Entramos en la segunda parte de este análisis que nos ayuda a desmontar tópicos que atacan a la Iglesia católica…para así convertirnos en católicos sin complejos…

T* Ordenación de 5 sacerdotes y 5 diáconos
F* 2022_06_12
L* Catedral de Pamplona
José González Horrillo/Autor católico
La Iglesia sólo intenta llevar a cabo lo que Dios manda. No puede ni debe alterarlo, aunque humanamente no estuviese de acuerdo. La moral de la Iglesia no la dictan los papas u obispos, sino Dios; por eso, la Iglesia no puede ceder en muchos aspectos, aunque éstos sean «políticamente incorrectos».
El celibato sacerdotal
Mucha gente, incluido algún católico que se deja llevar por el «pensamiento político correcto», critica a la Iglesia por el asunto del celibato sacerdotal, alegando que la Iglesia «obliga» a los sacerdotes a mantenerse célibes en contra de su voluntad. A su vez, los medios de comunicación nos informan con regodeo de los detalles escabrosos de los pocos sacerdotes que lo infringen, jamás sobre los muchos que lo acatan; y eligen estratégicamente aquellos casos relacionados, a poder ser, con algún delito sexual.
Hay, incluso, quien ha pretendido relacionar el celibato con la pedofilia. Se trata, en definitiva, de oscurecer la realidad mediante la hipertrofia de la excepción. Esta estrategia engañará a quienes deseen ser engañados, pero también erosionará la fe de aquellos creyentes ingenuos y bienintencionados. Analicemos brevemente el tema:
Diremos desde el primer momento que el celibato es una disciplina eclesiástica sujeta a cambio que, de hecho, cambió y puede, teóricamente, seguir cambiando. No se trata de un dogma de fe. La hermana iglesia Ortodoxa, que ordena sacerdotes «válidamente» según el juicio de la Católica, admite hombres casados al sacerdocio. Es más, la misma Iglesia Católica, en los países donde predomina el rito bizantino, ordena sacerdotes a hombres casados, los cuales continúan viviendo su vida matrimonial después de la ordenación. Pero lo que nunca se aceptó en ningún lado es que un ordenado pudiera casarse.
Entonces, ¿por qué la Iglesia Católica Occidental continúa exigiendo el celibato a sus sacerdotes? Veamos sus motivos:
Medio para el servicio
En primer lugar, por ser lo más fiel posible a los consejos de la Biblia (la Palabra de Dios). En Mt. 19 encontramos a Jesús diciendo a sus apóstoles que hay personas que han descartado la posibilidad de casarse por Amor al Reino de Dios. Y en 1Co.7 escuchamos a San Pablo proferir que el célibe se ocupa de los asuntos del Señor.., mientras que el casado de los asuntos del mundo… y está dividido.
Ciertamente, Jesús de Nazaret, que se mantuvo célibe, nunca impuso a sus seguidores el celibato; y Pablo, que también fue célibe, aconsejó casarse antes que estar devorado por la pasión. Pero los dos aconsejaron el celibato añadiendo, además, que se trata de una Gracia que Dios concede a quien quiere. Aunque en las primeras comunidades el celibato no era obligatorio, la mayoría de las iglesias locales guardaban la costumbre de admitir a las órdenes sagradas preferiblemente a los célibes.
En resumen, la Iglesia no defiende el celibato como una necesidad absoluta, pero lo ve como el mejor medio para que el siervo de Dios y de su pueblo pueda actuar «sin divisiones», y pueda desempeñar su misión de la mejor forma posible.
El celibato constituye una severa rectificación de la naturaleza humana que sólo unos pocos elegidos pueden afrontar; esos pocos elegidos siempre serán los sacerdotes entregados con mayor esmero a su ministerio, pues no habrá familia carnal que los distraiga.
