Formadora de guías de los Talleres de Oración y Vida explica la importancia de la oración y ofrece consejos para hacerla y fortalecerla en esta Cuaresma…y siempre!
Ana María Ibarra
El tiempo de Cuaresma es uno de los momentos más importantes en que la Iglesia invita a los fieles a acercarse a Dios mediante la oración. Sin embargo, esta práctica debe ser constante en todo católico, ya que la oración es un puente entre Dios y el hombre que transforma la vida.
Así lo explicó Isabel García, formadora de la Escuela de preparación para guías de Talleres de Oración y Vida, quien compartió con los lectores de Presencia algunos consejos sobre cómo adentrarse en ese momento de intimidad con Dios.
Importancia de la oración
La oración es importante ya que a través de ella la persona orante transforma su vida, explicó primeramente Isabel.
“El padre Ignacio Larrañaga dijo: si tu oración no te transforma, no estás orando bien. La oración y la vida van unidas. Cuando tienes fe, cuando el Espíritu Santo ya te invadió, ya no puedes separar la oración de tu vida”, expresó Isabel.
La formadora agregó que la transformación llega cuando la persona empieza a ser como Jesús.
“Nunca seremos igual que Él, pero a medida que oramos, vamos adoptando los rasgos de Jesús, pensar como pensaba, actuar como actuaba, amar como amaba. Es muy fácil detectar a una persona que ora, porque es una persona que trata de ser como Jesús”, explicó Isabel. Añadió que una persona de oración, ante cualquier situación siempre se pregunta ¿qué haría Jesús en mi lugar?
“Cuando la oración no nos transforma es porque oramos de la boca para afuera, y tenemos que orar de la boca hacia adentro. Para orar no necesitamos hablar, no necesitamos de la voz, porque nos comunicamos con Él sin pronunciar palabras, todo está en la mente y en el corazón”, afirmó.
Cómo hacer la oración
Isabel explicó que para adentrarse en la oración lo primero es buscar un lugar solitario, silencioso, que ayude a estar verdaderamente en la presencia de Dios.
“No es fácil hacer oración si no existe silencio interior, por eso lo primero es buscar un lugar adecuado, puede ser en la casa, no importa que ahí estén el marido y los hijos, lo importante es buscar un lugar donde no me interrumpan y respeten mi tiempo de oración”, dijo Isabel.
Después se inicia el silenciamiento interior tomando en cuenta que este momento no es la oración en sí, sino la preparación anímica y física para orar.
“Mucha gente mientras realiza tareas del hogar reza el Rosario y cree que está orando. No es verdad, o estás con Dios, o estás con los quehaceres, las dos cosas juntas no se puede. Si mi papá Dios me regala 24 horas todos los días desde que nací, ¿por qué no puedo dedicarle media hora exclusivamente para Él?”, cuestionó Isabel.
Cuando el interior está en silencio, añadió Isabel, se debe invocar al Espíritu Santo para que sea auxilio e ilumine la oración.
“Un momento de silencio puede ser la casa, en el templo o un parque, donde se respire silencio y soledad. El momento de oración se puede apoyar con textos bíblicos”, añadió.
Dios, Padre y amigo
Pero orar no es lo mismo que rezar, dijo Isabel, aunque se puede utilizar alguna oración ya escrita, especialmente aquellas personas que se les dificulta estar en momentos de recogimiento.
“Rezar es repetir oraciones ya escritas, orar es hablar directamente con Dios. En talleres de oración se encuentran diversas modalidades de oración que ayudan a la gente, pues muchos encuentran dificultad para orar. Decía el padre Ignacio que la mente es como una mariposa que anda revoloteando y no se está quieta, por eso es importante el silenciamiento”, dijo Isabel.
Explicó que para hablar con Dios se deben usar palabras sencillas.
“Dios no quiere palabras elegantes o una gramática elevada. Él sabe el leguaje que cada quien utilizamos en el diario vivir y ese mismo lenguaje se debe utilizar, porque orar es hablar con Dios como amigo, contarle nuestras cosas, Él sabe lo que traigo pero quiere que se lo diga. Sabe lo que necesito, pero quiere que se lo pida”.
Otra manera de dirigirse a Dios, agregó Isabel, es hablarle como a un padre.
“Jesús vino a decirnos que Dios es nuestro papá. Jesús le decía Abba, que quiere decir papi, papito. Al referirnos a Él le hablamos de tú, con amor, con confianza, es nuestro padre que nos ama de manera personal y cada uno somos importante para Él”.
Para destacar…
“La oración es la luz del alma, no hay nada mejor que el diálogo con Dios. A través de la oración nos ponemos en contacto inmediato con Él. Así como nuestros ojos son iluminados al recibir la luz, así también nuestro espíritu, al fijar su atención en Dios, es iluminado con su luz”. (Isabel García/TOV)