Ana María Ibarra
- Arturo, José Luis y Eduardo, son los otros tres jóvenes que recibirán el orden del diaconado el próximo 22 de febrero. Aquí sus historias vocacionales
Nombre: Arturo Martínez Hernández.
Fecha de nacimiento: 01 julio 1984
Padres: Arturo Martínez y Margarita Hernández (fallecida)
Oriundo de Guadalupe, Zacatecas, Arturo se acercó a la Iglesia Católica guiado por su abuela quien se hizo cargo de él tras la separación de sus padres, siendo un adolescente.
“Mi abuela me invitó a hacer la primera Comunión, a los 16 años, y me impulsó a la Iglesia. Después hice la Confirmación”, compartió Arturo.
Ya con sus sacramentos, Arturo fue invitado por el padre Kevin Mullins, párroco de Corpus Christi, en Anapra, a dar un servicio en la comunidad, y fue ahí donde nació su inquietud a la vida sacerdotal.
“En el 2006 hice dos jornadas y un preSeminario, no me quedé. En el 2008 hice otro preSeminario y entré al Seminario a los 23 años”, recordó.
En ese entonces, Arturo contaba únicamente con estudios de secundaria y trabajaba en una empresa maquiladora.
“En el Seminario terminé la preparatoria. Fueron once años de formación. En lo académico nunca he sido muy bueno. El conocer las ciencias no se me da, no soy el mejor, pero le echo ganas para llegar al nivel”, compartió al hablar de su proceso.
Sin embargo, Arturo reconoció los dones que tiene para los actos de piedad y el área espiritual. “Siento que por ahí es mi fuerte. Estoy en la parroquia Virgen de la Luz trabajando en el área de la catequesis y atención a pequeñas comunidades, especialmente en la capilla Santa Margarita María Alacoque”, agregó.
Con 35 años de edad, Arturo dijo sentirse nervioso ante su próxima ordenación diaconal, y agradeció a la comunidad por su apoyo.
“La formación sacerdotal es para toda la diócesis. Cuando se ordena un sacerdote es para el servicio y la entrega de la diócesis, ahora me toca a mí entregarme a la comunidad. Les pido que oren mucho por mí, como todas las personas tengo fragilidades y áreas a trabajar. Me abandono a su oración y a nuestro Señor, que es quien nos prepara el corazón”, finalizó.
Nombre: José Luis Soriano Martínez.
Fecha nacimiento: 25 agosto 1989
Padres: José Luis Soriano Ortiz y Virginia Martínez Reyes
Siendo el mayor de cinco hermanos, la vocación de José Luis surgió en la parroquia San Carlos Borromeo, a los 7 años de edad, al haber recibido su primera Comunión.
“El padre José María Gracia, un sacerdote español, era muy cercano a nosotros. Ahí surgieron los primeros signos. Recuerdo que le dije a mi madre que quería ser como el padre Chema”, compartió José Luis.
Años después, en la parroquia de Santa Cecilia se fue reforzando el llamado siendo coordinador de Confirmaciones en la capilla de la Inmaculada Concepción de María, al lado del padre Sergio Hernández.
“Con mi experiencia de trabajo en un hospital de la ciudad, en el área de laboratorio se fue clarificando mi llamado. Estar muy de cerca en la enfermedad de muchas personas, ver a algunos morir, sensibilizó más mi experiencia de vida y pude discernir mejor sobre la opción de entrar al Seminario”, compartió.
José Luis inició su formación siendo el padre Aurelio Saldivar párroco de Santa Cecilia. Optó así por una vida consagrada al servicio del pueblo de Dios en la que, dijo, la gracia y la misericordia se han convertido en signos de vida.
“A los 21 años ingresé. El proceso duró ocho años y fue de muchas experiencias en el Seminario, en el apostolado, en la vida intelectual, espiritual y comunitaria, así como en la vida fraterna con mis hermanos”, señaló.
Añadió que su familia siempre estuvo cercana y apoyándolo, aunque, agregó, no siempre entendieron su vocación.
“La familia siempre es un pilar de apoyo fuerte, la vida parroquial, la comunidad de origen, las comunidades en las que he ido sirviendo siempre son referencia. Me siento profundamente agradecido con Dios. Es un don inmerecido. Me siento muy contento y tranquilo. Agradecido con el señor obispo por la confianza, con el Seminario por todo el apoyo en estos años”, dijo.
Actualmente José Luis se encuentra en la comunidad Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, que ha sido de gran ayuda para su servicio y próximo ministerio.
“Me encomiendo a la oración de la comunidad, del pueblo de Dios. Nuestra vida se ofrece a Dios y se encarna en medio del pueblo”.
Nombre: Eduardo Canales
Fecha de Nacimiento: 01 agosto 1993
Padres: Bertha y Eduardo Canales
La vocación de Eduardo nació en la comunidad de Santo Toribio de Mogrovejo, siendo un pilar fuerte en su vocación el testimonio de su entonces párroco, el padre Martín Magallanes.
“Participaba en el coro. Desde niño me fui acercando a la parroquia. A raíz del testimonio del padre Martín creció en mí la inquietud de ser sacerdote. Él me acompañó y me enseñó a conocer lo que es el Seminario”, compartió Eduardo.
Eduardo ingresó al Seminario en el 2010, después de haber vivido tres preSeminarios, cuando estudiaba la preparatoria, la cual concluyó en el Seminario.
“Fue un proceso muy bonito, de mucha misericordia de parte de Dios. Ahí fui experimentando, conociendo y respondiendo a Dios de la manera más generosa que pude. No soy perfecto, pero poniendo todo en manos de Dios se puede obrar de muchas maneras”, afirmó.
Agregó que fue un camino de crisis, alegrías, dolores muy fuertes, pero también de mucha confianza y misericordia de parte de Dios.
“Soy el más chico y curiosamente el primero que salió de la casa, eso para mi mamá fue algo duro, pero poco a poco fue comprendiendo, y avanzando mi formación, fue ella quien me apoyó. Mi papá estuvo presente de manera más discreta, más sencilla. Su apoyo fue constante y ahora están muy contentos”, dijo.
Al igual que sus padres, Eduardo se dijo feliz y contento, aunque un tanto nervioso.
“Estoy muy agradecido con Dios, no esperaba que fuera tan pronto. Ha sido un camino de misericordia de Dios… muy agradecido con este don”.
Y agregó: “Quiero invitarlos a que sigan pidiendo mucho por las vocaciones. Esa oración después de misa sostiene muchas vocaciones. En mis momentos más difíciles en el Seminario, esa oración me sostuvo. También invitarlos que, si Dios llama a alguien de su familia, lo apoyen y a los padres, que sean generosos. Los sacerdotes no caen del cielo, salen de familias muy precisas”, puntualizó.