Diana Adriano
Un examen detallado de la vida, que permite reconocer aquellos momentos en los que se ha fallado en el camino de la fe, es la Confesión general de vida, práctica que difiere un poco de la Confesión habitual, pues consiste en un proceso más profundo de arrepentimiento y renovación espiritual. Así lo explicó el padre Guillermo Sías, teólogo espiritual, rector del templo San Juan XXIII, quien habló sobre la importancia de la Confesión de vida.
Recorrido por la vida
También conocida como Confesión general, esta práctica tiene gran relevancia como un espacio privilegiado para tomar conciencia de la propia existencia, dijo el padre Guillermo.
Explicó que este tipo de Confesión no se limita únicamente a enumerar pecados, sino que invita a hacer un recorrido profundo por la vida, analizando las oportunidades aprovechadas y desaprovechadas, las respuestas dadas a la voluntad de Dios y la relación con los demás, con los recursos materiales y naturales, e incluso con uno mismo.
“Es un momento para mirar con honestidad la vida desde la infancia hasta el presente, discerniendo si se ha seguido la voluntad de Dios y cómo ha sido la relación personal con Él”, expuso.
Explicó que la Confesión General también permite preguntarse si se ha vivido intensamente, con gratitud y plena conciencia de los dones recibidos, pues “muchas veces se dan por sentadas cosas cotidianas como el amanecer o el alimento, olvidando que todo es un regalo de Dios”.
“Este sacramento se convierte así en un acto de reconciliación profunda, donde cada persona puede abrir su corazón y reconocer no solo sus faltas, sino también su respuesta ante la vida y su compromiso con la fe”, expuso.
“Se trata de un recorrido de vida, de lo que tenemos conciencia. Entre mayores seamos, más posibilidades tenemos de hacer una toma de conciencia profunda, abundó.
Sinceridad con uno y con Dios
El sacerdote enfatizó que esta Confesión requiere tiempo y preparación, pues implica una sinceridad total delante de Dios, sin prisas ni condicionamientos.
“Es una oportunidad muy grande, pero no es algo que se haga de un día para otro. Esto implica, primero, el deseo de bajar el corazón, pedir a Dios la luz, la gracia, pero también la gran humildad de poder sincerarnos delante de Dios y con nosotros mismos, sin maquillar nada, sino tal como es, como fue lo que aconteció o incluso lo que no aconteció y que pudo haber pasado”, dijo.
Reiteró que este proceso requiere tiempo, serenidad y silencio interior, pues cada persona necesita hacer un recorrido consciente de su vida, tomando en cuenta no solo sus errores, sino también las oportunidades desaprovechadas.
Dar y recibir
Destacó que la Confesión General no solo consiste en dar una respuesta a Dios, sino también en aprender a recibir su amor y misericordia.
“Por eso, es importante hacer una pausa, tomar serenidad y dedicarle el tiempo necesario. Algunos necesitarán semanas, otros, más tiempo, pero lo esencial es ir asumiendo poco a poco la vida con honestidad y apertura”, señaló.
Dijo que entre mayor sinceridad y mayor especificidad en lo que se presenta durante la Confesión general, más grande será la libertad que se experimenta “porque nos liberamos del peso que llevamos dentro”.
Reconciliación y sanación
De acuerdo al sacerdote, la Confesión General tiene un gran valor no sólo como proceso de sanación espiritual, sino, además, emocional. Y entre mayor apertura tenga una persona y más detalle brinde, más profunda será la sanación que experimentará.
“Entre más se ha vivido, mayor es la responsabilidad de tomar conciencia de cómo hemos caminado, cómo hemos respondido, pero también de qué manera hemos sido agradecidos con lo recibido”, dijo.
Aclaró que algunas personas son demasiado duras consigo mismas y este tipo de Confesión les ayuda a mejorar la relación personal, de acuerdo a lo que Dios quiere.
Por eso hay que pedir perdón, no solo a Dios y al prójimo, sino a veces también a uno mismo, dijo.
