“La cena de Juárez” es un evento que realiza una parroquia en Grand Rapids, Michigan a beneficio del centro Comunitario Espíritu Santo, fundado en Ciudad Juárez por inspiración del finado sacerdote jesuita Richard Thomas…
Ana María Ibarra
Un ambiente de unidad, fraternidad y lleno del amor de Dios, es lo que se experimenta cada año en Gran Rapids, en el Estado de Michigan, en Estados Unidos, donde la comunidad de la parroquia San Francisco Javier realiza una celebración y cena a beneficio del Centro Comunitario Espíritu Santo, fundado en Ciudad Juárez hace más de 30 años para ofrecer servicios de salud, guardería y comedor infantil.
Pilar Machuca y Juanita Estrada, coordinadora y voluntaria del centro comunitario respectivamente, compartieron su experiencia y agradecimiento con los hermanos de Michigan.
Historia de la cena
Fue hace más de 20 años cuando un diácono permanente de nombre Kan, llegó a Ciudad Juárez a conocer el Centro Comunitario Espíritu Santo, fundado por Frank Alarcón, un veterano del ejército norteamericano quien se encontró con Jesús en el rostro de las familias juarenses del sector conocido como “el basurero”.
Cuando Kan conoció esta misión regresó a su comunidad en Michigan e inició este evento al que llamó “La cena de Juárez”, donde familias y amistades de la comunidad San Francisco Javier se unieron para convivir pero también aportar en apoyo a esta obra ubicada en la Colonia Granjas.
“Frank venía muy emocionado por la celebración que cada año se realiza en apoyo al centro. Este apoyo es parte con lo que nos sostenemos para pagar los gastos servicios, como agua, teléfono y luz. Aquí el recibo de la luz llega cada mes y lo más bajo que pagamos son de 4 mil pesos”, compartió Pilar.
Durante muchos años, el fundador del centro comunitario acudió a la cena en Michigan, y aunque invitó en varias ocasiones a Pilar ella nunca asistió sino hasta el 2012 un año después de la muerte de Frank Alarcón.
“Cuando Frank se fue, su hija Berenice me invitó a la celebración. No sabía a qué iba pero al llegar allá viví esa experiencia maravillosa y me pudo mucho no haberla vivido junto con Frank. El nos dejó una herencia muy grande y el milagro que él fundó tiene que seguir”, expresó Pilar.
Agradecidas con Michigan
Después de vivir la experiencia en Michigan, Pilar quiso compartirla con sus compañeras y compañeros del centro comunitario y desde el 2012, hasta el pasado 2016 ha convocado a cada uno de los colaboradores y voluntarias.
“Es una experiencia bonita. Sales de ahí llena de amor al ver tanta gente que nos conoce, conoce la obra y nos apoya. Es Dios quien nos está dando todo esto. Ahora entiendo porque Frank decía que esta era tierra santa”, dijo Pilar.
Por su parte, Juanita Estrada, quien fue a la cena en diciembre pasado, compartió lo hermoso que es la comunidad de San Francisco Javier, que hoy es pastoreada por el padre José Luis Quintana.
“Son una comunidad muy bonita, como una familia, todos unidos, mexicanos, americanos, chinos, de todas nacionalidades. Me llamó la atención que un señor americano les daba un dólar a cada niño para que lo depositaran en la canasta para nuestra obra”, compartió Juanita.
Contenta de haber vivido esta experiencia que definió maravillosa, Juanita, quien es voluntaria en el comedor infantil, se dijo motivada a seguir en su servicio.
“Dios me concedió vivir esta experiencia y le doy gracias porque me conocí personas muy lindas que me recibieron muy bien. Me sentí muy contenta y esta experiencia me impulsa a seguir sirviendo a Dios por medio de los niños que vienen al comedor. Quiero seguir ayudando con lo poquito que puedo”, expresó Juanita.
“Esta experiencia me da la fuerza para seguir. Estoy agradecida con toda la gente que nos apoya, por el cariño de la esa gente. Invito a toda la gente que quiera conocernos a que vengan, vean y vivan lo que hacemos para que sepan lo que es un corazón al que le gusta servir”, finalizó Pilar.
El evento
La cena de Juárez es organizada por el padre José Luis Quintana de la comunidad San Francisco Javier, quien convoca a la comunidad y amistades para participar.
La comunidad se organiza por mesas, según su nacionalidad, misma que decoran con imágenes y objetos propios de su país, además de los alimentos y postres típicos, y durante la cena los asistentes disfrutan de danzas y bailables. El padre José Luis, quien se distingue por ser un defensor de los migrantes, invita a la gente a dar su donativo. Para ello se colocan dos canastas en las que los asistentes deposita su aportación.
Mientras la comunidad cena y aporta, los representantes del centro comunitario de Ciudad Juárez explican a los asistentes en qué consiste el servicio que realizan y agradecen por los donativos y hospitalidad.
Así, las comunidades católicas de de Michigan y de Ciudad Juárez han entablado lazos de fraternidad y apoyo recíproco, pues cuando hermanos de aquel estado vienen a realizar trámites al Consulado, son hospedados y trasladados por los voluntarios del centro comunitario.