Manual básico para ser un católico sin complejos
Otro de los temas que provocan ataques a la moral de la Iglesia es el de la anticoncepción ¿Qué tanto sabemos al respecto?
José González Horrillo/Autor católico
Podemos decir sin temor a equivocarnos que, si hay un asunto especialmente propicio para que se cuelen por él los ataques a la Iglesia, éste es, sin duda, el de los anticonceptivos. Estamos hartos de escuchar tonterías como las siguientes: La Iglesia es una anticuada porque está en contra del sexo, por culpa de la Iglesia el sida se extiende por el mundo, según la Iglesia hay que tener todos los hijos que Dios te dé, y un largo etcétera.
Hay mucha gente que esgrime argumentos sin haberse parado mínimamente a considerarlos sólo porque son escuchados hasta la saciedad en los medios de información. Por ejemplo, ante la idea de facilitar al Tercer Mundo preservativos para evitar que el sida se extienda, nosotros nos preguntamos: ¿no hay dinero para darles de comer y proporcionarles medicinas, y sí lo hay para abastecerlos de preservativos? ¿Alguien les ha explicado, además, que la eficacia de los mismos deja mucho que desear y lo eficaces que son para otros males?
Planificación familiar
En primer lugar, vamos a aclarar, exactamente, lo que dice la Iglesia Católica sobre el tema de la planificación familiar. Según la enseñanza de la encíclica del Papa Pablo VI publicada el 25 de julio de 1968, Humanae Vitae, número 14, la anticoncepción consiste en una acción que destruye en el acto conyugal su natural fuerza procreativa, ya sea que dicha acción se lleve a cabo antes, durante o después del mismo.
Lo que sí acepta la Iglesia son los llamados medios naturales que consisten esencialmente en conocer cuando la mujer es fértil y cuando no. Si se están espaciando los nacimientos, los esposos evitan las relaciones conyugales durante el tiempo fértil. De esta manera, los métodos naturales no destruyen la capacidad de procrear de ningún acto conyugal, sino que respetan los ciclos de fertilidad e infertilidad que Dios mismo ha puesto en la naturaleza femenina para espaciar o buscar los nacimientos. Los métodos naturales son una manera racional de usar y respetar lo que Dios ha creado.
Al destruir la natural fuerza procreativa del acto conyugal, los anticonceptivos están separando la apertura a la vida de la unión conyugal. Sin embargo, alguien podría alegar que en ambos casos se busca evitar un embarazo; no obstante, esto no quiere decir que ambas maneras de conseguir un mismo fin sean buenas. Dios ha creado tiempos fértiles e infértiles en el ciclo femenino (de hecho, los segundos son mucho más largos, por lo que el período de abstinencia es mínimo). Es lógico pensar que Dios no tiene la intención de que los esposos tengan hijos cada vez que se unan. Lo que si exige es que se respete la estructura original del acto conyugal con su doble finalidad de apertura a la vida y unión en el amor matrimonial.
A favor del sexo
La Iglesia no está en contra del sexo, como muchos opinan. Lo que hace el catolicismo es no separar el sexo del amor y el respeto para cuidar de la dignidad de la persona, que no es un objeto de placer de nadie. Y recomienda los métodos naturales en algunos casos: su efectividad está demostrada y no van contra la voluntad de Dios.
Por el interés del tema vamos a extendernos un poco más al hablar de la paternidad responsable. Como ya se ha visto, la Iglesia Católica no enseña que los matrimonios deban tener los hijos que físicamente puedan tener, sino que habla explícitamente de paternidad responsable y aconseja la utilización de los métodos naturales. Del conocimiento de la fertilidad humana, sobre todo la femenina, han surgido estos métodos, efectivos un 95-99%, muy fáciles de aprender, gratuitos, beneficiosos para la salud femenina y que no dependen de la regularidad e irregularidad de la mujer.
