posesión de armas en los hogares, porque lo que justifica las armas en las instituciones gubernamentales es el aseguramiento del bien común y no del bien privado como sería en el caso de los particulares.
¿En qué casos es factible el que una persona tenga o use una arma?
Existe el tema de la “legítima defensa” cuando se ven en peligro real no tanto nuestros bienes materiales, sino especialmente nuestras vidas o nuestra integridad personal, situación que sin embargo no justifica en automático el uso personal de armas, ya que la legítima defensa no forzosamente requiere las armas de fuego.
Está el caso de las personas que prestan servicios de seguridad personal, “guarda-espaldas”, me parece que este tema se trata de manera distinta ya que existen mecanismos legales y situaciones que justifican su presencia y su actividad y que de manera clara regulan el uso del arma de fuego.
Recientemente se propuso que en México los ciudadanos puedan portar armas para defenderse de la delincuencia ¿Qué opina y cuál debe ser la actitud del católico ante este tema?
Nuestro país vecino Estados Unidos, es un claro ejemplo de que la autorización de la posesión de armas no es la solución a la problemática de inseguridad, al contrario, con mucha probabilidad empeora la situación de inseguridad y de inestabilidad social.
La impunidad que se vive en nuestro país es otro factor de riesgo que nos asegura que no es conveniente tal propuesta, ya que se abre la puerta a que muchos aprovechen para legalmente poseer un arma y darle un mal uso, con la alta probabilidad de que no enfrenten ninguna consecuencia por sus actos.
La tarea más bien es la educación y la formación cívica en aras de la responsabilidad social y del bien común.
¿Por qué debe importarnos este tema del uso de armas, sea legal o ilegal?
El simple hecho de sugerir esta posibilidad es un reflejo de la situación urgente de inseguridad que está enfrentando nuestro país por diversos factores sociales, culturales, económicos y políticos. Como sociedad y como Iglesia nos llama a la reflexión sobre la conciencia social y civil que tenemos frente a la paz social que todos nosotros debemos construir, consolidar y conservar.
Hemos dejado pasar muchos años que han descompuesto el tejido social. Con toda seguridad, la solución no será que todos nos armemos, sino que crezcamos en formación cívica y ética, tema que hace y muchos años fue excluido de los programas educativos de nuestro país.