Miguel Ángel Malavia/Periodista
El lunes 13 de octubre, se firmó en Egipto el acuerdo de paz entre Hamás e Israel. Propuesto por Donald Trump (junto al presidente estadounidense acudieron al acto institucional una veintena de mandatarios internacionales, incluido el español, Pedro Sánchez), aun con todas las cautelas, se espera que este pacto pueda cerrar la inmensa crisis humanitaria de estos dos últimos años en Gaza, con unos 67.000 muertos. Un proceso sangriento que se abrió el 7 de octubre de 2023, cuando los terroristas palestinos asesinaron a unas 1.200 personas en territorio israelí y secuestraron a otras 251.
En esas primeras horas tras la entrada en vigor del acuerdo, fueron liberados los 20 rehenes israelíes que aún quedaban con vida. Mientras se esperaba la recepción de los cadáveres de los 28 que han muerto en estos dos años de cautiverio, también salieron a la calle unos 2.000 palestinos que permanecían encarcelados en Israel. Ahora, en una segunda fase, se deberá implementar paulatinamente un protectorado internacional liderado por el histórico primer ministro del Reino Unido Tony Blair, dejando Hamás las armas.
Entre las muchísimas reacciones registradas en todo el mundo, destacó la del papa León XIV, quien, en la víspera de la firma, al presidir la misa por el Jubileo de la Vida Consagrada, deseó que estemos ante “una paz justa, duradera y respetuosa con las legítimas aspiraciones del pueblo israelí y el palestino”. Con la ayuda de Dios, el reto es el siguiente: “Realizar lo que ahora parece humanamente imposible: que el otro no es un enemigo, sino un hermano”.
Por su parte, el Patriarcado Latino de Jerusalén ha publicado una nota en la que expresa su “satisfacción” y “espera fervientemente que este acuerdo se aplique plena y fielmente, para que pueda marcar el inicio del fin de esta terrible guerra”. Mientras, impera “la urgencia absoluta de la entrada inmediata de ayuda humanitaria” para “la sufrida población de Gaza”.
El propio patriarca, el cardenal Pierbattista Pizzaballa, se ha felicitado por esta “buena noticia”, aunque ha sido cauto al recalcar que “es un primer paso, una primera fase. Naturalmente, habrá otros, y ciertamente surgirán otros obstáculos. Pero ahora debemos alegrarnos de este importante paso que traerá un poco más de confianza para el futuro y también una nueva esperanza, especialmente para los pueblos, tanto israelí como palestino”.
Una nueva fase
De cara al futuro inmediato, pese a que es evidente que “la vida dentro de Gaza seguirá siendo terrible durante mucho tiempo”, es cierto que se abre “una nueva fase en la que podamos, poco a poco, empezar a pensar no en la guerra, sino en cómo reconstruir después de esta”.
El anuncio de la paz ha coincidido con la celebración de la Asamblea Plenaria del Consejo de Conferencias Episcopales Europeas (CCEE), celebrada en la localidad portuguesa de Fátima del 7 al 10 de octubre. En un comunicado, sus responsables han mostrado su alegría. Y, al tiempo, han apreciado que “la verdadera paz no es solo el silenciamiento de las armas, sino también la paz en nuestras mentes, nuestros corazones y nuestras relaciones mutuas. Solo así podremos ser auténticos testigos del mensaje de Cristo y superar el odio, la división y la violencia”. El fin último es llegar, como recuerda constantemente el papa Prevost, a “una paz desarmada y desarmante”.






























