Paternidad responsable
La Humanae Vitae nos enseña que la paternidad responsable es tener una actitud de generosa apertura a la vida, es decir, el deseo de tener una familia. Ahora bien, cuando hay motivos serios o graves se puede tomar la decisión y espaciar los nacimientos. Si los esposos conocen los métodos naturales de la planificación de la familia pueden saber de antemano, con bastante probabilidad, cuándo un acto conyugal es fecundo y cuándo no. Pero al no interferir con la capacidad procreadora de estos actos, le dejan a Dios la última palabra sobre la transmisión de la vida.
Los métodos naturales hacen que los esposos se comuniquen más, desarrollen el amor cristiano y no se traten el uno a otro como objetos sexuales. Si el hombre aprende a controlarse al utilizar estos métodos, aprenderá a respetar a su mujer y a ser fiel al matrimonio. Así, las relaciones conyugales se verán enriquecidas en la calidad.
Los métodos naturales, además de ser compatibles con todas las culturas y todas las religiones, son fáciles de enseñar y aprender. Son gratuitos, como ya hemos dicho, y no tienen ningún efecto perjudicial secundario. La libertad y los derechos de la mujer o del marido se respetan mejor, pues desarrollan una relación interpersonal más profunda entre los esposos, basada en el diálogo, las decisiones compartidas y el respeto recíproco. De esta manera se fortalece el matrimonio y, por consiguiente, la vida familiar. No podemos decir lo mismo de los anticonceptivos.
En primer lugar, la anticoncepción química o instrumental falla lo mismo o más que los métodos naturales, aunque apenas se diga, quizá porque detrás hay muchos intereses comerciales (no podemos olvidar que los métodos naturales ponen en peligro los fabulosos ingresos que produce la industria de la anticoncepción).
Anticoncepción y aborto
Una prueba de que los métodos artificiales también fallan es la insistencia en el aborto o en la píldora del día después para los casos en que el preservativo o la píldora anticonceptiva no han producido el efecto deseado.
La mentalidad anticonceptiva hace más fuerte la tentación del aborto ante la eventual llegada de una vida no deseada, y es patente que la cultura abortista está mucho más desarrollada en los ambientes que rechazan la enseñanza de la Iglesia sobre la anticoncepción. Ésta y el aborto, a menudo, están muy relacionados, pues son frutos de una misma mentalidad: cuando la vida que podría brotar del encuentro sexual se convierte en un enemigo que hay que evitar absolutamente, el aborto suele ser la única respuesta posible frente a una anticoncepción frustrada. De hecho, hay estudios que demuestran que dos de cada tres mujeres que han abortado o no han deseado el último embarazo utilizaron anticonceptivos considerados «seguros».
Hoy en día es muy habitual encontrarnos a grupos autodenominados «progresistas» repartiendo preservativos a adolescentes en institutos y colegios. Al proporcionar estos medios y animar a los jóvenes a emplearlos, no se les está simplemente ofreciendo un método para evitar embarazos o para impedir el contagio del sida; lo que el uso juvenil del preservativo modi-fica es el comportamiento de los usuarios, pues a través de esa práctica se impone una determinada manera de conducirse en su vida sexual.
Al suministrar el preservativo se está estimulando la conducta que, con la repetición de actos (con el consumo de más preservativos), acabará por configurar y modular una determinada facilidad para las relaciones sexuales, pues le implanta un nuevo hábito de comportamiento. De esta forma, se multiplica la probabilidad de que en el futuro los usuarios establezcan más relaciones sexuales, es decir, mayor número de contactos potencialmente contagiosos o causantes de embarazos no deseados.
Iglesia y sida
Estos «progresistas del preservativo» suelen, además, hacer la siguiente afirmación: El sida se transmite por el contagio sexual, la Iglesia se opone al uso del preservativo, luego la Iglesia está colaborando en la difusión de la epidemia. Lo que ellos no saben (o no quieren saber) es que el sida es mucho más fuerte en las zonas donde menos presente está el cristianismo y donde, por tanto, poco puede influir la Iglesia en las mentalidades y los consiguientes comportamientos. No es serio pensar que un varón africano, que usa la sexualidad según sus tradiciones, muy lejanas a lo que la Iglesia católica recomienda, esté esperando la palabra de Roma para usar o no un preservativo.