El mismo obispo de Oradea Mare (Rumanía) reconocía lo siguiente:
En nuestra Iglesia, el veinte por ciento de los sacerdotes de rito greco-católico están casados, mientras que los otros viven el celibato. En mi diócesis tengo sacerdotes casados y con hijos, y en general, tienen más problemas que los demás, pues los célibes pueden dedicarse a la misión a tiempo completo, mientras que los casados tienen que entregar una parte de su tiempo y de sus preocupaciones a gozar y sostener a su familia.
Es por esto que la doctrina oficial de la Iglesia a lo largo de los siglos ha subrayado la importancia del celibato sacerdotal como signo de cercanía a Jesús y como modo de dedicarse plenamente al ejercicio de la labor pastoral de los sacerdotes.
Podemos asegurar que la mayoría de los clérigos católicos consideran de plena validez la norma del celibato presbiteral (vigente en la Iglesia Católica de rito cristiano desde el siglo IV) como signo de una entrega total a su vocación. Frente a la postura oficial, algunos sectores (mínimos) han solicitado una reforma que permita la existencia de curas casados.
Pero, curiosamente, los que más ruido arman contra el celibato son grupos que no se consideran católicos y que, además, suelen atacar a la Iglesia, es decir, los que odian a los curas reivindican cosas para los curas!, ¿quién los entiende?, y sobre todo, ¿qué pretenden con ello? Claro está que buscan el desprestigio de la Iglesia.
Un Sin sentido
Decir que la Iglesia «impone» el celibato no deja de ser un sinsentido, ya que nadie está obligado a ser célibe puesto que nadie está obligado a ser sacerdote. La Iglesia ofrece la posibilidad del sacerdocio unido al celibato a quien libremente se sienta llamado a ello, sin olvidar que la vocación sacerdotal es un llamamiento gratuito de Dios para su Iglesia, y no un derecho personal del candidato. La fidelidad al celibato es una Gracia, un don, no una conquista personal.
En la Iglesia hay cientos de maneras de servir al pueblo de Dios. Si alguien cree que es llamado a ocupar un lugar activo en ella, pero piensa que no está llamado al celibato, sepa que puede ocupar un lugar según el don que Dios le ha dado, sujetándose al parecer de la Iglesia. El candidato al sacerdocio tiene largos años para reflexionar y prepararse. No creemos que sea lícito hablar de obligación en sentido de «imposición forzada». El hombre que quiere ser sacerdote sabe lo que la Iglesia propone, nadie le engaña, y la última decisión la toma él con toda libertad.
Odio palpable
El colmo de la mala intención y del odio a la Iglesia hacen su aparición cuando alguien intenta relacionar el celibato sacerdotal y la pedofilia. Ciertamente (y por desgracia) se han dado algunos casos de abusos de sacerdotes a niños, pero son aislados, concretos, puntuales, que de ninguna manera deben usarse para proferir una acusación general a todos los curas.
La pedofilia entre los sacerdotes es extremadamente rara, dándose más habitualmente en otros grupos o medios que, por supuesto, son menos aireados en los medios de comunicación. Recordemos los últimos casos de abusos que se dieron en EEUU y que la prensa difundió con tanto empeño. Más de ochenta fueron los sacerdotes etiquetados por los medios de comunicación como pedófilos. Lo que no publicaron después fue que sólo cuatro fueron culpables y condenados; el resto fueron víctimas inocentes de un complot para degradarles y sacarles dinero. Sus acusadores sí fueron condenados, pero eso nunca se dijo.
Identificar el celibato con la pederastia es absurdo, ya que todos los datos disponibles señalan el perfil del abusador como una persona no célibe.
También hay quien ha intentado acusar a la Iglesia Católica de no hacer nada para solucionar el problema, pero esto tampoco es cierto. La Iglesia es la que más ha hecho, está haciendo y hará para frenar este tipo de actos. La última de las medidas ha sido la de intentar evitar que los homosexuales ingresen en los Seminarios, ya que es tres veces más probable que los homosexuales sean pedófilos; pero estas declaraciones, que se sabe que son ciertas, no son «políticamente correctas».