“Dios sabe lo que está entretejiendo en el corazón de cada uno, y los beneficios de la Confesión son muchos: el amor de Dios manifestado en su perdón, la sanación y la liberación. Cuanto más abramos el corazón y seamos específicos en nuestra confesión, mayor descanso, paz y sanación experimentaremos”, dijo.
Consejos
El padre Guillermo insistió en que cada persona necesita su propio tiempo para este proceso y es fundamental evitar las prisas.
Este tipo de Confesión debe realizarse con serenidad, en un ambiente de silencio y reflexión. Una de las recomendaciones es escribir los aspectos más importantes de la confesión para no olvidar ningún detalle.
“No se trata de rodear el tema ni de ampliarlo innecesariamente, sino de llegar al punto con claridad y sinceridad”, mencionó.
Dijo que una vez que la persona se sienta lista, debe buscar un confesor y ponerse de acuerdo con él, porque una confesión de vida requiere su tiempo y espacio adecuado.
“Si se hace en filas, donde hay muchas personas esperando, puede haber impaciencia o incluso cansancio tanto del penitente, como del sacerdote», advirtió.
Tiempo propicio
Si bien la Cuaresma es un tiempo propicio para la Confesión General, este ejercicio espiritual puede hacerse en cualquier momento del año.
“En Cuaresma hay más oportunidades para reflexionar y recogerse, ya que este tiempo nos invita a una dinámica distinta, con más oración, más meditación y mayor disposición para acercarnos al sacramento de la Reconciliación.
Finalmente, invitó a quienes sientan este llamado a organizarse para vivirlo plenamente. “Ojalá esta experiencia sea una oportunidad de bendición y gracia para muchos. Que podamos prepararnos con tiempo y buscar la mejor manera de acercarnos a Dios con humildad y confianza”, concluyó.
¿Cuándo es necesaria una confesión general?
(Publicado en Aleteia)
- Cuando un sacerdote, siendo engañado de alguna manera, confiere una absolución carente de valor; el penitente estaría obligado a reparar dicha confesión en una buena confesión general.
- Cuando la persona cae en la cuenta de que su última confesión fue sacrílega o nula, o varias de sus confesiones precedentes también lo fueron. El fiel debe tener claro que si hubo una confesión sacrílega o nula ésta hace que sus confesiones sucesivas también lo sean si no expone en la siguiente confesión los motivos que la hicieron sacrílega o nula. Será una confesión sacrílega cuando por malicia o por vergüenza calló o negó intencionalmente algún pecado mortal. La confesión general individual subsana las confesiones sacrílegas o nulas y las siguientes.
- También es necesaria la confesión general cuando un fiel sabe que ha hecho una confesión nula o varias confesiones: cuando faltó, por ejemplo, un serio examen de conciencia (ignorando inconscientemente algún pecado grave), o un acto de contrición perfecto o un firme propósito de evitar el pecado y las ocasiones próximas de pecado. Así también cuando la persona, en el momento que recibió la absolución, estaba excomulgada. O también si la persona antes y durante de la confesión no entiende restituir, como está obligado, la buena fama, los bienes o el honor que se le quitaron al prójimo, etc.
- También cuando, aun habiendo hecho un buen examen de conciencia, el fiel cae en la cuenta de que, por alguna circunstancia, cambió u omitió la especie de algún pecado confesado o no se acusaron, con alguna precisión en alguna confesión anterior, el número de veces que se han repetido los pecados mortales.
- También cuando el fiel confesó sus pecados al confesor en forma tal, que él no entendiese, o si le engañaron con mentiras al responder a sus preguntas.
La confesión general es necesaria a quien duda de alguna manera de sus confesiones pasadas, y tiene necesidad de poner en paz su conciencia; pues, entre otras cosas, la confesión general también suele propiciar en el corazón del penitente una mayor contrición de los pecados y consolida un propósito firme de conversión.
Pero, ojo, que la confesión general no significa confesar los pecados de manera general, es decir, imprecisa, genérica o vaga.
Es necesario recordar que el fiel debe confesar todos los pecados según la especie y el número (Canon 988) cometidos después del Bautismo y no confesados todavía, de los cuales se tenga conciencia después de un buen examen de conciencia.