Ana María Ibarra
En el marco de su 75 aniversario de fundación y en un encuentro sinodal con sacerdotes de la diócesis, las Hermanas Misioneras de María Dolorosa recordaron la fructífera vida de su fundador, Monseñor Baudelio Pelayo Brambila, en su aniversario luctuoso número 46.
Fue el pasado 25 de octubre cuando se realizó la celebración eucarística en memoria de su padre fundador, presidida por don J. Guadalupe Torres Campos, obispo diocesano y con la presencia de varios sacerdotes de la diócesis.
Agradecen a sacerdotes
En la monición de entrada, la hermana Georgia Onofre expresó que, junto al recuerdo de monseñor Pelayo, la congregación quiso ofrecer un profundo reconocimiento y agradecimiento a sacerdotes de la diócesis por su apoyo como acompañantes y directores espirituales, durante la historia de la congregación.
“Una Eucaristía es ante todo un momento de comunión eclesial, y qué mejor ocasión para realizar este encuentro sinodal con nuestros sacerdotes, teniendo como marco la vida ejemplar de un presbítero que se entregó completamente a su ministerio y que nos mostró el camino de unidad dentro de la Iglesia”, dijo.
La religiosa resaltó que monseñor Pelayo promovió vínculos estrechos de la vida laical, religiosa y clerical.
“Un camino que queremos seguir recorriendo codo a codo con nuestro obispo y su presbiterio para seguir esparciendo las semillas del Reino, formando una sola familia, la familia de los hijos de Dios”, expresó.
Ejemplo para el presbiterio
En su homilía, monseñor Torres reflexionó la Palabra de Dios resaltando el servicio y la entrega que todo bautizado y los consagrados deben llevar a cabo con generosidad, recordando que es al mismo Jesús a quien se sirve en la persona de los hermanos.
“Esta iniciativa de las hermanas de convocarnos, es Dios a través de ustedes. Reconocen a los padres por su apoyo, la cercanía, pero también nosotros reconocemos su servicio y su entrega. Como diócesis ponemos al servicio de los demás los talentos, construyendo juntos”, señaló el obispo.
Hizo referencia a los retos y desafíos que enfrenta la Iglesia, especialmente en la ciudad, con sus necesidades materiales y espirituales: migrantes, pobres, familias, en quienes, dijo, se encuentra a Cristo.
Y recordó a monseñor Pelayo “quien vivió el evangelio”, como un ejemplo para el presbiterio:
“Lo valoramos como ejemplo de humildad, espiritualidad y generosidad”, resaltó.
Hacen ofrenda
Quien también dirigió unas palabras fue el padre Oscar Enríquez, párroco de la comunidad Jesús Obrero donde, dijo, pudo trabajar al lado de las Misioneras de María Dolorosa, así como en otros lugares más.
“Mi sacerdocio ha estado muy ligado a la congregación. Si algo la distingue es la opción por los pobres, siempre solidarias. Se los agradezco. Estaremos en oración y en comunión mutuamente”, expresó.
Antes de finalizar la celebración, el obispo y la hermana Nereida Vargas, superiora general, llevaron una ofrenda floral a la tumba de monseñor Pelayo, que se encuentra a la entrada de la capilla de San Antonio Senecú.
Concluida la celebración, religiosas y sacerdotes compartieron el pan y la sal.