Ana María Ibarra
Después de una vida desordenada, Luis Raúl Peña encontró en la adoración al Santísimo su mejor rehabilitación, pues lo llevó a un cambio radical en su vida y al servicio, primero como adorador, después como capitán y hoy como coordinador del grupo de adoradores en la parroquia La Sagrada Familia.
Luis Raúl reconoció que no todo ha sido fácil, pues padeció la enfermedad de su esposa, quien falleció en sus brazos, lo que fue para él una prueba muy grande en su conversión.
Su encuentro con Jesús
Aunque viene de una familia católica, y, dijo, siempre ha tenido esa creencia arraigada en su corazón, Luis Raúl reconoció que por mucho tiempo estuvo alejado de Dios.
Fue hace ocho años cuando este hombre se acercó nuevamente a Dios, justo cuando se inauguró la capilla del Santísimo de la parroquia Sagrada Familia.
“El 13 de octubre de 2010 se inauguró… fue la primera en Ciudad Juárez. Yo llevaba una vida muy desordenada, estuve en varios centros de rehabilitación, salí del último y se estaba abriendo la capilla y mi esposa me llevó. Desde la primera vez que fui supe que era lo que necesitaba”, compartió Luis Raúl.
Raúl agregó que ese primer día ante el Santísimo sintió mucha paz y después de eso se integró como adorador.
“Mi hermana era capitana de una hora y cuando se fue a vivir a El Paso, Texas me dejó como capitán líder del horario de madrugada, y después en una elección quedé como coordinador”, recordó.
Momento de prueba
En estos casi ocho años de adoración a Jesús Sacramentado, Raúl ha sido testigo del poder de Dios, sin embargo no estuvo excento de la prueba y cuando tenía un año y medio como adorador, su esposa enfermó de cáncer de pulmón.
“Ya me encontraba rehabilitado, tenía un año y medio en las manos de Dios y le vino un cáncer agresivo. En ese momento me sentí con derechos porque iba a la capilla y pensaba que Dios iba a sanar a mi esposa. Primero le pedía que la sanara, y no sanaba; después que le quitara los dolores, pero nada, finalmente le pedí que no sufriera y que se la llevara”, compartió.
Raúl agregó que fue una prueba muy fuerte pues su esposa murió hace cuatro años en sus brazos, en una agonía dolorosa.
“Nunca renegué, ni nunca le reproché a Dios, pero sentía algo dentro de mí. Mi esposa y yo rezábamos el Rosario diario, después dejé de rezarlo, iba a misa pero a veces me salía, iba al Santísimo pero algo dentro de mí me decía que me saliera. Me daba coraje conmigo mismo. Afortunadamente tuve un reencuentro con Él y todo cambió”, dijo.
Convencido de que cuando una persona actúa con el corazón, con nobleza, Dios obra, Raúl asegura que esta prueba le sirvió muchísimo.
“Doy gracias a Dios que me haya dejado a mi esposa el tiempo que estuvimos juntos, de que hayamos convivido un año y medio en santa paz, y un año y medio de su enfermedad. Doy gracias de que haya muerto en mis brazos”, agradeció.
Invita a experimentar la paz
Para Raúl, uno de los frutos en estos años ante el Santísimo ha sido la paz interior que hoy siente al caminar por el sendero espiritual con el Señor.
“Los bienes materiales, los objetivos, las metas pasan a un segundo término, lo importante es estar bien con uno mismo, bien con la familia, porque las cosas positivas vienen de Dios. Invito a toda la comunidad, católicos y no católicos, que hagan la prueba y se den la oportunidad de sentir esa paz y tranquilidad”, invitó.
Servir a Dios
Otro fruto que hoy sigue experimentando, es el servicio.
“Cuando uno abre su corazón no necesita pedirle nada al Señor, Él sabe lo que necesitamos y lo que nos va a dar. Sobre todo me dio la humildad, el espíritu de servicio, de perdón. Cuando uno está en las manos de Dios ante el Santísimo Sacramento, aflora el deseo de servir, de hacer las cosas sin esperar nada a cambio”.
