¿Cómo se ora? Es una pregunta que surge cuando se siente la necesidad de encontrarse con Dios. Habrá que partir de una verdad incuestionable: nadie puede decirle a otro como “debe” orar. Esto de la oración es un asunto personal, entre Dios y cada uno de nosotros, Él tiene, para cada quién un camino especial. La oración es gracia de Dios implícita en el don de la Fe.
Tanto la Fe como la oración son experiencias vitales, sólo se pueden conocer en la práctica. Existen en nosotros en potencia, como una fuerza latente, algo que puede llegar a ser. Pero se vuelven “reales” en la experiencia, cuando actualizamos la potencia. Así pues, sólo se puede aprender a orar, orando. Igual que en otras actividades cotidianas, como nadar o pintar, al leer un libro sobre ello obtienes información sobre cómo hacerlo, pero sólo si te lanzas al agua, o tomas los pinceles para emborronar un lienzo, estarás actualizando el conocimiento adquirido.
La oración, vivencia personal
Hay tantas formas de orar como personas orantes y cada una es valiosa, digna de respeto y reconocimiento. Nadie puede imaginar lo que Dios tiene reservado para cada persona, especialmente en la intimidad de la oración. Cada persona, al orar, está intentando actualizar esa potencia, esa fuerza que lo atrae hacia Dios.
Sin embargo, como cualquier actividad humana, la oración puede hacerse “a medias” o puede mejorarse e incluso perfeccionarse. Por esto el Papa Juan Pablo II insistió en su carta “Novo millenio ineunte” en la necesidad de propiciar experiencias que permitan a los fieles avanzar en el camino de la oración, y considera importante que las comunidades cristianas lleguen a ser “escuelas de oración”.
En la Iglesia, además de la Oración Litúrgica, existen diversas propuestas que ofrecen variados de estilos y formas de ejercitarse en el arte de la oración, para dar respuesta a la necesidad que subyace al deseo de orar: el encuentro con Dios. Es el Espíritu Santo quien suscita en la Iglesia, a través de personas concretas, una idea, una inspiración que responda a la petición de los discípulos a Jesús, “¡Señor, enséñanos a orar!” al verlo volver resplandeciente después haber estado en oración.
¿Cómo empezar?
Habrá que ponerse manos a la obra, investigar, buscar opciones para encontrar un grupo que brinde apoyo y orientación. Pero también habrá que tomar conciencia de que sólo si decides iniciar esta experiencia, si decides tomar en serio el camino con Dios, la alternativa elegida producirá fruto en la vida espiritual.
Aunque no es necesario esperar a encontrar el grupo idóneo y puedes empezar hoy mismo a vivir y crecer en la vida de oración, puedes empezar por, entre tus múltiples ocupaciones, reservar un momento del día, aquél que te permita retirarte en soledad y silencio, a la intimidad con Dios. Es necesario invocar al Espíritu Santo para que te conduzca y dedicar un tiempo para platicar con el Señor con la confianza de estar con tu mejor amigo. Si mantienes la disciplina y la perseverancia de mantener este encuentro con Dios, poco a poco avanzarás en el arte de orar.
Pero también puedes aprovechar la oportunidad de vivir un Taller de Oración y Vida (TOV) en donde se te ofrecerán una experiencia de aprender a orar, a meditar la palabra y aprender a vivir con alegría y paz en tu corazón. En los TOV se utiliza una pedagogía diseñada para que paso a paso, día a día vayas avanzando en tu relación con Dios, aprendiendo diversas formas de orar, y al mismo tiempo liberarte de tristezas, angustias y miedos que pueden estar ocasionándote problemas personales y relacionales. Los TOV inician en nuestra Diócesis, la semana de 9 al 15 de agosto, en diferentes templos y en horarios variados. Para mayores informes puedes llamar a los teléfonos
558 8079; 611 0613; 617 4654; 251 3221 ¡Haz la prueba y verás qué bueno es el Señor!