El sacerdocio femenino
Al igual que ocurría con el tema anterior, muchas son las voces, casi siempre de fuera de la Iglesia, que se alzan a favor del sacerdocio de la mujer y que acusan a la Iglesia de ser una institución machista y retrógrada. Muchas veces estas reivindicaciones proceden de grupos feministas radicales o partidos políticos que se oponen por sistema a todo lo que la Iglesia hace o propone; pero casi nunca parten de mujeres católicas que son las que, por lógica, podrían solicitarlo.
La pregunta clave es la siguiente: ¿Tiene la Iglesia motivos para no permitir el acceso de la mujer al sacerdocio ministerial? A continuación, demostraremos que sí.
La primera y más importante razón es la actitud del propio Jesucristo. Históricamente, Jesús no llamó a ninguna mujer a formar parte de los doce. En esto debe verse una voluntad explícita, pues podía haberlo hecho y manifestar así su voluntad. Cristo debía prever que al tomar esta actitud sus discípulos la interpretarían como que tal era su voluntad. La objeción más común a este argumento es que Jesús obró de este modo para conformarse con los usos de su tiempo y de su ambiente, en el que las mujeres no desempeñaban actividades sacerdotales. Pero esta réplica deja de ser válida en el momento en que vemos que Jesús no se atiene a los usos de la cultura judía con respecto a la mujer. Su actitud hacia ésta contrasta fuertemente con la de los judíos contemporáneos, hasta el punto tal de que sus propios apóstoles se extrañaban e incluso escandalizaban: Cristo conversa públicamente con una samaritana, no toma en cuenta la impureza legal de la hemorroisa, permite que una pecadora se le acerque en casa de Simón, perdona a la adúltera, etcétera. Esta libertad de actuación es evidente para mostrar que, si Jesucristo quería la ordenación ministerial de la mujer, los usos y costumbres de su pueblo no representaban ningún obstáculo. Después de Jesús, los apóstoles siguieron la misma praxis respecto del ministerio sacerdotal, llamando solo a varones.
Y esto a pesar de que María Santísima ocupaba un lugar central. Entendieron que ésta era la voluntad de su maestro. Posteriormente, cuando alguna secta herética de los primeros siglos quiso confiar el ministerio sacerdotal a las mujeres, los Santos Padres juzgaron tal actitud inaceptable en la Iglesia.
Veamos a continuación otros dos argumentos:
El sacerdote ministerial, especialmente en su acto central que es el sacrificio eucarístico, es signo de Cristo Sacerdote y víctima. Por tanto, si en la Eucaristía es necesario expresar sacramentalmente el papel de Cristo, sólo puede darse una «semejanza natural» entre Cristo y un ministro varón. De hecho, la Encarnación del Verbo ha tenido lugar según el sexo masculino. Si se quiere, por tanto, habría que discutir el por qué Dios se encarna en un varón y no en una mujer; pero partiendo de hecho de que así fue, no puede discutirse que sólo un varón represente adecuadamente a Cristo.
Cristo es representado por la Sagrada Escritura como el Esposo de la Iglesia. Esto resalta la función masculina de Cristo respecto a la función femenina de la Iglesia en general. Por tanto, para que en el simbolismo sacramental el sujeto que hace de materia del sacramento del orden (que representa a Cristo), y luego el sujeto que hace de ministro de la Eucaristía (que obra en la persona de Cristo) sea un signo adecuado, tiene que ser un varón.
Los errores principales son el confundir el sacerdocio sacramental con el sacerdocio común de los fieles y dejarse llevar por los prejuicios que ven en el sacerdocio ministerial una discriminación a la mujer.
Recordemos que los más grandes en el Reino de Dios no son los ministros, sino los santos y, -excluida la humanidad de Cristo la más alta de las criaturas en honor y santidad, la Virgen María (una mujer), no fue revestida por Dios de ningún carácter sacerdotal.
Concluimos diciendo que la razón principal de la Iglesia para hacer lo que hace no es otra que la fidelidad a su fundador, aunque esto le suponga críticas, ataques y odios por parte de muchos.