Mons. J. Guadalupe Torres Campos/ obispo de Ciudad Juárez
Les saludo con grande afecto y amor como su obispo, como su padre y pastor. En esta ocasión quisiera elevar la mirada y el corazón a Dios, unidos con todos ustedes, mi amada Diócesis de Ciudad Juárez para seguir agradeciendo el don tan maravilloso de la vida, del sacerdocio y particularmente del ministerio episcopal que me han confiado.
Hemos celebrado esta semana, por una parte 11 años de obispo y por otra parte 2 años ya como obispo titular en esta diócesis. Indudablemente que el don es para mí, pero no sólo para mí, es un don que tiene que ir hacia la comunidad, el binomio obispo-comunidad, obispo- iglesia particular, obispo y familia diocesana.
Hay un vínculo muy hermoso, muy fuerte entre el obispo y su diócesis, entre el obispo, yo, su servidor Don José Guadalupe, y esta familia, esta comunidad diocesana de Ciudad Juárez. La verdad que me siento amado por Dios en los 11 años, en estos 2 años, particularmente aquí en esta diócesis, me he sentido amado por Dios, bendecido por Dios y he percibido ese amor de Dios en todo mi ministerio con mis sacerdotes, mis diáconos, mis seminaristas, mis religiosos y religiosas, consagrados y todo el pueblo fiel, toda la Iglesia y todos los laicos son para mí una bendición.
Le doy gracias a Dios. Gracias Padre bueno porque así te ha parecido bien darme este don del episcopado al servicio de esta Diócesis de Ciudad Juárez. Ha sido un año intenso, repito ha sido un año intenso desde que llegué hasta ahora he vivido muchos momentos intensos, fuertes, de alegría, de gozo y satisfacción. Hemos vivido momentos también de tristeza por la muerte de un sacerdote querido, un diácono querido, en fin de seres queridos cercanos, pero es parte de la vida y hay que estar ahí, en cualquier momento.
En la Cátedra de San Pedro
Es para mí significativo celebrar mi aniversario episcopal en una fiesta como es la Cátedra de San Pedro que celebramos este 22 de febrero, pasado la figura de Pedro al frente de la Iglesia “Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia’ y yo soy parte, tú eres parte, todos somos parte de la construcción de esta Iglesia en Ciudad Juárez.
El obispo como pastor al frente, pero no sólo el obispo, ahí entra toda la comunidad de sacerdotes, diáconos, seminaristas, fieles consagrados, todos somos parte de esta construcción, de esta misión que el obispo me confiere: apacentar, acompañar, vigilar, de guiar, de conducir al pueblo de Dios, como dice tanto el profeta Ezequiel como Cristo en el Evangelio, de apacentar el rebaño de Dios.
También ¿por qué no?, pedir perdón. Sin duda alguna he tenido fallas, me he equivocado, he sido negligente, he fallado como todos, seguramente y también en un acto de humildad pedirle a Dios por mis fallas, mis errores, pero siempre con la fidelidad, siempre con el deseo de corresponder fielmente a la misión que el Señor me confía, pedirle su ayuda, pedirle su luz y como le piden los grandes santos, como Salomón, pedirle sabiduría para poder conducir al pueblo de Dios, para poder guiarlo con fidelidad. Que me dé sabiduría, que me dé gracia, fortaleza a mí y a todos ustedes, para que juntos continuemos construyendo sobre roca, sobre Cristo, sobre los apóstoles esta Iglesia.
Hemos venido trabajando en el Plan Diocesano de Pastoral, hemos venido trabajando con los religiosos, religiosas, con los laicos, hemos venido trabajando con la mesa directiva que ahora se renovó, que tuvieron a bien todo el presbiterio darle continuidad.
Momentos bonitos
Han sido momentos muy bonitos, muy enriquecedores, llenos del amor de Dios, de la presencia de Dios entre nosotros, y por eso quise en este domingo, a través de estos medios de Presencia y Radio Guadalupana, agradecerle a Dios y que se unan conmigo en esta acción de gracias y pedirle juntos al Señor que nos dé su gracia, que nos dé su amor, que aumente la fe, la esperanza, el amor, para que ante la pregunta que Cristo me hace a mí a ti y a todos ¿Quién soy yo para ti? que le respondamos como Pedro “Tú eres el Mesías, tú eres el Hijo de Dios vivo’, y más que con palabras, con nuestra entrega, con nuestra generosidad, como nos dice también San Pedro en su carta, servir a Dios, entregarnos al Señor con alegría, con generosidad, de buena gana. Es algo que a mí en particular me gusta y procuro hacer: la alegría, la sonrisa, la amabilidad de estar cerca y me falta, sin duda, alguna me falta más por realizar y por cumplir, pero con la gracia de Dios, con la confianza que el Señor me manifiesta y hoy en este aniversario me renueva, le pido a Dios el don de la fidelidad, de la entrega, de la alegría en mi ministerio episcopal.
Pide oraciones
Yo los invito: pidan mucho por mí. El papa nos ha pedido orar por él yo también, como obispo, les pido: oren por mí, oren por su obispo, yo siempre oro por toda mi diócesis, siempre pido a Dios por todos y cada uno de ustedes. La importancia de la oración en nuestra vida cristiana, en nuestro ministerio sacerdotal, en mi caso en mi ministerio como obispo, que es la oración, nos sostenga.
Y le pido también a Dios, por intercesión de nuestra Madre Santísima la Virgen de Guadalupe, su protección, su abrazo amoroso de Madre, su cercanía, su consuelo, para que como madre amorosa me conduzca, me tome de la mano y me guíe hacia su Hijo, el Buen Pastor que tengo que encarar. Él es el Buen Pastor, Él es el que conduce al pueblo de Dios, yo solamente estoy llamado a ser un instrumento, a hacer presente su presencia de pastor enmedio de esta iglesia que se me ha confiado de Ciudad Juárez.
Los quiero mucho, les abrazo con mi bendición, con mi amor paternal y los bendigo en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.