Ana María Ibarra
Para ayudarnos a erradicar el pecado de la envidia, el padre Víctor compartió algunas preguntas para realizar un examen de conciencia y poder descubrir las manifestaciones de la envidia y ofreció algunos consejos para lograr trabajar en ella.
Examen de conciencia
-¿Me causa tristeza o enojo que otras personas tengan algo que yo no tengo?
-¿Expreso con sinceridad, libertad y agrado a otra persona mi felicitación por algún logro en su vida?
-¿Soy capaz de alegrarme con otros?
-¿Me es difícil reconocer e identificar las virtudes que otras personas tienen?
-¿Me gusta ser el centro de atención y me molesta cuando alguien más lo ocupa?
-¿Hablo constantemente mal de otras personas?
-¿Soy agradecido con las personas que me comparten de lo que tienen, ya sea espiritual o material?
-¿Siento que los otros en algún momento con sus virtudes son una amenaza para mi vida?
-¿He deseado la “no existencia” de una persona que me recuerda algo que yo no tengo?
Para combatirla
* Rezar: Pedir a Dios la gracia de cultivar en su vida la benevolencia, la humildad y el abandono en la providencia divina. Como también tener una mirada, reflejo de un corazón capaz de reconocerlo en la vida de otra persona.
* Ser agradecido: Aprender a dar gracias a Dios, en un primer momento, por haberle regalado tales dones o bienes a determinada persona, y que con ellos nos benefician a otros. Como también aprender a dar gracias a las personas que nos hacen el bien con sus servicios, trabajos, palabras o bienes.
Agradecer es signo de poseer un corazón noble y limpio, pues como dice la Escritura: “Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios”, no sólo en la vida futura, sino en la presente, en sus hermanos y en los acontecimientos.
* Alegrarse del progreso del hermano. Compartir con él sus alegrías.
* Apreciar los dones de los demás, haciendo un ejercicio interno de reconocer las virtudes antes que los defectos en las personas que tratamos, de manera especial con frecuencia, como lo pueden ser nuestra familia, amigos y compañeros de trabajo o servicio. Reconocerlos y memorizarlos, no olvidarlos.
* Leer, meditar y memorizar textos bíblicos que nos recuerden las graves consecuencias del cultivo de este pecado, como también aquellos que nos recuerdan nuestra identidad de hijos e hijas de Dios, de tal manera que no creamos que nuestro valor e importancia radican en lo que tenemos o poseemos, sino en lo que somos para nuestro Padre celestial, considerando el amor que nos tiene desde la eternidad.
* Evitar la violencia verbal que arrasa, maltrata y hiere.
* Reconocer que se es envidioso. Ningún cambio o conversión puede dar fruto sino se reconoce y acepta lo que se padece. San Agustín aconsejaba: “Conócete. Acéptate. Supérate”.
¡Qué mala es la envidia! Es una actitud, es un pecado feo. Y en el corazón, los celos o la envidia crecen como mala hierba: crece y no deja crecer a la hierba buena. Todo lo que parece que le hace sombra, le parece mal ¡Nunca está en paz! ¡Es un corazón atormentado, es un corazón malvado! Y la Escritura lo dice claramente: por la envidia del diablo entró la muerte en el mundo….Pidamos al Señor que nos dé la gracia de no abrir el corazón a los celos, a la envidia porque siempre llevan a la muerte”
Papa Francisco