Claudia Iveth Robles
Luego de 36 años de servicio y entrega, la maestra América Cervantes Vargas agradeció a Dios por haberle permitido realizar su sueño de ser maestra y los logros que tuvo a lo largo de su profesión.
Al haber recibido el pasado 4 de mayo su carta de jubilación, la maestra América se presentó ante Dios en una misa de acción de gracias el pasado miércoles 09 de mayo en la parroquia María Madre de la Iglesia, a donde la acompañó su esposo Rodolfo, quien siempre la apoyó en su profesión al igual que sus hijo Isael, David, Rodolfo y Juan Manuel.
Ahí, monseñor Mariano Mosqueda le impartió una bendición especial en tan importante acointecimiento de su vida.
Servidora y profesionista
La maestra, servidora en el Movimiento diocesano de Congreso de Matrimonios, quiso compartir con Presencia su historia vocacional, también como un reconocimiento a los docentes en servicio y ya jubilados.
Dijo que en su infancia le gustaba jugar “a la escuelita”, así como ver a su papá, maestro de primaria, frente a clase. Desde entonces le nació la semilla por esta vocación.
Luego de varios años y algunos obstáculos para poder convertirse en maestra, América egresó de la Escuela Normal particular de Ciudad Juárez y en 1981, de la licenciatura en educación de la Universidad Pedagógica Nacional
Fue maestra de primaria, comenzando con un grupo de cuarto y luego atendió a todos los grados.
Trabajó en Ciudad Juárez, en Ciudad de México, Nuevo Casas Grandes y de vuelta en esta ciudad, donde vivió tanto experiencias positivas como negativas, pero que guarda con gran cariño en su corazón con la satisfacción de haber formado a muchas generaciones de niños, tanto en el sistema estatal, como en el federal.
“Me siento satisfecha de haber compartido con tantas generaciones de alumnos y formar parte de la enseñanza en valores y en conocimiento”, dijo la maestra.
“Fueron 36 años ininterrumpidos… me siento cansada, pero satisfecha por haber cumplido”, sentenció convencida de que si volviera a nacer, elegiría la misma profesión.
Impulsada por sus almnos
A lo largo de 36 años de servicio, la maestra América vivió un sinnúmero de historias con sus alumnos, padres de familia y compañeros. Dijo que lo más difícil que enfrentó fue en alguna ocasión que recibió el rechazo de sus alumnos de sexto, lo cual pudo sacar adelante como un reto.
“Me encomendé a Dios. Una de las alumnas era muy tremenda, pero me sorprendí porque a lo largo del ciclo logramos ser buenas amigas. Fue uno de los retos más grandes porque sentirse rechazada por los alumnos o te debilita, o te fortalece”, dijo América.
Sentimientos confusos
La maestra reconoce que tuvo sentimientos encontrados porque, aunque fue feliz en su profesión, sentía tristeza y culpa por dejar a sus hijos en casa. No obstante, considera que cumplió cabalmente con su misión de madre y maestra.
“Soy una maestra de vocación. Me dediqué en cuerpo y alma, incluso mis hijos me reclamaron en momentos que tenía que ser mamá”, recordó.
Pero dijo que siempre le tuvieron mucha paciencia, lo que les agradece enormemente, igual que a su esposo Rodolfo, quien incluso la motivó a estudiar la Licenciatura en Educación.
“Me motivó a estudiar él haciéndose cargo de la casa y de mis hijos”, reconoció emocionada.
La maestra América compartió que al recibir su carta de jubilación se preguntó: ¿Y ahora qué sigue?
“Me solté llorando, pero sé que ahora es otro ciclo de mi vida, de mis hijos, en la Iglesia, momentos que comienzo a disfrutando junto a mi familia”, finalizó enviando una felicitación a todos los maestros de Ciudad Juárez.