Ana María Ibarra
Un lugar seguro y un espacio para desarrollarse humana, espiritual, comunitaria y profesionalmente fue lo que encontró Ana Rosa Alemán al conocer a Don Bosco en el Oratorio Salesiano Nuestra Señora de Guadalupe, mejor conocido como Oratorio Lupita.
Escuela y refugio
Ana Rosa llegó al Oratorio Lupita a los cuatro años cuando sus padres fueron invitados a formar un equipo de baloncesto para participar en los torneos Inter Salesianos.
“Venían de distintas ciudades a participar en los Inter Salesianos. Entre el 2007 y 2008 comencé a participar. Me integré a los torneos, mi hermana ya participaba en ellos. Mi primer inter fue en Guadalajara”, compartió Ana Rosa.
La joven recordó que la preparación tenía una duración de seis meses, aproximadamente, sin embargo, no solo entrenamiento físico, sino que les impartían distintos temas, especialmente de unidad y trabajo en equipo.
«A los inter salesianos se va a convivir y conocer lo que los Salesianos hacen en otros lados del país. Desde entonces empecé a trabajar con ellos en los distintos proyectos. Ahí realicé mi Confirmación y me enamoré de la metodología bondadosa de Don Bosco y su estilo de trabajar con los jóvenes”, señaló.
La entrevistada compartió que el Oratorio fue su refugio en el momento en que sus papás se separaron, siendo ella aún adolescente.
“Aunque mis papás siempre fueron muy cercanos a mí, la influencia del medio, la secundaria, la prepa pudo haberme orillado a tomar caminos no sanos. Pero estar en el oratorio me llenó. Sus actividades me fortalecieron el corazón, el alma y todos mis sentimientos los canalicé a cosas sanas”, aseguró.
Don Bosco en su profesión
Conforme adquirió madurez y conocimientos, Ana Rosa se involucró en los proyectos que el Oratorio realizaba.
«Me tocó trabajar en los inicios de los campamentos de verano Brigada de la Alegría que ahorita están muy desarrollados y no nada más se trabaja en Juárez, también a nivel nacional y ya llegó a Argentina”, explicó la entrevistada.
Con su participación en proyectos Ana Rosa aprendió lo que es el servicio a los demás y esto la llevó a encazar sus estudios en ese camino.
“Estuve coordinando otros proyectos del Oratorio y me dieron la oportunidad de trabajar en la organización Desarrollo Juvenil del Norte, que apoya a muchas personas en diferentes temas”.
Luego estudió Intervención Educativa, carrera enfocada en proyectos sociales.
“Hoy trabajo directamente en lo que son las organizaciones civiles. Mi proyecto de titulación fue la Brigada de la Alegría. Mi desarrollo profesional tuvo como base la metodología de Don Bosco, el servicio a los jóvenes y a los adolescentes”, dijo.
Pilar de su familia
Es así como Don Bosco y sus enseñanzas a través de la Obra Salesiana en Juárez han ayudado a que Ana Rosa se desarrolle como persona, como mujer, y en familia.
«A mi esposo lo conocí en los oratorios. Hemos seguido los mismos valores y eso ha fortalecido nuestra familia”, afirmó.
Con su experiencia de vida en los oratorios salesianos, Ana Rosa sostiene que la labor de los salesianos no solo tiene que ver con lo religioso, sino también con el aspecto comunitario.
«Se evangeliza a través del juego y la convivencia. Tuvimos chavos que no eran religiosos, conocieron este espacio y se quedaron. El trabajo salesiano llega a quien lo quiera adoptar. Es un estilo de vida para poder llegar a la gracia de Dios”.
Ana Rosa, su esposo Jorge Luna y amigos, aún se reúnen para realizar actividades a favor de los niños, adolescentes y jóvenes de los oratorios.
«Nuestras responsabilidades no nos dan para estar al cien por ciento, pero de alguna u otra manera seguimos. La satisfacción más grande es ver que los niños pueden tener una oportunidad en ambientes sanos”, finalizó.