Sacerdotes del Seminario y Casa Sacerdotal explican lo que es una buena Confesión y lo que NO deben hacer los fieles a la hora de confesarse… y también en qué consiste la Confesión general de Vida…
Ana María Ibarra
Contentos y conmovidos quedaron los once formadores del Seminario después de ofrecer el pasado miércoles de Ceniza el sacramento de la Reconciliación a aproximadamente 600 personas que llegaron al recinto, convocados por diferentes medios.
Cristo resplandeció
Para el padre Alberto Castillo, director espiritual, fue una experiencia muy positiva ya que mucha gente asiste solo a recibir la ceniza, pero no siempre tiene claro que la Cuaresma es el inicio de un periodo dedicado a la conversión, a la transformación del corazón y para poner la vida delante de Dios.
“Esta experiencia me dejó muy conmovido, con alegría de ver a Cristo resplandecer en la vida de las personas, aunque cansado y desgastado, pero el Señor nos enseña tanto cuando nos acercamos a las historias de amor, de conversión y de fragilidad humana que se ponen en la mano del Señor con confianza”, expresó el padre Alberto.
Algo similar sintió el padre Jaime Melchor, quien descubrió en esta experiencia la necesaria presencia de los sacerdotes en el mundo.
“El Señor me hace un canal de misericordia y de gracia para los hermanos y hermanas necesitados del perdón y del amor de Dios. Sentí mucha compasión y ternura ver que llegaron niños, jóvenes, adultos, familias enteras que acudieron a confesarse”, dijo.
Cansado pero satisfactorio
Aunque para ambos sacerdotes, fue cansado estar cinco horas confesando, fue una experiencia también muy satisfactoria.
“Me hizo mucho eco en el corazón esta necesidad que tenemos los sacerdotes de hacernos presentes en los momentos en que Dios mueve el corazón de los fieles para que se reconcilien con él. Fue una alegría cuando me tocó celebrar una misa y que hubo también mucha fila para comulgar. Es un regalo muy grande de parte de Dios”, dijo el padre Jaime.
Hacer buena Confesión
Tras esta especial experiencia, ambos sacerdotes fueron consultados por Presencia sobre cómo hacer una buena Confesión.
El padre Jaime Melchor explicó la importancia de acercarse a la Confesión “por la necesidad de morir y resucitar con Cristo”.
“A través de la confesión de nuestros pecados, el arrepentimiento y el propósito de enmienda, que son algunos pasos para una buena confesión, podemos hacer conciencia de que el amor de Dios, que ha sido ofendido por nuestro pecado, necesita ser reparado”, expuso.
Dijo que al acercarse a la Confesión se debe buscar la conversión, lo que implica hacer un buen examen de conciencia, observando los mandamientos.
“Jesús nos dice, en síntesis, amarás a Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y a tu prójimo como a ti mismo”, recordó.
Recomendó también considerar los pecados capitales ya que, dijo, son la raíz de otros pecados.
“Por ejemplo, la soberbia es la raíz de todos los demás pecados. Debemos fijarnos cuál de ellos es el más recurrente. Algunos pecados pueden parecer demasiado personales, sin embargo, siempre ofenderán a Dios y afectan a la larga nuestra sana convivencia con los demás”, afirmó.
Orar y pedir ayuda
Mencionó que es necesario pedirle al Señor la gracia de arrepentimiento y de la conversión.
“Tristemente hay personas que quieren confesarse por el compromiso de ser padrinos”. Se puede hacer también un examen de conciencia en torno a los cinco mandamientos de la Iglesia, con libros litúrgicos, como el ritual de la penitencia o bien de acuerdo a las bienaventuranzas.
“A veces nos confesamos de lo que hicimos, pero no de lo que no hicimos. Ejemplo, me confieso de ser mentiroso, pero nunca de no hacer oración o de no ir a misa, como que eso no causa dolor. La gente lo ve como algo mínimo cuando es una necesidad”, resaltó.
