Mons. J. Guadalupe Torres Campos/ Obispo de Ciudad Juárez
Madre Santísima de Guadalupe, aquí estamos como Diócesis de Ciudad Juárez a tus pies, peregrinando desde lejos, desde la frontera norte hasta el centro del país, a tu casa, para agradecerte tu amor y tu presencia amorosísima, tu protección siempre muy grande para nuestro pueblo de México, para nuestra diócesis precisamente consagrada a tí, Madre Santísima. Muy queridos hermanos sacerdotes, diáconos permanentes, religiosas, religiosos, muy queridos hermanos todos, un saludo a mis hijos en la fe.
Como pastor de esta Diócesis de Ciudad Juárez quisiera hoy invitarme e invitarlos a reflexionar en torno a Santa María de Guadalupe desde dos aspectos muy importantes y necesarios hoy en los tiempos que estamos viviendo.
María, Madre de la Esperanza y María Madre del Amor son dos virtudes que parece que se nos olvidan, así en general. En el mundo de hoy nos falta más esperanza, nos falta, dice el papa Francisco, más amor, más misericordia.
En cuanto a la esperanza, a veces nos vamos por el lado de lo material, de lo pasajero, de lo superfluo, y nos olvidamos de la verdadera esperanza que es Dios: esperar en Dios, confiar en Dios, poner nuestra confianza, nuestra esperanza en Dios.
El papa Francisco también menciona una falta de amor en el mundo que está ocasionando muerte, guerra, pobreza, violencia. ¡Falta amor!, ¡nos falta misericordia!
Por eso hoy aquí volvemos a la casa de Nuestra Señora, la Virgen de Guadalupe, para contemplarla y pedirle que aumente en nosotros, intercediendo ante su Hijo, para que seamos hombres y mujeres de esperanza y amor, para que seamos una Diócesis de Ciudad Juárez de esperanza, de amor y misericordia.
Como diócesis hoy tengo la bendición como segundo año ya como obispo titular, de venir en peregrinación a tu casa, Nuestra Reina y Señora de la frontera norte, con sus desafíos que conocemos bien: de migración, de problemas laborales, a veces mal pagado el trabajo, que ocasiona, como lo mencionaba la señora en el encuentro con el papa en nuestra diócesis, tiene que trabajar horas extras, días extras para alcanzar a cubrir los gastos de su familia y dejar a los hijos, no olvidados, pero sí un poco descuidados.
Una situación que gracias a Dios ya se ha estado superando: la violencia en Juárez, en Chihuahua, pero todavía hay rezagos, todavía hay situaciones fuertes de muerte, de asesinatos, que no dejan de preocuparnos ni dejan de lastimarnos cada vez más.
Por el lado de los migrantes siguen llegando muchos del extranjero, Centroamérica y de otros lugares a Juárez con la intención de cruzar hacia Estados Unidos buscando trabajo, pero a veces no lo encuentran o son deportados… cada día miles y miles de personas deportadas llegan a Juárez, a la frontera, sin nada, cansados, tristes.
Toda esa situación de frontera que vivimos es signo de desesperanza y signo de falta de amor entre nosotros los seres humanos. Hoy en el evangelio que acabamos de escuchar vemos a María, una mujer de esperanza… como siempre María Nuestra Madre está dispuesta, por eso es Madre de la esperanza, Madre del amor.
En nuestra diócesis queremos responder pastoralmente hablando a lo que Cristo nos pide: salir al encuentro de los demás, salir al encuentro de los alejados, de los tristes, de los migrantes, de los presos.
Tuvimos la dicha, y aquí agradecemos a Nuestra Madre también la presencia de su santidad el Papa Francisco entre nosotros, el 17 de febrero pasado. Una experiencia que nos vino a confortar, nos vino a dar luz en la esperanza y en el amor, y que en el papa, como en María vemos el ejemplo de quien sale a visitar a un pueblo, a una comunidad.
Dios nos visitó en la presencia del Papa Francisco, Dios nos sigue visitando en la presencia siempre amorosísima de la Virgen de Guadalupe, esa presencia de Dios entre nosotros a través de María nos invita a ser mejores, nos invita a convertirnos, nos invita también a salir al encuentro de los demás y a ser profetas.
