Ana María Ibarra
Con los ojos llenas de lágrimas por el dolor de haber perdido a su hijo Horacio hace 6 años, Blanca Camargo mantiene su fe y su esperanza puesta en Dios, pues como creyente, está convencida de que su hijo está contemplando el rostro de Dios y sabe que algún día se encontrará con él en el cielo.
Mientras recibía las muestras de afecto y solidaridad de quienes acudieron el pasado 30 de enero a la misa en memoria de su hijo Horacio Alberto Soto Camargo, quien junto con 14 jóvenes más fue asesinado en una fiesta en la que se encontraba, Blanca concedió amablemente una entrevista a periódico Presencia.
El suceso
Fue el 30 de enero del 2010 cuando Horacio, el hijo de Blanca, acudió a una fiesta en el fraccionamiento Villas de Salvarcar, de donde la familia Soto Camargo era vecina.
Horacio, entonces de 19 años de edad y estudiante de bachillerato, iba acompañado de su hermano menor de tan solo 14 años.
“Curiosamente esa noche yo los dejé en la fiesta y me fui a mi casa. Al dejar a mi hijo Horacio, lo dejé abrazado, besado y ese fue el último beso que le di. De haber sabido que era el último todavía estaría abrazándolo. Todavía estaría besándolo, pero no sabíamos nadie lo que iba a pasar”, dijo Blanca con una mirada al pasado.
Esa noche Blanca y su esposo se encontraban en su casa en espera de sus hijos cuando su hijo menor les habló asustado por lo sucedido: un grupo de criminales irrumpieron a la fiesta y descargaron armas largas contra más de una veintena de jóvenes, asesinando a 15 de ellos e hiriendo a una docena más.
“Corrimos mi esposo y yo a ese lugar creyendo que el único fallecido era Horacio, mi hijo, pero llegué al lugar del evento y entre más veía menos entendía que había pasado”, dijo la madre de familia al recordar la trágica escena que encontró a su llegada al lugar de los hechos.
Aun sin poder entender que había sucedido, Blanca buscó a su hijo entre los caídos hasta que lo encontró.
“Recuerdo su rostro. Recuerdo que él tenía una sonrisa. No lo quise mover porque pensé que si lo movía esa sonrisa se le iba a desbaratar”, compartió.
Ver a su hijo con ese rostro sonriente y sereno, llenó de esperanza el corazón de la madre.
“Lo primero que pensé fue que por mi hijo vino Dios. Para que mi hijo estuviera sonriendo es porque algo muy bonito vino a llevárselo y no pudo ser nadie más que Dios. No lo quise mover y así lo recuerdo, con esa sonrisa”, dijo serena.
Volver a recordar
Si bien, Blanca confía que su hijo está en un lugar mejor, en estos seis años el dolor de madre sigue latente.
“Nada hace que ese hueco se llene, así sean muchos sus recuerdos, su ausencia sigue doliendo. El ya no verlo, no abrazarlo, fechas como su cumpleaños, recordar que en ese entonces él debió haberse graduado de la preparatoria, todo eso duele”, expresó.
En este 2016, el aniversario de la muerte de su hijo fue mas doloroso, pues fue nuevamente un sábado, como aquel día triste.
“Hoy especialmente, esta misa de los 6 años, vuelve a caer en sábado. Duele mucho porque a estas horas él todavía tenía vida. A estas horas mi hijo todavía vivía, todavía lo vi, todavía lo abracé, escuché su voz…”, recordó.
Esperanza y consuelo
Segura de que su hijo está con Dios, Blanca alberga la esperanza de que un día se reunirá con él.
“Estoy convencida de que mi hijo está con Dios porque absolutamente nadie tiene el derecho de privar la vida a otra persona. Para morir nada más Dios tiene la decisión. Sé que está con Dios y que un día me voy a reunir con él”, dijo convencida.
Blanca compartió que, al igual que las otras familias de los jóvenes asesinados en Villas del Salvarcar, fueron invitadas a participar en la misa que oficiará el Papa Francisco en Ciudad Juárez el próximo 17 de febrero y a la que asistirán esperando un mensaje de consuelo.
“Es un discípulo de Dios que viene a darnos consuelo y que viene a confirmarnos, al menos a mí, que es verdad lo que está escrito en la Palabra del Señor: que algún día nos vamos a reunir otra vez y todas nuestras lagrimas serán enjugadas en el amor de Dios”, finalizó.