Ana María Ibarra
Fortalecida en su fe y en la alegría de la Resurrección de Jesús, Imelda Colomo ha aceptado con amor el diagnóstico que hace dos años le dieron los doctores después de una caída: No volverá a caminar.
Aunque al principio fue difícil para ella saber que no volvería a trabajar ni a servir en su parroquia, con la oración y ayuda profesional, Imelda, de 86 años, hoy agradece a Dios por cada día y vive feliz dedicando su oración por los demás.
Momento difícil
Durante muchos años Imelda sirvió en la parroquia La Sagrada Familia visitando a los enfermos y llevando la Comunión, así como vendiendo enchiladas en la cafetería parroquial, con tres de sus amigas. “Cuando el padre Efrén vino a esta parroquia él la transformó con nuestra ayuda. Vivíamos felices de la vida hasta que me caí en la cocina y me disloqué la cadera. El doctor nos dijo que por mi diabetes y enfermedades del corazón no me podían operar para ponerme una prótesis”, compartió Imelda.
Aunque considera que tomó la noticia con tranquilidad, Imelda reconoce que tuvo momentos de depresión, por lo que tomó terapia psicológica durante más de un año.
“Cuando me dijo mi cardiólogo que no podría trabajar me hundí. No quería que nadie me visitara, lloraba porque ya no iba a trabajar, cuando antes yo iba y venía. Trabajaba en El Paso donde tuve patronas muy buenas, pero ni modo, todo se acaba en la vida y a mí se me acabó el tiempo de trabajar”, lamentó la entrevistada.
Compartió que una ocasión, cuando llegó su hijo y le preguntó cómo se sentía, ella respondió diciendo que estaba vegetando, lo que su hijo negó enfáticamente.
“Me dijo que no expresara eso, que estoy muy llena de vida, y es verdad. No lo he vuelto a decir. Me puede mucho porque mi hija es la que trabaja, se cambió completamente el rol, pero me siento bendecida”, dijo la entrevistada.
Adaptarse a su nueva vida
Con la ayuda de Dios y de sus hijos, nietos y bisnietas, Imelda fue aceptando su condición con tranquilidad.
“Mi hija me llevó a terapia física durante un mes todos los días y empecé a moverme y fortalecer y poco. Ahora ya me levanto sola, apoyada con mis brazos cuando tengo que ir al baño”, compartió.
Sus hijos le consiguieron un sanitario adaptado y es su hija quien la baña, y la ayuda a cambiarse.
“Cuando viene mi hijo estoy feliz de la vida, platico con él y mi nuera. Mi hijo me compró un sillón y ahí duermo. Tenemos tres perritos que también me alegran el día. Estoy tranquila, aceptando lo que Dios quiera. Esta es mi vida”, agregó.
Si bien en ocasiones extraña valerse por sí misma, Imelda está convencida de que su tranquilidad y paz radican en su fe, en su oración y sus momentos con Dios.
“Leo mi Biblia dos veces a la semana. Soy devota de San Judas Tadeo y lo visito cada semana o cada 15 días, voy a misa todos los domingos. Estoy muy tranquila, llena de fe. En estos días he visto películas de mi Señor Jesús”, compartió.
Y añadió: “Dios me ha dado la tranquilidad y la alegría. Ver los hijos que tengo, muy buenos, nietos trabajadores, estudiosos… ¿qué más puedo pedir? más que darle gracias a Dios por todo y pedirle que nos ayude a estar preparados porque el fin llega y no sabemos ni cuándo”.
Esperanza en Jesús Resucitado
Entrevistada al inicio de la Semana Santa, Imelda compartió que viviría esos días con recogimiento y en oración, asistiendo a los servicios y a la Santa Misa, pero también en oración por todos los que, como su hija, cuidan de sus padres.
“Soy muy afortunada. Nunca pierdo la esperanza. Estoy bendecida”, afirmó.
Con su fe firme en el resucitado, a pesar de estar en silla de ruedas, Imelda quiso dejar a los lectores un mensaje de paz, amor y esperanza.
“Los invito a estar contentos, aceptar la voluntad de Dios. Él nos pide que estemos preparados porque no sabemos ni cómo, ni dónde, ni en qué forma llegará el fin. Me duele todo lo que está pasando, especialmente los niños, no hago más que pedir a Dios por ellos.
Mi mensaje es que no perdamos la fe”, finalizó.