Durante el tiempo de Adviento se celebra una antigua tradición mariana llena de símbolos que ayudan a comprender el misterio de la espera de la llegada del Salvador… se trata de una Misa sabatina que en los últimos años ha comenzado a retomarse en la diócesis local.

Diana Adriano
El Adviento es un tiempo de espera por la pronta llegada del Señor en la Navidad. Es en este espacio litúrgico cuando se celebra la Misa Rorate, una Eucaristía llena de símbolos y gestos que ayudan a que los fieles puedan comprender ese misterio.
Se celebra los días sábados de Adviento, teniendo en cuenta que la Iglesia Católica dedica este día a la Santísima Virgen María, quien durante nueve meses esperó llena de amor el nacimiento del Señor.
El padre David Hernández, promotor vocacional de la diócesis y formador del Seminario, reflexionó con Periódico Presencia sobre la riqueza espiritual y el profundo simbolismo de la misa Rorate Caeli, antigua tradición mariana que la Iglesia ha mantenido viva durante siglos y que, en los últimos años, ha comenzado a hacerse presente en distintas comunidades de la diócesis local.
Celebración devocional
El sacerdote explicó que la misa Rorate Caeli es una celebración plenamente devocional, dedicada a la Virgen María y arraigada especialmente en la espiritualidad del Adviento.
Su origen se encuentra en Alemania, donde comenzó a practicarse como una manera de honrar a la Madre Santísima en medio de la espera del nacimiento de Jesús.
“Esta devoción nace alrededor de los siglos X, XI y XII y desde entonces ha permanecido como una forma muy bella de vivir la esperanza en Cristo”, detalló el padre David.
Dijo que uno de los rasgos más distintivos de esta misa es que se celebra antes del amanecer, en un templo iluminado únicamente por velas.
“Se inicia todavía en la oscuridady cuando finaliza la Eucaristía, las personas salen ya con la luz del día”, explicó el padre David.
Este gesto, aparentemente sencillo, encierra un mensaje profundamente catequético: el pueblo que camina en tinieblas se encuentra con la luz de Cristo, el Sol que nace de lo alto, como anuncia el Evangelio.
El padre David recordó que el papa Benedicto XVI evocaba con cariño estas misas de su infancia.
En su autobiografía el finado Santo Padre comentó que durante su infancia, «en el tiempo de Adviento, por la mañana temprano, se celebraban con gran solemnidad las Misas Rorate en la iglesia aún a oscuras, sólo iluminada por la luz de las velas».
“La espera gozosa de la Navidad daba a aquellos días melancólicos un sello muy especial”, escribió también el Papa Ratzinger de feliz memoria.
Del mismo modo, el papa Francisco alentó a continuar celebrándolas donde exista esta devoción mariana.

Iniciativa sacerdotal
Inspirados por ese llamado, el padre David y el padre Víctor Pineda, formadores del Seminario, comenzaron hace dos años a celebrar las misas Rorate Caeli tanto en la parroquia El Señor de la Misericordia como en el Seminario Conciliar de Ciudad Juárez. Al abrirlas al público, la respuesta de los fieles fue sorprendentemente positiva.
“La gente decía que nunca había vivido una misa así. Muchos expresaban que se sintieron en una gran paz y en una profunda calma”, comentó el padre David.
Los seminaristas también compartieron esta experiencia, reconociendo la fuerza espiritual que brota del simbolismo: mientras el cielo pasaba de la oscuridad a la claridad, el templo se iluminaba de manera natural, casi como reflejo del alma que se abre al encuentro con Cristo.
“A veces estamos en tinieblas y esas tinieblas no nos dejan reconocer quiénes somos ni con quiénes caminamos. Llegamos al templo y no distinguimos nada, pero después de la Eucaristía, después de comulgar, Cristo nos devuelve la imagen, nos devuelve la claridad. Ya podemos ver a quienes están a nuestro lado y podemos reconocernos nuevamente”, reflexionó el sacerdote entrevistado.
Recientemente, en el evento vocacional Finde Vocacional, los 60 participantes tuvieron oportunidad de experimentar la gracia de una Misa Rorate.
Todavía a oscuras del sábado 6 de diciembre, la misa comenzó en la capilla de la Casa del Migrante, pues el evento se realizó en la Casa de Ejercicios de la Diócesis, contigua.
Ahí, junto con el padre Francisco Bueno, director de la casa del Migrante, el padre David presidió esta especial Eucaristía, en la que los participantes pudieron comulgar al tiempo que las luces del Alba asomaban los cristales del templo.

¿Cuándo se celebran?
Aunque algunas personas suelen pensar que pueden realizarse en cualquier momento del Adviento, el padre David aclaró que la tradición marca los sábados, debido a su carácter mariano.
“Es una devoción, no algo reglamentado. Su sentido es catequético y profundamente espiritual”, resaltó.
Por lo mismo, no se trata de una misa distinta en su estructura, sino del uso del simbolismo de la luz y la oscuridad para recordar la esperanza del Adviento: el pueblo que aguarda la venida del Señor lo hace con la mirada puesta en María, la estrella que anuncia el amanecer.

Un camino de esperanza
Para el padre David Hernández, la misa Rorate Caeli es una invitación a detenernos, a contemplar y a dejarnos iluminar por Cristo. En un tiempo marcado por prisas, preocupaciones y sombras, esta celebración ofrece a los fieles una experiencia de serenidad y renovación.
“Es una misa que nos ayuda a recuperar la identidad, a volver a vernos con los ojos de Cristo. Y si esta devoción ayuda a la gente a acercarse más a Dios, vale la pena mantenerla viva”, concluyó.

Algunos detalles de la Misa Rorate Caeli
*El nombre Rorate viene del latín Rorate caeli (cielos, lloved), un tradicional canto de Adviento que se entona al principio de esta liturgia.
*La celebración comienza antes del amanecer y sin iluminación en el templo. Las únicas luces contempladas en esta ceremonia son las de los candelabros en el altar y las velas de los fieles.
*La oscuridad del templo recuerda las tinieblas del mundo antes de la llegada del Señor, mientras que las pocas luces encendidas simbolizan la lucha de los que quieren ser fieles a Dios en medio de las sombras.
*El final de la Misa Rorate coincide con la salida del sol. Esto recuerda las palabras del profeta Zacarías, quien, lleno del Espíritu Santo, dijo que Cristo es «la luz que nace de lo alto a fin de iluminar a los que habitan en tinieblas y sombras de muerte y guiar nuestros pasos por el camino de la paz» (Lc 1,78-79).


































































