Dylan Corbett/ Director de HOPE Border Institute
Blanca Navarrete/ Integrante de la Red Pedro Pantoja
Por muchos años, la Iglesia ha dado respuesta a las diversas problemáticas sociales a través de sus obras pastorales. La Pastoral Penitenciaria, por ejemplo, busca atender a aquellas personas privadas de la libertad, a fin de que se reconcilien consigo mismas, con Dios y con el mundo. Asimismo, la Pastoral de Movilidad Humana está destinada a “la protección de personas migrantes, refugiadas, solicitantes de asilo, deportadas y desplazadas, así como de otras vertientes de movilidad humana; desde una perspectiva de Derechos Humanos y de la Doctrina Social de la Iglesia.
Entonces, hemos asumido -erróneamente- que las tareas de acompañamiento para uno u otro grupo vulnerabilizado corresponden a determinados agentes de pastoral. Si bien Dios nos ha dotado de talentos que habremos de poner a disposición del llamado que nos hace para servir, también es cierto que la Iglesia es un solo cuerpo.
Ahora bien, Dios ha colocado a cada uno de los miembros en el cuerpo según le agradó. Y si todos fueran un solo miembro, ¿qué sería del cuerpo?
Sin embargo, hay muchos miembros, pero un solo cuerpo: 1 Corintios 12: 18-20.
En la X Reunión de Obispos y Agentes de Pastoral Migratoria de Centroamérica, Norteamérica y el Caribe, celebrada en Panamá del 19 al 23 de agosto del año en curso, tuvimos la oportunidad de escuchar al Cardenal Michael Czerny S.J., Prefecto del Dicasterio para la Promoción de Desarrollo Humano Integral. En su diálogo, el Cardenal Czerny manifestó que cada vez que hay un verbo de lo que la Iglesia debe hacer, hay que preguntarse quién es el sujeto del mismo y la respuesta es: El Pueblo de Dios en sus varias configuraciones. El Cardenal Czerny agregó que hay una “indebida delegación” en otros, de la responsabilidad que tenemos como personas cristianas.
Entonces, cuando el Papa Francisco nos llama a acoger, proteger, promover e integrar a las personas migrantes y refugiadas, no hace el llamado solamente a quienes integran la Pastoral de Movilidad Humana, sino al Pueblo de Dios en su conjunto: personas laicas, consagradas, religiosas y religiosos, sacerdotes, Obispos y Cardenales.
Si reducimos la respuesta de la Iglesia a la Pastoral de Movilidad Humana, estamos limitando el servicio al que estamos llamados. Si atendemos las necesidades de las personas en movilidad sólo a través de las casas del migrante, también hemos errado. El Papa Francisco nos ha llamado a ser una Iglesia de salida, que camine con su Pueblo, que sepa encontrarse con quienes son forzados por distintos motivos a salir de sus comunidades y llegar a la nuestras.
Somos una sola familia humana y como tal debemos actuar. Sumado a ello, no debemos suponer que el llamado del Papa Francisco debe partir de nuestros Pastores. El Cardenal Czerny nos invitó a trabajar en una pirámide invertida, señalando que si hay algunos sacerdotes apáticos al
sufrimiento de quienes migran, es porque las personas fieles no insistimos en atenderles.
En su Exhortación Apostólica Evangelii gaudium (La Alegría del Evangelio), el Papa Francisco nos llama a “salir de la propia comodidad y atreverse a llegar a todas las periferias que necesitan la luz del Evangelio”. Esa luz debe iluminar las vías del ferrocarril que las personas usan para trasladarse, el desierto, donde muchos intentan cruzar la frontera, las avenidas donde personas desplazadas de Chiapas venden dulces, los albergues donde hay niñas y niños solos esperando
reunificarse con su familia. Debe alcanzar también para iluminar nuestros hogares y parroquias. Mira que estoy a la puerta y llamo.