Pbro. Jaime Melchor/ formador del Seminario Conciliar
Los hechos tan lamentables de los últimos meses en Oaxaca y en otros estados de nuestra patria nos han provocado indignación y profundo dolor. Considerando que los más afectados en su mayoría son y serán los estudiantes, no dejo de angustiarme. Provoca también sentirme con una “piedrita en el zapato” que me lastima cuando no he podido realizar las tareas que ayuden a un mejor desarrollo y del ambiente en donde estamos.
Varias situaciones que están haciendo ir en declive a nuestra sociedad pudiesen evitarse si tenemos en cuenta que el valor de cada persona es ineludible. Las diversas cuestiones que engloban la convivencia humana pueden ser resueltas si consideramos a cada uno importante para Dios. Creo que lamentablemente no dejamos de velar más por los propios intereses. Las oportunidades para compartir lo mejor que somos y tenemos las desaprovechamos.
En varios lugares el Magisterio se ha dañado mucho por el sistema, y las propuestas de Reforma de las leyes parecen poner en absoluto la libertad, llegando a fin de cuentas a un egoísmo y egolatría. Por ejemplo, proporcionar información sexual a muy temprana edad sin un criterio sano y de buen juicio acorde a la etapa, acarrea consecuencias graves a la conciencia y actitud del niño. Las virtudes y los valores de cada familia no deben ser opacados por las propuestas que en materia de sexualidad ciertas ideologías buscan.
Me parece que podemos proponer un camino de reflexión y conciencia a nuestros jóvenes para así lograr que se colabore y se beneficien todos de los dones, talentos y logros en común. Es trazar una línea que lleva de por medio un acuerdo para que todos sean promovidos como personas. La propuesta de Jesucristo viene a revelar el rostro de cada persona y, haciéndole ver su gran dignidad, le lleva por el sendero de la verdad. La verdad que se propone distinguir que, aunque yo pienso distinto del otro, ambos somos sujetos de la salvación divina.
La verdad que nos hace libres, como lo ha dicho el Señor, llama a reconstruir en su Nombre, nuestra sociedad que tiende a desechar los valores de la vida, la justicia, la paz y la misericordia. Se está descartando el don de la fe que nos hace llegar a la confianza en Aquél que nos conoce desde siempre, y que no ha negado a la humanidad su amor paternal. Se requiere reconstruir los ambientes donde se desarrolla cada persona: en la familia, las instituciones educativas, el trabajo y no se diga las asociaciones de inspiración cristiana. Mi humilde visión y opinión se basa en la capacidad de escucha entre nosotros, y lo que cada ser humano requerimos desarrollar, y así corresponder a la vocación que Dios nos dio. Jesús nos advierte una vez más que la cosecha es abundante, y pocos los obreros. Ahora nos corresponde reconstruir desde los valores humanos y cristianos para terminar con los rezagos educativos, los daños de índole sociopolítico y de convivencia fraterna.
- Jaime Melchor Valdez