Justo un Viernes Santo Armando se enteró de la muerte de su hijo previamente secuestrado por sus extorsionadores… encontró apoyo en la Iglesia y hoy es un artesano de paz al apoyar a víctimas de la violencia en Ciudad Juárez…
Ana María Ibarra
Extorsión, secuestro y muerte, son las tres palabras que reviven la situación de violencia que de 2009 a 2011 padeció “Armando”, cuyo nombre real ha sido cambiado para salvaguardar su identidad.
La angustia que padeció culminó con la sepultura de su hijo un Domingo de Ramos, por lo que vivió su propio calvario previo a la Semana Santa del 2011.
Amenazas hechas realidad
Desde hace décadas, Armando sostiene un negocio familiar que inicialmente era atendido por él y su hermano, y conforme sus hijos fueron creciendo, se fueron involucrando en el negocio de refacciones.
El entrevistado compartió que el negocio era próspero por lo que él y su familia lograron tener buena economía.
Y en ese entorno, no tardaron en aparecer extorsionadores.
“En los años áridos de la violencia 2009-2010, era común que estos sujetos llamaran a quienes teníamos negocio para extorsionarnos, ellos lo llamaban “protección”. Me lo manejaron como si estuvieran haciéndome un favor”, recordó Armando.
Añadió que nunca tuvo miedo de las amenazas de sus extorsionadores, incluso los enfrentaba a palabras por teléfono, demostrándoles que no caería en su jugada.
“Los retaba a que fueran a mi negocio para hablar del monto para la supuesta ‘protección’, pero no me respondían y no me volvían a llamar en un tiempo. Obviamente no me iban a dar la cara. Eso me sirvió, me llamaron como cuatro veces y esas cuatro veces mi respuesta era la misma: ven, quiero saber quién me va a proteger”, compartió.
Después de esas llamadas y de no recibir ningún acto contra él, su hermano fue secuestrado, y fue en ese momento cuando tuvo que buscar los medios para pagar a cambio de la vida de su hermano.
“Vendimos lo que teníamos. Se negoció con los extorsionadores y secuestradores, se hizo el intercambio y mi hermano salió con vida”.
Pesadilla de vuelta
Armando y su familia continuaron su vida buscando olvidar el suceso, sin embargo, en el 2011 volvieron a padecer extorsión, pero esta vez fue su hijo quien fue secuestrado para obligarlo a pagar.
“Teníamos un grupo algunos dueños de negocios y de parte de la Policía Federal nos daban instrucciones de qué hacer en caso de extorsión o secuestro, este grupo se hizo a raíz de que empezó toda esa violencia”, explicó Armando.
Al momento del secuestro de su hijo, Armando llevó a cabo los pasos a seguir y se comunicó con un agente de la corporación federal. Fue canalizado y apoyado por agentes encubiertos, junto a quienes pasó los siete días más terribles de su vida.
“Ellos me indicaban todo lo que yo debía decirles cuando me llamaran, intervinieron mi teléfono y la policía escuchaba las llamadas. Me sentía seguro. Un día me permitieron hablar con mi hijo, quien me dijo que estaba bien, que hiciera todo lo que ellos me dijeran, y así lo hice”, narró el entrevistado.
Mientras Armando se encontraba en las negociaciones también se dedicaba a vender algunos de sus bienes para juntar dinero, aunque no la suma que le solicitaban.
“Piden sumas exorbitantes, se tuvo que negociar una suma razonable”, expuso.
Su propio Calvario
Con la esperanza de ver nuevamente a su hijo, Armando siguió con las negociaciones sin imaginar que su hijo ya había sido asesinado.
“Tenemos un conocido que trabaja en una televisora y le avisó a otro de mis hijos que en la SEMEFO había una persona con las características de mi hijo secuestrado. No quise ir, fueron mi hijo y mi hermana quienes confirmaron que era él”, recordó.
Armando señaló que a su hijo lo mataron un jueves en la noche y fue reconocido el viernes por la mañana. La velación fue un sábado y finalmente sepultado el domingo de ramos del 2011.
“Para mí, el calvario comenzó una semana antes de Semana Santa. Encontrar a mi hijo muerto un viernes significó para mí un Viernes Santo. No importa en qué fecha caiga cada Semana Santa, me conecta inmediatamente con la muerte de mi hijo. Viví en carne propia el dolor de María”, expresó.
Después de sepultar a su hijo, Armando volvió a su oficina, sin embargo, se sentía agotado por la angustia del secuestro, y lleno de dolor y enojo por la muerte de su hijo.
“Fueron días en que no pude descansar. No podía dormir. En esos días viví tristeza, angustia, humillaciones. Era un martirio. Después de eso, al ver a mi hijo muerto pensaba en que pude haber hecho más”, dijo.
RECUADRO
Recibió ayuda que ahora
retribuye con servicio
Con la muerte de su hijo, Armando supo que su vida debía cambiar. Debía tener un bajo perfil por lo que cambió de auto y modificó su rutina diaria.
“Los extorsionadores le dan a entender a uno que nos tienen vigilados y que saben nuestros horarios y la ruta al trabajo, puede ser que sí o puede ser que no, pero por cualquier cosa decidí cambiar mi rutina”, compartió.
Señaló que con esa experiencia dolorosa, también fue un reto recuperar la confianza y la fe.
“Fue indispensable llevar a cabo un proceso de duelo y así recuperé y fortalecí mi fe y confianza en Dios, pero también en la gente. A once años de la muerte de mi hijo puedo decir que he sacado algo bueno de esa experiencia y eso es voltear a verme y atender mi caos”.
Al darse cuenta que su vida era un caos, un desorden, tuvo que reconocerlo primero y posteriormente buscar el apoyo para salir adelante.
“Inicié mi proceso de duelo y en ese proceso la única institución que me dio apoyo fue la Iglesia, pues el gobierno hizo su parte, pero porque la familia llevó el trabajo documentado para que la autoridad hiciera su trabajo, y los culpables fueron procesados”.
Y finalizó diciendo: “En la Iglesia encontré quien atendiera mi dolor con talleres de duelo. La Iglesia ha respondido, me respondió porque fui guiado y hubo quien me ayudara. Ahora estoy apoyando en talleres de duelo para contribuir en los procesos de los demás”.