Reseña del la vida del padre Agusín Navarro, fiel servidor de nuestra diócesis, fallecido el pasado lunes primero de junio en Ciudad Juárez.
Violeta Gutiérrez Cruz
El padre José Agustín Navarro y Venegas SS.CC. nació en la ciudad de México un 28 de agosto de 1948, miembro de una familia numerosa; algo característico de aquellos ayeres. Estudió arquitectura antes de ingresar al seminario de la Congregación de los Sagrados Corazones de Jesús y de María y
se ordenó sacerdote el 18 de junio de 1981 dentro de esa comunidad religiosa, por lo que próximamente hubiera
cumplido 39 años de sacerdocio al servicio de la Iglesia católica.
El Señor lo llevó a recorrer grandes distancias, diversos caminos y a llevar el evangelio a diversos lugares. Estuvo en el estado de Campeche; donde sirvió en las parroquias de Palizada, Escárcega y San Rafael, por un tiempo también fue encargado en la diócesis, de la pastoral Juvenil en ese estado y construyó la capilla del Tepeyac en el cerro del mismo nombre.
Sacerdote constructor
Después regresó a su ciudad natal; algunas de las parroquias en las que trabajó son: Nuestra Señora de Guadalupe; en la colonia Puebla, en Sagrados Corazones; en la colonia Agrícola Oriental, en la Divina Providencia; colonia Ortiz Tirado y en Nuestra Señora de la Paz en Paseos de Churubusco, todo esto durante la década de los 80 ́s.
Llegó a Ciudad Juárez hace más de 30 años, con permiso de su congregación religiosa; algunas de las parroquias en las que trabajó y construyó los templos fueron: Nuestra Señora de la Paz, en Pradera Dorada; San Mateo; Unidad Habitacional Emiliano Zapata e Inmaculado Corazón de María; en Horizontes del Sur. También estuvo en la capilla de Santa María Goretti; en Partido Senecú y en la Parroquia del Espíritu Santo; en la que también fundó la escuela P. Damián de Veuster por los años 90s, la cual brindaba educación básica hasta preparatoria a personas de esa zona marginada de la ciudad.
Impulso a su apostolado
Hay tres personajes que marcaron su vida y le impulsaban en su apostolado:
1) San Damián de Veuster, misionero de los SS.CC. en Molokai, quien cuidó a los
enfermos de lepra que eran exiliados por la sociedad.
2) San Óscar Arnulfo Romero, mártir de Latinoamérica por ser mensajero del evangelio
y un incansable luchador de los derechos humanos.
3) Leonardo Boff y su teología de la liberación; por explicar que la justicia y la libertad
van de la mano con la religión, por lo que exige partir de un Dios presente desde la óptica de los pobres.
Formado en una filosofía cristiana “novedosa”; apegada al Concilio Vaticano II, los “Documentos de Puebla” (editados a partir de la III Conferencia General del Episcopado Latinoamericano) y las encíclicas papales de San Juan Pablo II, el padre Agustín tuvo a bien “construir comunidades” en las que se vivieran los valores evangélicos y humanos.
En la mayoría de las parroquias y capillas en las que sirvió, realizó encuentros y retiros para personas de todas las edades, formó grupos de adolescentes, jóvenes, matrimonios y coros; impartía clases de biblia y de liturgia, impulsaba la participación de los laicos en la evangelización formando Comunidades Eclesiales de Base y realizaba actividades solidarias en pro de los más necesitados, y donde se encontrara se acercaba siempre a las comunidades religiosas cercanas para apoyar con su ministerio sacerdotal.
Carismático e incansable
Era un trabajador incansable, con un gran carisma y una gran visión, ya que era capaz de realizar diferentes actividades para recaudar fondos, con los cuales evangelizaba y construía o reparaba los templos en los que estuvo sirviendo. También fue inspirador de varias vocaciones a la vida religiosa o al sacerdocio; una prueba de ello es el P. Mario Manríquez, quien es actualmente párroco de La Sagrada Familia, en Ciudad Juárez y en donde el P. Agustín vivió los últimos meses. Aunque se había “retirado” el año pasado, continuaba con su apostolado a través de Radio Guadalupana y celebraba misa ocasionalmente.
Se caracterizaba por ser un hombre de carácter fuerte, de convicciones firmes y de grandes ideales, por ser un líder nato, un gran guía espiritual y un buen consejero, por decir las cosas directas y de frente, por dar testimonio del amor de Dios mediante las obras y el trabajo en comunidad, por estar cerca del necesitado, del enfermo, del moribundo y también por ser defensor del valor de la familia en la sociedad.
Para muchos fue un modelo a seguir, para otros el padre o familiar que necesitaban, para otros la oportunidad de conocer a Dios y enmendar el camino y para otros alguien desafiante o “regañón”.
Anécdota
Recuerdo que alguna vez, por finales de los 80 ́s, un seminarista le preguntó “¿De dónde sacas tanta motivación para hacer todo lo que haces?, siempre hay algo que tienes que hacer” y él solo respondió con su característica sonrisa: “De ser un sacerdote al servicio del pueblo de Dios”, cosa que me dejó perpleja; ya que hay mucha fe, convicción y amor a Dios por todo lo que hacía y era capaz de resumirlo en una sola frase.
Hoy solo podemos dar gracias a Dios por la oportunidad de conocerlo, de trabajar con él, de convivir y compartir experiencias de vida, de fe y de esperanza.
Querido Amigo: ya estás descansando en la presencia infinita de Dios, sigue orando desde allá por nosotros, espero que un día nos volvamos a encontrar en la Ccasa del Padre. Me siento triste por tu partida y feliz por haber compartido tantos años juntos.
¡Gracias por hacer realidad el lema de tu congregación de los Sagrados Corazones de Jesús y de María!: “Contemplar, vivir y anunciar el Amor de Dios”