Este es el testimonio del trabajo que realizan los misioneros Claretianos en Ciudad Juárez…
Ana María Ibarra
Difundir por todos los medios la Palabra de Dios dentro de un trabajo pastoral es el carisma de los Misioneros Hijos del Inmaculado Corazón de la Bienaventurada Virgen María, comúnmente conocidos como Claretianos, quienes llegaron a tierras juarenses hace 23 años, asumiendo como tierra de misión el territorio que abarca la parroquia Nuestra Señora de la Esperanza.
Sacerdotes y fieles de aquella comunidad son sin duda ‘Corazones fervientes, pies en camino’, como lo expone el mensaje del papa Francisco para la Jornada Mundial de las Misiones, cuyo tema de este año se inspira en el relato de los discípulos de Emaús.
“Aquellos dos discípulos estaban confundidos y desilusionados, pero el encuentro con Cristo en la Palabra y en el Pan partido encendió su entusiasmo para volver a ponerse en camino hacia Jerusalén y anunciar que el Señor había resucitado verdaderamente”, dice el mensaje apostólico.
En su mensaje, el papa pide meditar sobre ‘los corazones ardientes, ojos abiertos y los pies en camino’ de los discípulos de Emaús, para poder ‘renovar el celo por la evangelización en el mundo actual’, trabajo que sin duda realizan los misioneros claretianos en esta diócesis.
Historia en Juárez
Hace 23 años, los misioneros claretianos comenzaron a trabajar en zonas donde la mayoría de las familias asentadas son provenientes del centro y sur de la república, y otros pocos de otros países.
Su trabajo misionero se centra en apoyar a las comunidades de siete capillas que forman parte de la parroquia, con el servicio de la catequesis, la formación de laicos, la celebración de la Eucaristía, así como la administración de sacramentos.
“Tenemos también tres centros de catequesis en el mismo número de colonias. El centro en Lomas del Valle tiene una estructura pastoral para capilla. La misa y la catequesis se viven en la cochera de una casa, con miras de conseguir un terreno para una capilla, pero la comunidad ha batallado porque la colonia tiene muy pocos terrenos”, expuso el padre Jesús Martínez, capellán de tres capillas de la parroquia Nuestra Señora de la Esperanza.
En los otros dos centros solo se imparte catequesis.
Además, a lo largo de estos años también se ha ofrecido apoyo a familias a través del ministerio de caridad, elaborando despensas para las personas más necesitadas.
“Hace cinco años se tuvo una casa para migrantes en el territorio parroquial donde se les apoyaba. El padre Carlos los acompañaba y les ayudaba para legalizar sus documentos y que pudieran pasar a Estados Unidos”, agregó el padre Jesús.
Hacer vida la Palabra
Como se anotó, el carisma de los claretianos es difundir la Palabra por todos los medios, así como realizar un trabajo pastoral de formación a los laicos en el amor a la Palabra, en el vasto sector que comprende la parroquia.
Y aunque lo ideal es que este trabajo sea atendido por mínimo cuatro sacerdotes, actualmente son tres los sacerdotes claretianos que acompañan a la comunidad: el padre José Francisco Díaz Castañeda, párroco; el padre Armando Ibarra, vicario a nivel provincia, y el padre Jesús Martínez.
“Buscamos por distintos medios inculcar el amor por leer, meditar y llevar a cabo la Palabra de Dios en la vida. En un sector tan grande en este momento ha sido difícil llevar a cabo la misión ya que sólo somos tres sacerdotes”, señaló el padre Martínez.
Agregó que forman parte de una comunidad interprovincial que incluye a Estados Unidos, por lo que debería haber un sacerdote de aquel país, pero por motivos distintos no se ha logrado.
“Siendo solo tres sacerdotes nos toca más territorio por abarcar, pero poco a poco vamos adaptando tanto tiempos como espacios para llevar a cabo el trabajo misionero”, expuso el entrevistado.
Trabajo conjunto
Aunque la parroquia fue atendida por sacerdotes diocesanos, ha sido el trabajo misionero de los claretianos, con la participación de los laicos, el que ha logrado hacer crecer esa comunidad.
