Ana María Ibarra
Como en el Monte Carmelo, monte sagrado, la comunidad de Nuestra Señora del Carmen acudió con devoción buscando refugio y protección el pasado 16 de julio, día de fiesta por su santa patrona.
Durante el día, cientos se acercaron a la parroquia para participar en las misas y en la gran fiesta. Unidos a su párroco, el padre Armando Benavides, los fieles pidieron al Señor diversas gracias por intercesión de Nuestra Señora del Carmen.
Una de las celebraciones del día fue la de la coronación de la Virgen, realizada el mismo martes a las seis de la tarde y fue presidida por monseñor J. Guadalupe Torres Campos, concelebrada por el párroco, el padre Armando Benavides, y el padre Leonardo García, párroco de la comunidad de Cristo Rey.
“Ofrezco esta Eucaristía por toda nuestra diócesis, especialmente por esta parroquia del Carmen”, expresó el obispo al inicio de la celebración. Durante su homilía, reflexionó sobre las señales que Dios va dando en la vida del cristiano.
“Como hombres y mujeres de fe, en medio de tantas cosas que vemos, muchas tristes, desafiantes, también Dios nos da señales importantes. Cristo es la gran señal. Un Cristo crucificado, y junto a la cruz, María. Hoy estamos de fiesta en honor a nuestra Madre Santísima, Nuestra Señora del Carmen. Venimos a dar gracias a Dios por darnos este signo de salvación”, expresó.
El obispo señaló que todo cristiano está llamado a subir a la cima de la Salvación e invitó a los asistentes a pedir al Señor su gracias para lograrlo, y abrazar la cruz, guiados de la mano de Nuestra Señora del Carmen.
“En el evangelio Jesús entrega a su madre. Un signo de vida, de alegría. María nos da la alegría y la vida. María nos tiende la mano solícita. Hoy Jesús nos mira a nuestro corazón y como a Juan nos dice ‘aquí está tu Madre’, signo de esperanza, de bondad, de vida. Damos gracias a Dios por esta solemnidad”.
Antes de concluir la celebración, el obispo bendijo la imagen de San Miguel Arcángel, que fue colocado al interior del templo, arriba de la puerta principal.
Además, el obispo hizo la bendición de escapularios, pidiendo la protección de Dios sobre quienes lo portaran.
Enseguida, monseñor Torres caminó por los pasillos rociando agua sobre los fieles.
En un acto simbólico, el obispo coronó la imagen de Nuestra Señora del Carmen, tomando la corona, traída de Roma, que aunque no fue colocada sobre la imagen, el obispo realizó el signo.
Después de la bendición del obispo, los sacerdotes impusieron los escapularios a los fieles, quienes ya con su escapulario en el pecho pasaron bajo el mando de la Santísima Virgen, pidiendo su protección.
En el exterior, las danzas de matachines se desbordaron en pasos y música dedicados a la santa patrona. Mientras tanto, los fieles degustaban los ricos antojitos mexicanos y disfrutaban de la música en vivo.
La fiesta duró hasta entrada la noche, dejando en organizadores y fieles la alegría de festejar un año más a Nuestra Señora del Carmen.