Ana María Ibarra
En el marco de la alegría de la Pascua, cincuenta parejas recibieron el sacramento del matrimonio en las bodas colectivas que se realizaron en la Catedral después de la formación que recibieron previamente.
Acompañados de familiares y amigos que abarrotaron la Catedral, las parejas se congregaron el pasado lunes 01 de abril, primer lunes de Pascua, para consagrar su unión con el sacramento del matrimonio.
Decididos y preparados
La celebración fue presidida por el obispo diocesano, monseñor J. Guadalupe Torres Campos, quien se mostró contento por el acontecimiento.
Concelebraron los sacerdotes de Catedral Eduardo Hayen, Rafael Saldívar y Arturo Martínez, así como el padre Leonardo García.
“Queridos hermanos que van a contraer matrimonio, los saludo y saludo a sus familias.
Que hermoso ver nuestra Catedral con gran fe y regocijo”, expresó el obispo en su saludo a los asistentes.
“Lo han pensado bien, tomaron su decisión, se prepararon, vienen bien confesaditos.
Aquí estamos para celebrar su matrimonio”, añadió el obispo.
Temor y alegría
Enseguida reflexionó sobre el evangelio, las mujeres que, entre el temor y la alegría, se encontraron con Jesús.
“En la decisión de contraer matrimonio hay temor y alegría. Ustedes hermanos, hombre y mujer, han decidido unirse en sacramento. Es Cristo que sale a su encuentro, Cristo los ama. Ustedes, al decir sí y al celebrar su matrimonio están abrazando a Cristo”, señaló el obispo.
Agregó que la unión que ya viven las parejas se fortalece con el sacramento.
“En ustedes se hace presente Cristo. En la fidelidad del uno al otro están siendo fieles a Cristo. Es un sacramento indisoluble, para toda la vida”.
Asimismo, los invitó a vivir la entrega y la ayuda mutua.
“Sean felices, ámense toda la vida, sean luz, compréndanse”, dijo.
Unidad indisoluble
Para llevar a cabo el rito del matrimonio, el obispo y los sacerdotes se acercaron a las parejas para cuestionar sobre su consentimiento libre de contraer matrimonio.
Ante la respuesta personal, las personas que estuvieron cerca de ellos, les felicitaron con aplausos.
Enseguida, desde el presbiterio, el obispo realizó la bendición de anillos y arras, y los sacerdotes bajaron para hacer aspersión del agua bendita en tales signos.
El obispo invitó a las parejas a entregarse los anillos uno a otro con la formula correspondiente. De igual manera lo hicieron con las arras.
Después del rezo del Padre Nuestro, los testigos impusieron el lazo nupcial, símbolo de la unidad indisoluble, mientras el obispo y sacerdotes oraron por ellos.
Llegado el momento de la Eucaristía, las personas que iban a recibir por primera vez a Jesús Sacramentado encendieron sus cirios.
En un momento de algarabía, al final de la celebración, los presentes dieron aplausos para las parejas.