“Es una de las comunidades en las que tenemos más trabajo con laicos, y no se diga con los jóvenes. Según nos comentan nuestros hermanos Claretianos, en toda la república se batalla para acercar a los jóvenes, pero aquí, en 20 años, siempre se ha visto como una comunidad rica en juventud”, señaló.
Compartió que hasta antes de la pandemia, los cursos de Confirmaciones reunían hasta 300 jóvenes. Sin embargo, después de la pandemia ha disminuido.
“Después de Confirmaciones se invitaba al grupo de formación para que pudieran ser catequistas de los siguientes cursos. Ahorita se hace lo mismo, pero estamos pensando en formar grupos juveniles”, expuso el padre Jesús
Compartió que antes de la pandemia se daba el curso en las capillas, pero ahora se centraliza en la parroquia.
“Estamos arrancando otra vez, la gente está despertando y esperamos seguirlos motivando”, dijo.
Ir a los alejados
En el trabajo evangelizador que realizan los Claretianos, se lleva la misión a las fiestas patronales de cada capilla, visitado las casas y rezando el Rosario en ellas, igual que ocurre en Semana Santa.
Y ante la disminución de personas que asisten a las comunidades, los sacerdotes claretianos han intensificado su cercanía con la gente, especialmente con aquellos que no han regresado.
“Buscamos saber cómo están, queremos que se sientan llamados a volver a casa a ese encuentro con Jesús Eucaristía”, dijo el padre Jesús.
Próximos a celebrar a su fundador San Antonio María Claret -su fiesta es el 24 de octubre-, el padre Jesús invitó a la comunidad diocesana a dejarse alentar por el Espíritu y salir a anunciar el evangelio.
“Una frase que le gustaba mucho a Claret era: sentirse ungidos por el espíritu para ser enviados a anunciar el evangelio. Jesús nos invita a estar en esa disposición, a abrir y salir el encuentro de los demás anunciando el Reino de Dios. Es moverse y no estancarse para ir a los cruceros anunciando la Palabra del Señor”, concluyó.
RECUADRO
Servidores hablan sobre la misión
“Empecé en el servicio por acompañar a mi mamá y me fui llenando del amor de Dios. Al principio se nos hizo difícil porque venían tres sacerdotes. Ahora tenemos un capellán. Todas las capillas estamos unidas, todos los servidores nos conocemos.
Olga Lidia Carrillo, del coro de la capilla Nuestra Señora de Fátima
“Los padres me han ayudado al crecimiento espiritual y a servir a la comunidad. Nos invitan a misionar, a ir y conocer a la gente y sus necesidades”.
Edgar Froilán Gallegos, sacristán de la capilla Nuestra Señora de Fátima.
“Mi mamá fue servidora muchos años. Mi hermana, mi sobrina y yo estamos en el coro. Eso nos ayuda en la unión familiar y unión en la comunidad. Ha sido muy agradable recibir a los padres claretianos. Recuerdo a los primeros, siempre fueron muy atentos, cariñosos, serviciales. Siempre sirviendo a la gente”.
Marisela Carrillo, coro capilla Fátima.
“Sirvo desde hace 15 años en comunicación. Estoy muy agradecido por este servicio. El trabajo de los claretianos nos ha ayudado a crear conciencia de que somos comunidad. Me gusta de ellos que siempre están disponibles cuando una persona necesita ayuda espiritual”.
Ángel Gómez, parroquia NS de la Esperanza
“Soy ministro extraordinario de la comunión. El trabajo de los padres claretianos me ha ayudado en mi vida personal y en mi ministerio. Con ellos he aprendido a formar comunidad, a ser paciente y perseverar aun en las dificultades”.
Martina Vega, coordinadora de la capilla de Fátima.
“Empezamos debajo de un arbolito, llegó el padre Gabriel y levantó la capilla. La presencia del sacerdote en una comunidad es muy importante. Ellos me han ayudado mucho en mis momentos difíciles, en lo espiritual, el padre siempre está”.
Adriana Carranza, coordinadora general de la capilla Santo Niño