Diana Adriano
Con profunda tristeza, la Congregación de las Misioneras de María Dolorosa anunció el fallecimiento de la Madre Emma Bustillos, quien tras 20 años de lucha contra la enfermedad, fue llamada a la Casa del Padre, el pasado lunes 2 de abril.
Para honrar su memoria, en la Capilla san Antonio Senecú se celebró una misa de exequias el 3 de abril al mediodía, en la que religiosas, amigos y sacerdotes se reunieron para despedirla y rendirle homenaje.
Previamente el padre Paulino Ramírez, quien fue formado en la Ciudad del Niño y se convirtió en sacerdote misionero, también dedicó una Eucaritía por el eterno descanso de quien fue una de sus queridas formadoras.
Su vida
Durante la emotiva celebración se leyó una semblanza de la vida de la Madre Emma, nacida el 17 de junio de 1937 en un municipio de Casas Grandes, Chihuahua, hija de Cayetano Bustillos y Victoria Ordóñez, siendo la segunda de 11 hijos.
Emma realizó sus primeros votos el 23 de febrero de 1960 y sus votos perpetuos el 13 de febrero de 1963, conmemorando sus 50 años de vida religiosa el 13 de febrero de 2010.
A lo largo de su vida, la Madre Emma sirvió en diversas comunidades, incluyendo el Orfanatorio de Guadalupe, el Asilo San Antonio, el Seminario de Ciudad Juárez, la Catedral de Chihuahua, el Obispado de Ciudad Juárez, Ciudad Madera, el Asilo de Zacatecas, Ascensión, Ciudad del Niño -donde pasó gran parte de su vida-, la Casa General y, finalmente, en la comunidad Santa Teresita de las Hermanas MMD que están enfermas.
Asimismo, se resaltó su profunda vida espiritual, su sabiduría y su cercanía con Dios que la llevó a ser una mujer servicial.
Fue una religiosa con un notable sentido del humor y amante de la lectura y de la cocina.
La reseña de la madre Emma la recordó también como una mujer de gran fortaleza, que supo enfrentar la enfermedad durante casi 20 años, mostrando un ejemplo de cómo unir el propio sufrimiento a la Cruz de Cristo. Su espíritu, lejos de menguar, floreció con amor y esperanza a lo largo del tiempo, se dijo.
«Solo podemos decir: ¡A Dios gracias por su vida, Señor! Gracias por permitirnos saber que se puede vivir la santidad en la sencillez y desde el dolor callado de una silla de ruedas. ¡Bendito seas por la vida de nuestra querida hermana! Recíbela con la misma alegría y amor con la que ella te predicó”, se escuchó.
Consuelo en Cristo
La Santa Misa fue celebrada por el Padre David Hernández, formador del Seminario. En su homilía, el padre David expresó su apoyo incondicional a la comunidad religiosa reunida, a quien compartió reflexiones sobre la fe y la esperanza en medio del dolor.
Destacó la poderosa imagen de Cristo como la luz que brilla en las tinieblas, recordando que incluso en los momentos más oscuros la presencia de Cristo guía e ilumina.
“Los invito a todos a confiar en Jesús resucitado como nuestra fuente de esperanza y fortaleza”, dijo para luego subrayar la importancia de mantener viva la fe en la promesa de la Vida Eterna.