Y agregó: “Invitaría a toda la comunidad a que hagan la prueba. La oración en silencio es una plática, una comunicación con el Señor y Él obra. Estoy sumamente agradecido por lo que Dios ha hecho en mi vida. El camino espiritual que elegí es lo mejor para la sanación del alma”.
Recibió adoradora sanación
Son muchos los testimonios que se recogen de las capillas de adoración al Santísimo, por las obras que realiza Dios, a través del Cuerpo de Cristo.
En la Capilla de La Sagrada Familia muchos de estos testimonios son plasmados en un libro especial que ahí se mantiene.
Uno de ellos es el de una mujer que, de manera anónima, relató ser adoradora durante ocho años.
“Me gusta venir en la madrugada pues en el silencio he aprendido a dialogar con Él y sobre todo he aprendido a escucharlo”, escribió.
Hace ocho meses, esta mujer fue diagnosticada cáncer de pulmón y, dado que nunca le ha gustado darle químicos a su organismo, ante esa noticia, más que el temor a la enfermedad, le angustiaba tener que recurrir a las radiaciones o quimioterapias.
“No quise comentar con mi familia esta situación, no quería angustiarlos. La palabra cáncer nos lleva a pensar en despedidas. Después del resultado positivo del último estudio, acudí ante el Santísimo y le dije que no quería tratamientos, y que, aunque ansiaba verlo, tenía mis arraigos, pero me puse en sus manos”, narró en el escrito.
Por consejo del párroco, Efrén Hernández, buscó otras alternativas y siguió visitando todos los días al Santísimo. De ahí vino todo un proceso de citas, consultas, tratamiento natural.
“Finalmente, el 8 de abril del 2018, ocho meses después del diagnóstico, día de la Misericordia del Señor, estuve con el doctor y me dijo que ya podía hablar en tiempo pasado: tuve, pero ya no tengo (cáncer). Gloria a Dios”, escribió.
La mujer asegura en su escrito que esta experiencia le dejó la necesidad de trasmitir su testimonio para dar a conocer que pertenecer a una comunidad, servir al Señor, asistir asiduamente a la Eucaristía y acercarse a adorar al Señor, son la mejor medicina física y espiritual.
“Él dijo que estaría con nosotros todos los días hasta el fin del mundo, y así es, aquí está, presente en el Santísimo Sacramento del Altar, esperándonos todos los días, las 24 horas del día. No pierdas la oportunidad de ser su amigo, ven, no te arrepentirás”, concluyó.
Breves testimonios
“En la comunidad hay un señor que tiene su esposa paralítica por un accidente que tuvo. Ese señor, salió de madrugada de la capilla del Santísimo y al llegar a su casa lo asaltaron. El asaltante sacó la pistola y le quitó lo que traía, le hizo dos disparos, pero pegaron en la puerta y no le pasó nada, porque él invocó al Espíritu Santo y a Jesús Sacramentado”.
“A un señor lo detuvieron los soldados en la madrugada, cuando iba rumbo a la capilla. Como no le creyeron, lo llevaron a la capilla. Los soldados entraron y se quedaron asombrados porque había mujeres. Una señora se levantó y les dijo: ustedes nos cuidan a nosotros, pero nosotros estamos aquí todos los días pidiendo a Dios por ustedes. Un soldado dejó su arma y se arrodillo ante el Santísimo. Al día siguiente el soldado llegó a la capilla vestido de civil y desde entonces se le veía ahí una vez por semana”.
“Gilberto Prieto era un hombre dedicado a Dios, a la parroquia, hacía muchas cosas. Él fundó la capilla de adoración al Santísimo. Cuando vino el padre Patricio de Argentina a promover la adoración, el padre Efrén aceptó y Gilberto organizó a los adoradores. Falleció hace seis meses, pero fue un gran hombre al servicio de la comunidad”.