Estamos en el Año de la Misericordia decretado por el Papa Francisco en el que se nos pide “ser misericordiosos como el Padre”. El sacerdote Francisco Galo Sánchez nos explica cuáles son los rasgos del Padre Misericordioso
Pbro. Francisco Galo Sánchez
Las características que a continuación serán presentadas nacen a partir de esta pregunta: ¿Cómo Jesús nos presenta a su Padre que es Misericordioso? Para ello me baso en la lectura de Lc 15,11-31; tratando de que ustedes como papás también se fijen para ser misericordiosos como el Papa nos pide que lo seamos en este Jubileo.
1.- Es un Padre que reparte lo que tiene, que no se queda con nada para él. Nosotros solemos más bien guardarnos algo, todos tenemos nuestro guardadito. Este lo da todo, lo entrega todo, lo comparte todo. No es alguien que sea avaricioso o bien egoísta, sino todo lo contrario. No quiere nada para él, sino para sus hijos, no prevé nada para él, sino para los suyos. No suele ser acumulador sino más bien se queda sin nada, se hace y vuelve pobre, porque hasta lo que había juntado lo da. No es previsor en el sentido de querer asegurarse, sino más bien de querer que sus hijos lo tengan.
2.- Es un Padre que los ve aun cuando anden lejos, cuando no se quieran acercar, pues no guarda ni alimenta ningún rencor, más bien se enternece, pues son sus hijos y no busca perderlos. Por eso vigila, mantiene siempre activa la esperanza incluso cuando deciden no regresar. No se cansa de esperar aunque no den señales de vida. No se desespera a pesar de no tener noticias ni tampoco de no querer entrar a la fiesta.
3.- Es un Padre que vive sin enojos, sin corajes, sin desquites. No guarda rencor ni lo alimenta. Más bien muestra su amor. No reprocha la conducta de sus hijos, no les echa en cara lo mal que se portaron con él. No les dice lo mal que hicieron aunque sea verdad. No se fija si es justo o no lo que sus hijos hicieron, más bien el amor que tiene por ellos lo hace ser débil ante los demás. Lo lleva a mostrar más eso que lo que ellos esperan.
4.- Busca encontrarse, no se esconde ni siquiera se oculta, al contrario, sale encarrerado a recibir al más pequeño, así como por el mayor sale en su búsqueda para animarlo a entrar en la fiesta, que también es suya. Aunque esté sólo no pierde la esperanza de recuperar al que se ha ido. Aunque no esté a su lado, de todas maneras sabe que un día podrá regresar y quiere que vea lo feliz que le hace el tenerlo de nuevo en casa más que lo que hizo. No pretende quedarse en su soledad, más bien los busca, quiere hacerse el encontradizo.
5.- Es un Padre cariñoso, por eso lo abraza, lo besa, le muestra lo que hay en su corazón y no hay nada de odio o deseo de venganza. No vive de lo que le hicieron sino de lo que son: sus hijos. Es más importante recordarles eso que los actos realizados por muy buenos o malos que hayan sido. De ahí que los signos son clara manifestación de un aprecio no de un mero cumplimiento de normas. A pesar de haber cumplido con todo, lo que importa es que ame no tanto el quedar bien. Por eso les dice: ¡hijo!, pues lo sigue siendo aunque no se haya portado como tal.
6.- Es un Padre que escucha. Puede ser que sepa más que sus hijos, que esté mejor preparado, pero prefiere saber por boca de ellos, quiere darse cuenta por ellos no por él sólo. Los quiere oír, dejarlos hablar. No le importa si sean tonterías o grandes verdades, es lo que sus hijos le dicen, le comparten, por eso para él es importante. De ahí el interés de oírlos, de estar atento a pesar de no querer entrar, pues quiere saber lo que hay en su interior para sanarlo, para que reparen la herida con amor, como él lo ha hecho.
7.- Por último, es alegre, hace fiesta, no es un Padre aburrido, ni demasiado serio, es creador de fiesta pues le interesan sus hijos no tanto el qué dirán o lo que piensen los demás. Quiere que todo mundo se entere que los ha recuperado, que están de vuelta en casa. Su alegría no cabe en su corazón por eso la comparte y la expresa. Son sus hijos no sus sirvientes ni esclavos, son su familia no extraños a los que les da igual estén o no. La fiesta es para ellos no para él, no pretende ser el protagonista, sino el anfitrión, el que prepara para ellos, el que sirve a ellos no el que se sirve de ellos.
Que ojalá y también nosotros sepamos imitar los rasgos de este Padre que el Señor nos anuncia, para que siendo sus hijos, el Espíritu Santo siga trabajando en nosotros hasta formarnos, como María, a semejanza de Jesucristo, Nuestro Señor. Así sea.