Presentamos un testimonio de cómo el perdón y la sanación interior pueden cambiar por completo a una familia…
Ana María Ibarra
Sin un padre a su lado y con una madre alcohólica, Mariel creció en un ambiente de violencia en el que fue víctima de golpes, insultos y toda clase de abusos de parte de su madre.
Al pasar el tiempo Mariel extendió al a su matrimonio donde comenzó a sacar ese resentimiento que la llevó incluso a golpear a su marido.
En entrevista, Mariel compartió que gracias al Seminario de Sanación y Liberación que imparte la comunidad María Mediadora, donde su marido y ella ahora son servidores, la sanación llegó a su familia, y ahora su madre, su padrastro y su hermano son también servidores de parroquia.
Su historia
Nacida en Guadalajara, Jalisco, Mariel fue abandonada por su padre a los 28 días de nacida quedando a cargo de su madre, quien desde muy joven era alcohólica.
Para Mariel, el alcoholismo de su madre era normal, así como la violencia en su familia, pues mientras su madre trabajaba, Mariel quedaba a cargo de sus abuelos maternos, pero su abuelo golpeaba a su abuela.
“Toda la vida viví un secreto a voces, pensé que nadie sabía que era alcohólica porque mi madre me tenía prohibido decirlo, me tenía amenazada. Mi abuelo siempre maltrató a mi abuela, mi mamá creció entre golpes, gritos, para mí era normal, pensé que en todas las familias gritaban, manoteaban, porque así crecí”, recordó Mariel.
Sometida por su madre, Mariel tomó un lugar que no le correspondía. Era el sostén de su hogar, e incluso, dijo, se convirtió en el “esposo” de su madre.
“Hubo mucho abuso psicológico, mi mamá me golpeaba, le tenía mucho temor. Tenía que encargarme de que todo estuviera bien en la casa porque si no ella me golpeaba, era muy agresiva, hubo una ocasión que tuve que pedir auxilio porque pensé que se le iba a pasar la mano, cuando ella tomaba, perdía totalmente la noción”, dijo la entrevistada.
Sola en su problema
Mariel compartió que nunca platicó con nadie de lo sucedido, ni en la parroquia a donde asistía, y mucho menos con su familia, quienes en realidad sabían lo que pasaba.
“Todo me lo guardaba, delante de los demás hacía como si no pasará nada. Mi mamá no controlaba la bebida y quienes la veían no hacían nada. Realmente el que me mostró que la vida no era así fue mi esposo, él me animó y me ayudó a salir de esto”, compartió.
Aunque su madre se casó cuando Mariel tenía 14 años, su padrastro tampoco hizo nada por su alcoholismo. Con la llegada de un nuevo hijo, la mamá de la entrevistada cambió un poco.
“El marido de mi mamá la solapaba. Él tiene una personalidad muy pasiva y mi mamá es muy dominante. En una ocasión platicamos con ella y se puso muy agresiva, su esposo prefería no pelear”, lamentó Mariel.
En busca de una salida
Fue al conocer a quien hoy es su marido, cuando Mariel se dio cuenta que la vida es diferente, que no todas las familias viven entre gritos, golpes, agresiones y que el alcoholismo no forma parte de la vida diaria de las personas.
“Cuando conocí a mi esposo yo estaba en una comunidad en Guadalajara y le pedí a Dios por él, que fuera un hombre enamorado de Dios, que le sirviera. Él ya me había ido a pedir con mi mamá y eso la puso muy agresiva porque yo me encargaba de todo. En un pleito huí y me vine a Juárez con mi novio”, compartió la entrevistada.
El resentimiento y el dolor que Mariel guardaba salieron cuando se vino a vivir en unión libre con su hoy esposo, quien tristemente recibió toda esa agresión acumulada por años.
“Descubrí muchos de mis daños que tanto había callado. Esa agresión estaba acumulada y mi esposo la recibió. Fueron momentos muy difíciles y si no fuera por la mano de Dios no hubiéramos podido salir adelante”, agradeció Mariel.
El apoyo y la comprensión de su marido ayudaron a la sanación de Mariel y, llegado el momento, la restauración de su matrimonio.
