Esta es la historia del pequeño André, un niño que acaba de convertirse en campeón mundial de Karate y que, en su Primera Comunión aprendió sobre el valor de la fe en el deporte…
Ana María Ibarra
Con tan solo 8 años de edad, André Montaño Ávila ha llevado su espiritualidad a los campos de combate en la disciplina de karate, que práctica desde hace casi 5 años.
Apenas el mes pasado, André ganó el primer lugar, a nivel mundial, tanto en combate como en formas, en el campeonato realizado el 18 y 19 de mayo en Miami, Florida.
Hoy, el pequeño asegura convencido que tomó mayor impulso en su deporte después de hacer su primera Comunión, momento en el que, dijo, le abrió su corazón a Jesús y es a Él a quien le pide su ayuda en los momentos de combate.
Su historia
Desde los tres años de edad, al pasar por una escuela de Taekwando, André tuvo la inquietud de practicar esa disciplina, pero por su edad no pudo ser aceptado. Fue a los 4 años cuando sus padres decidieron buscar una escuela de karate, ya que el padre de André también estudió esa disciplina.
“Buscamos al sensei de mi esposo y lo encontramos. Los primeros días André no pasaba de la puerta, hasta que decidió entrar de lleno. Desde los 4 años empezó a competir”, dijo María José, madre de André.
“Me enseñan a defenderme, a tener disciplina, a no atacar, sino a defenderme”, dijo el pequeño campeón mundial, quien compartió que entrenó mucho con su sensei y con su papá.
María José agregó que para llegar a este torneo André tuvo que prepararse muy bien.
“Todo empezó con torneos locales. Luego en estatales ganó primer lugar. En el nacional del 2016 ganó segundo lugar y eso le dio pase al torneo panamericano en Chile en agosto 2016. De ese torneo se trajo medalla de oro y plata, y de ahí pasó al torneo mundial que sería en el 2017, pero por el huracán se pospuso hasta este año 2018”, compartió la orgullosa mamá.
Fue así como André se ganó un lugar para combatir contra 20 países, trayéndose el oro en combate y formas.
Junto con su preparación para el torneo mundial, André recibió también su preparación para su primera Comunión que realizó en abril 2018, en el Instituto México.
“Le di su tiempo a entrenar y su tiempo al Catecismo”, dijo André, quien desde su ser niño reconoce que las enseñanzas del Catecismo le ayudaron a tomar confianza en Dios al momento de ir al torneo.
“El día de la primera Comunión estaba nervioso, emocionado, sentía alegría al recibir a Jesús, y le pedí a Dios ganar en el torneo”, dijo el pequeño.
Aprendizaje
André sigue entrenando karate y además participa en una comunidad, donde aprende más de Dios y a hacer oración.
“La comunidad es importante porque nos unimos como familia y aprendemos más de Dios. El karate me ayuda a defenderme y me da disciplina”, expresó.
Ayudado por su mamá, André recordó la filosofía del karate que les enseña a seguir el camino de la integridad.
“Vivir en respeto y cortesía, dominar la violencia. El karate no enseña a pelear, sólo a defenderse y a dominarse cuando se está enojado. Enseña a respetar a los demás y la disciplina. En el Catecismo se enseña también a respetar y a no pelear”, compartieron André y su mamá al ser cuestionados sobre como ayuda su fe en el deporte y viceversa.
Pero el pequeño aseguró que también ha aprendido de las derrotas ayudado de su familia.
“En marzo participó en un abierto en Nueva York, como preparación al torneo mundial. Ese día le pidió a Dios que le ayudara, pero de ahí no trajo ninguna medalla”, compartió María José.
Agregó que esto fue una prueba para el niño, y una derrota que lo ayudó a corregir los errores que cometió ese día.
“Si hubiera ganado no hubiera corregido los errores y hubiera salido mal en el mundial”, dijo André.
“Él se frustró mucho y lloró, pero platicando y analizando con él entendió que los fracasos nos enseñan algo y que no todo lo que le pidamos a Dios lo va a conceder, pues siempre tiene algo más para nosotros. Fue una enseñanza el perder, porque Dios tenía algo muy grande para André”, dijo María José.
“Me sentí feliz de ganar medallas en el Mundial, valió la pena perder ese combate”, agregó el pequeño.
El deporte en la formación
humana y unidad familiar
Para los padres de André es muy satisfactorio ver a su hijo triunfar en el karate, pero también verlo crecer como buena persona.
“Los senseis de otros lugares lo admiraron y felicitaron por su buen karate, pero sobre todo por la humildad que mostró ante los demás compañeritos. El Catecismo le ha ayudado a que sea así. Como niño no dimensiona quizá sus logros, pero hay niños que se les sube el triunfo a la cabeza y es bueno enseñarles esa humildad”, dijo la madre de André.
Para María José, el que André participe en una comunidad le ha servido mucho en para sus combates, pues desde chiquito ha estado en competencia.
“A sus ocho años tiene logros importantes. Al principio no quería que supieran que era karateka, no quería presumir, y claro que ha tenido momentos que se le ha querido subir el triunfo, pero sabe que eso no es importante, sino ser una persona íntegra que el deporte le ayude en su preparación como ser humano”, dijo.
La madre de familia aseguró que la experiencia que vive André no eds individual, sino de toda la familia, que asume logros y sacrificios por igual.
“Nos ha ayudado como familia. Estamos todos en comunidad y eso nos ayudó bastante porque la preparación para este mundial fue de seis días a la semana, pero el jueves, independientemente, tenemos que dar el tiempo como familia y a la comunidad. Los sacrificios de él y de nosotros tienen su recompensa. Son logros familiares”, aseguró.
Impulsar a los hijos
André compartió que antes de participar en un torneo platica con Jesús, agradece todo lo que tiene y pide lo que necesita.
“Los niños que tienen un deporte les digo que le pidan a Dios porque Él les ayuda y que se esfuercen”, recomendó André.
“Es importante el acompañamiento de los padres en cualquier momento, tanto en lo espiritual, en lo académico, en lo deportivo. Los niños pueden hacer muchas cosas en cualquier aspecto, ellos necesitan un adulto para lograr todo lo que desean, y si no le damos importancia somos los primeros detractores de nuestros hijos”, resaltó María José.
Y finalizó: “Hay que apoyara nuestros hijos, hay que guiarlos y estar ahí presentes para que vayan por el camino correcto. Crean en sus hijos, en sus sueños, si nos encomendamos a Dios, todo se puede lograr”.