El cristiano, el católico, el obispo, el sacerdote, la religiosa, el religioso, los laicos como Iglesia debemos ser ministros de la esperanza, apóstoles de la misericordia y de la caridad y por eso hoy le pedimos a nuestra Madre Santísima la Virgen de Guadalupe nos dé ese don de la esperanza y de la misericordia, es decir nos dé el don de su Hijo. En Jesús ponemos nuestra esperanza, nuestra confianza. En Jesús ponemos el don del amor para que, como diócesis, como pueblo mexicano, caminemos en el servicio, en el amor, en la entrega a los demás.
Hemos estado trabajando este año en una re-estructuración de la pastoral y desde un principio pedí tres aspectos muy importantes: trabajar en la unidad, mantener la esperanza de un pueblo unido, una iglesia unida en el amor y la fraternidad, y una conversión, otro aspecto: convertirnos. Necesitamos convertirnos tanto personalmente, como pastoralmente, para que en comunión fraterna, en unidad y en esa conversión permanente como lo dice en Aparecida, seamos una iglesia misionera, una iglesia evangelizadora.
María, en esa actitud de servicio, se encaminó presurosa a las montañas y como vino aquí, se encamino presurosa al Tepeyac y se encontró con un pueblo representado en San Juan Diego, el humilde, el sencillo, el pobre, el indígena, para manifestarle su amor, su cercanía. “Aquí estoy yo, ¿qué no estoy yo aquí que soy tu madre?”
…Nuestra madre nos elige, nos llama a todos y a cada uno de nosotros. Ella que viene a nuestro encuentro nos invita a que nosotros también sigamos su ejemplo: salir al encuentro de los demás siendo hombres y mujeres de la esperanza, de amor, de caridad, de servicio, de entrega. Es un trabajo diario de comunión del obispo, de los sacerdotes, religiosos religiosas y todo el pueblo fiel, toda la comunidad diocesana de laicos que son muy importantes en nuestra diócesis. Y ustedes son parte de este ejército de laicos entusiastas trabajadores, fieles aquí presentes que representan a toda una comunidad diocesana.
…Estos dos momentos de peregrinación, Cristo Rey y la Basílica de Santa María de Guadalupe son momentos de fortaleza.
Venimos peregrinos, acudimos a Cristo, a María, para luego regresar llenos de Dios, llenos de María y seguir trabajando, seguir comprometiéndonos cada vez más como Iglesia, como comunidad, trabajar por la vida, defender la vida contra todos aquellos que intentan destruirla, contra todos aquellos que intentan abortarla o dañarla o destruirla.
Hoy aquí, a los pies de María nos comprometemos como diócesis a amar, a defender la vida, a trabajar, a evangelizar, a anunciar el evangelio de Cristo, del amor, de la paz, de la verdad, de la justicia. Tiene una razón de ser nuestra presencia aquí este día. Que de veras llenos de fe, llenos de esperanza y de amor en María Santísima, nos sintamos bendecidos por Dios, colmados del amor de Dios a través y por intercesión de la Virgen María de Guadalupe.
Vamos a seguir trabajando, vamos a seguir luchando, vamos a seguir creciendo, y en esos dos aspectos muy importantes, la esperanza y el amor, esperar siempre en Dios, poner nuestra confianza en Dios, en María.
Pidamos a Dios, queridos hermanos, por intercesión de María, que bendiga a nuestra diócesis, que bendiga a su obispo para que sea buen pastor, para que sea, a ejemplo de Cristo, Buen pastor, el verdadero pastor que Él quiere de entrega. Pongamos a los pies de María a los sacerdotes, para que también sean buenos sacerdotes, entregados, generosos, con olor a oveja, poner sobre el altar a nuestros hermanos religiosos, religiosas, que son un gran tesoro en la diócesis, para que desde su carisma también sean instrumento de esperanza, instrumento del amor de Dios. Y ponerlos a ustedes, a todos los fieles, decanatos, parroquias, movimientos, apostolados y ministerios, poner sobre el altar a los enfermitos, a los que no tienen trabajo, a los que están en situación difícil de pobreza, a las intenciones que se nos han encomendado, a todo mundo… por todas estas intenciones ponerlas en el altar de Cristo, en el altar a los pies de María.
Que el Señor nos bendiga, nos fortalezca, nos anime y crezcamos, seamos generosos con la confianza de que Santa María de Guadalupe siempre nos visita, siempre está con nosotros y que, como le dijo a San Juan Diego ¿no estoy yo aquí que soy tu Madre?
Tengamos pues siempre la confianza que María Santa María de Guadalupe está con nosotros, nos acompaña y nos ama. Así sea.