Proceso de sanación
A los poco meses de llegar a Juárez y en medio de la violencia que comenzaba a vivirse en su matrimonio, Mariel conoció la comunidad María Mediadora y junto a su marido tomó el Seminario de Sanación y Liberación, fue entonces cuando el Señor empezó el proceso de sanación en la vida de la entrevistada.
“Me di cuenta que tenía muchas ataduras, vivía ciega, sin saber que estaba tan herida, pensé que perdonaba, pero ahora se la diferencia entre disculpar y perdonar. Antes disculpaba a mi mamá, a las personas que estaban a mi alrededor pero no había perdonado y el Señor me mostró eso”, compartió.
Fue en dicho seminario cuando Dios reveló una herida muy profunda que Mariel tenía guardada.
“El Señor me reveló en mi corazón que mi mamá había abusado de mí. Ahí empezó realmente la sanación, en ese momento decidí perdonarla reconociendo que ella sufrió daños más graves, el Señor así me lo mostró y como haya sido, la tenía que honrar”, resaltó Mariel.
Esta sanación, agregó Mariel, llegó llena con paz, al lado de su esposo, de la mano de su comunidad y de la mano de Dios, sirviendo. Desde ese momento, Mariel fue perdonando todo lo demás.
“Fui entendiendo que tenía que soltar toda esa agresión a la que estuve expuesta. Empecé esa lucha, que fue difícil, porque perdonar es una gracia de Dios, y se lo entregué al Señor. Me sentí libre, incluso sané físicamente”, afirmó.
Mariel había sido diagnosticada con fibromialgia, que es dolor en los huesos y que ningún especialista supo cómo sanar.
“En cuanto perdoné, sané. Sané de hipertiroidismo, piedras en los riñones, ovario poliquistico, fue muchísima sanación física a raíz del perdón”, resaltó.
La Sanación familiar
Aunque con cierto recelo porque nadie de su familia la auxilió, Mariel aseguró no guardar rencor a sus abuelos y demás familiares, y sabe que con su sanación llegó también la sanación para ellos.
“Oré por todos. Decidí perdonar y entregárselo al Señor para que hiciera su obra. Ellos maravillosamente comenzaron a sanar”, dijo entusiasta.
Compartió que su mamá y su padrastro son adoradores del Santísimo y su hermano quiere ser sacerdote.
“Llegaron una infinidad de bendiciones por mi sanación. Una vez una persona me dijo que el Señor sanaría a mi familia por amor a mí, por mi entrega, mi servicio, mi docilidad. Si algo tengo, para gloria de Dios, es que soy valiente y obediente para que el Señor terminara de sanar”.
El espíritu de perdón y salud espiritual también llegó a su matrimonio y después de vivir en unión libre Mariel y su novio contrajeron nupcias por la Iglesia.
“Estamos en un momento muy bonito. A veces siento amarlo tanto pero siento que es el amor de Dios que pasa a él a través de mí. El señor nos ha concedido tener un matrimonio lleno de paz y a su servicio”, dijo Mariel.
Perdonar para sanar
Mariel reconoció que necesitaba perdonar y pedir perdón a su madre y a su marido, y su anhelo de agradar a Dios le dio la valentía para hacerlo.
“Si amaba al Señor tenía que perdonar, si quiero llegar a la santidad tenía que perdonar, fue una de las cosas que me motivó”, expresó.
En cuanto a la relación con su madre, Mariel dijo que ya le pidió perdón, pues en este camino de agresiones ella también se me volvió agresiva y a la defensiva.
“Ella me ha pedido perdón, ha reconocido que me golpeaba, que me gritaba, que me hostigaba, y eso es una sanación del Señor. Para ella ha sido muy fuerte, como madre, haber tenido ese peso en muchos sentidos”, celebró.
Y agregó: “El Señor es amor, el todo lo puede, hay veces que uno tiene que tomar la decisión de perdonar para que el Señor haga su obra. No desperdicien esa bendición tan grande que es el perdón. Los invito a que sean valientes y obedientes, tengan los oídos bien abiertos para que el Señor les pueda hablar al corazón, les aseguro que hay salvación”.