Comentó que muchas veces la gente no hace un examen de conciencia y en ese caso es necesario decirle al sacerdote que le ayude.
“No hay que tener miedo, sino acercarse a la confesión con humildad. Estamos para ayudarles”, dijo.
Evitar mala Confesión
El padre Jaime también abordó aspectos que no se consideran una confesión, los cuales se ennumeran para tenerlos presentes y evitar caer en ellos.
- No es una terapia psicológica. Sentirse bien consigo mismo es un fruto.
- No es tampoco un requisito para otro sacramento. Se le debe dar su importancia y no considerar la confesión como un “boleto” para la Comunión.
- No es una charla en donde expongo mis problemas familiares. La gente suele aprovechar para platicar de sus hijos, de sus vecinos, o para exponer las acciones que otros hacen y justificar sus pecados.
- No es para platicar los defectos y pecados de los demás.
- No es un momento para expresar lo bueno que soy y lo malo que son los demás.
Consejos para una Buena Confesión
Por su parte, el padre Alberto Castillo ofreció estas recomendaciones para realizar una buena Confesión:
- Pedir la gracia al Espíritu Santo para hacer un buen examen de conciencia que ayude a descubrir la raíz de los pecados arraigados en lo profundo del corazón, alcanzar el dolor de los pecados, confesarlos con claridad y propósito de enmienda. Pudiera ayudar la meditación de algún pasaje bíblico que invite a la conversión, por ejemplo, Lc. 15.
- Darse un tiempo para buscar diligentemente los propios pecados de pensamiento, palabra, obra y omisión. Examinar los 10 mandamientos, el amor al prójimo, los vicios capitales, los mandamientos de la Iglesia y los deberes del propio estado de vida.
- Pedir y alcanzar, en la medida de lo posible, el dolor del alma y la detestación por los pecados cometidos con el propósito de no cometerlos de nuevo. Para esto explicó los tipos de tristeza:
– Contrición perfecta: La provoca el amor a Dios, amado sobre todas las cosas.
– Atrición: Real, pero imperfecta. Viene de las consecuencias (enfermedades, daños a otros, etc.) o del miedo al castigo eterno, merecido por el pecado mortal o, a veces, al querer lograr no sentir más inclinación a ese vicio (fumar, por ejemplo) porque es dañino y no lo quiere Dios para sus hijos. Es suficiente la sincera atrición para recibir el sacramento de la reconciliación.
– Cristiana: Es iluminada por la esperanza de la sanación y salvación cuando humildemente nos reconocemos pecadores de cara a Dios.
– No cristiana: Cuando deja angustia y desesperación por el mal cometido, olvidando que donde abundó el pecado sobreabunda la gracia si nos abrimos a recibirla. Dios aprovecha incluso nuestro error para nuestro crecimiento y maduración cristianas.
- Confesar los pecados mortales de los que tengamos conciencia cometidos desde nuestra última confesión.
- Confesar la especie (tipo de pecado) y el número o frecuencia con que se ha cometido. Es un modo para expresar que no somos de naturaleza permanentemente pecador, sino que somos amados por Dios y capaces de hacer mucho bien, aunque, a veces, fallamos y pecamos, y podemos aprender a combatir y crecer en la virtud.
- Conviene confesar algunas de las circunstancias que rodean el pecado: soy casado o soltero, consagrado o laico; cometo el pecado habitualmente (aunque lo haya hecho una sola vez desde mi última confesión, reconozco que en mí es un hábito).
- No contar la historia completa, minuto a minuto, con todos los involucrados y el paisaje.
- Aceptar la penitencia como un don de Dios que ayudará a sanar las heridas que llevan al pecado, desviará próximas ocasiones de cometerlo y fortalecerá para crecer a imagen y semejanza de Cristo.
- Salir del Confesionario con el propósito de avanzar en la virtud, poniendo medios eficaces para lograrlo; el primero de los cuales debe ser siempre profundizar mi intimidad con Dios y el amor al prójimo.