A parte de que este medio anticonceptivo es mucho menos seguro de lo que muchos piensan, quienes conviven a diario con el problema del sida saben bien que para luchar contra esta tragedia en esos países hay que ir por la vía de una educación que eleve el nivel económico, cultural, la conciencia de la dignidad de cada hombre y, sobre todo, la valoración de la mujer. A todo esto, además, ayudan en gran manera los millares de misioneros que gastan allí su vida creando y manteniendo hospitales y escuelas. En resumen, los “progresistas» reparten los preservativos e incitan a tener relaciones sexuales, y los católicos cuidan a los que se han contagiado.
Una Cultura de la muerte
Algo que nunca te contarán los promotores y beneficiarios del uso de los anticonceptivos son los efectos secundarios y las posibles consecuencias de su utilización:
- Los anticonceptivos orales (píldoras) pueden causar embarazos ectópicos, esterilidad por atrofia ovárica, trastornos circulatorios y de coagulación de la sangre que causan accidentes cerebrovasculares, coronarios, de extremidades, oculares, embolias o infartos que pueden llevar a la muerte. Además pueden causar enfermedades de hígado, cáncer de mama, ectopia en el cuello del útero que predisponen a su inflamación y trastornos en el sistema inmunológico que aumentan la propensión a contraer enfermedades de transmisión sexual.
- Los implantes, además de todos los efectos antes citados, tienen los riesgos de una cirugía menor cuando se implantan y, sobre todo, las complicaciones cuando se retiran.
- Los inyectables aceleran el desarrollo de cánceres, igual que las píldoras.
- Los dispositivos intrauterinos (DIU) pueden causar heridas e infecciones en el cuello del útero o en el tractus reproductor, que a su vez pueden causar perforaciones uterinas que requieren una operación con todos sus riesgos, incluyendo la esterilidad. También provocan sangrados muy abundantes y embarazos ectópicos.
- Los preservativos y diafragmas, además de que resultan incómodos de manipular, pueden fallar, producir alteraciones psíquicas, afectar la sensibilidad y causar infecciones, alergias al látex y lesiones locales.
- Los espermicidas, además de abortivos, pueden causar molestias, inflamaciones e infecciones. También puede suceder que sólo dañen el espermatozoide, sin llegar a destruirlo, causando así el nacimiento de niños con malformaciones.
Organismos antinatalistas
En caso de duda sobre la información que acabamos de dar, aconsejamos leer los efectos secundarios en los prospectos de tales productos o, simplemente, consultar a un médico que no reciba comisión por la venta de los mismos. Por supuesto, todo esto será negado por los beneficiarios de estos métodos y por los «progresistas» que, por norma, están en contra de todo lo que la Iglesia diga.
Finalmente, haremos alusión a lo que se ha empezado a llamar la Internacional Antinatalista, compuesta de un número de organizaciones que comparten la misma ideología y que tienen objetivos afines. Algunas de ellas son: ONU, UNICEF, OMS, FNUAP, el Banco Mundial, y la mayor de todas, la Federación Internacional de Planificación de la Familia (IPPF son sus siglas en inglés).
Estas asociaciones son abanderadas en lo que actualmente se conoce como «la cultura de la muerte».
Para terminar, recordamos que todos estos métodos artificiales fueron introducidos masivamente después de la segunda mitad del siglo XX con el fin de promover el «sexo libre» (la Revolución sexual), sin el riesgo de llegar al embarazo. El fin primordial de estos métodos es el de «evitar la vida» de un ser humano y dar lugar al placer sexual ilimitado. Pero todo esto forma parte del siguiente tema.