P. Adrián Flores
El evangelio del día de hoy, y los otros evangelios que relatan la resurrección de Jesús, insisten sobre la discreción de este acontecimiento y la sencillez con la que se llevó a cabo: no hay ni un solo testigo de Jesús resucitando; esta noche cantábamos el pregón pascual que nos dice que solo la noche ha sido la única testigo de la resurrección de Jesús. Nadie estuvo ahí para verificar si verdaderamente Jesús se levantaba de la tumba. Ninguna cámara de vigilancia, ninguna transmisión en vivo, ningún reportero, nadie. Aquel que entraba en Jerusalén « manso y humilde » sobre un burrito, y que entregaba su vida en la cruz como un « cordero inocente que se lleva al matadero », resucita también en el silencio de la noche, desgarrando las tinieblas con el poder de su amor y de su ternura.
María Magdalena que muy temprano iba ungir el cuerpo de Jesús, solo vio la piedra del sepulcro removida de la entrada y con miedo salió corriendo. Ella pensaba que se habían llevado el cuerpo de Jesús. Pedro y Juan que vinieron enseguida corriendo solo encontraron una tumba vacía, un lienzo y un sudario. Fue después que recordaron qué Jesús había dicho que iba a resucitar de entre los muertos, y en ese momento fue cuando creyeron. Con casi nada creyeron el misterio más grande que nos revela el verdadero rostro de Dios que dice a toda la humanidad: « Yo te lo mando: Despierta, tú que duermes; porque yo no te he creado para que estuvieras preso en la región de los muertos. Levántate de entre los muertos; yo soy la vida de los que han muerto. Levántate, obra de mis manos; levántate, mi efigie, tú que has sido creado a imagen mía. Levántate, salgamos de aquí; porque tú en mí y yo en ti somos una sola cosa » (De una antigua Homilía sobre el santo y grandioso Sábado).
El misterio silencioso de la resurrección de Jesús nos recuerda la acción invisible de Dios. Por ejemplo, nadie vio a Dios crear el mundo, también Juan nos dice en su evangelio (1,18): « a Dios nadie lo ha visto ». Su acción sobrepasa nuestros sentidos, Él actúa sin que lo veamos, Él habla constantemente sin que necesariamente lo escuchemos. Así es Dios que actúa en lo más secreto, en lo más profundo de su creación. La resurrección de Jesús nos enseña que Dios actúa incluso ahí en donde no lo esperábamos, en donde incluso creíamos que sería imposible que Él actuara. Es difícil creer cuando todo parece ser desolador, cuando no hay nada que nos dé seguridad, cuando incluso Dios parece ausente, es ahí precisamente que la luz de Pascua brilla hoy: Jesús resucita en medio de la noche para decirnos que su luz es más fuerte que las tinieblas.
Pidámosle a Jesús que nos dé el regalo de celebrar su resurrección y sobre todo de reconocerle vivo en medio de nosotros, en medio de nuestras dificultades y de nuestra vulnerabilidad. En estos momentos en que pareciera que la noche es muy densa y oscura, en que el mundo atraviesa el valle de la muerte, y en que la angustia y la ansiedad pudieran estar ganándonos la batalla, celebremos con una alegría sencilla y serena la Pascua. De nuevo no habrá grandes celebraciones, nuestros coros no cantarán Aleluya, nuestras Iglesias estarán vacías. Pero recordemos que fue suficiente ver una tumba vacía para creer que Jesús está vivo. Que el Señor nos permita descubrirle en la sencillez, en el día a día. En cada instante de nuestra existencia su corazón late más fuerte que nunca, en el silencio, en la discreción.
« Jesús crucificado, muerto y sepultado, tú has pasado de la muerte a la vida. La muerte no ha podido retenerte entre sus garras, la oscuridad no te ha dejado prisionero. Tú, el creador de la Vida, ha desgarrado las tinieblas de la muerte y con tu fuerza has removido la piedra del sepulcro. Jesús tú estás vivo, y hoy te has levantado victorioso sobre la muerte. Aquella que creía que había logrado atrapar en sus entrañas al Dios de la vida, ha sido vencida por tu amor. Tu resurrección es la promesa y la garantía de que un día resucitaremos contigo y con toda la creación reconciliada. Tu amor es más grande que la muerte, tu luz más poderosa que la oscuridad de la sepultura. ¡Jesús tú estás vivo! »