El pasado 9 de mayo, el Papa entregó Spes non confundit (La Esperanza no defrauda), la bula de convocación del Año Santo 2025, en la que lanza llamamientos en favor de los emigrantes, los enfermos, los ancianos y los jóvenes, así como aborda otros temas. Aquí algunas claves.
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Es la esperanza lo que el Papa invoca como don en el Jubileo 2025 para un mundo marcado por el choque de las armas, la muerte, la destrucción, el odio al prójimo, el hambre, la «deuda ecológica» y la baja natalidad.
La esperanza es el bálsamo que Francisco quiere extender sobre las heridas de una humanidad que, «ajena a los dramas del pasado», se ve sometida a «una prueba nueva y difícil» que ve a «tantas poblaciones oprimidas por la brutalidad de la violencia» o atenazadas por un crecimiento exponencial de la pobreza, a pesar de que los recursos no faltan y se destinan sobre todo a gastos militares.
Contenido
Spes non confundit, «La esperanza no defrauda» -tomado de la Carta a los Romanos (Rom 5,5)- es el título de la Bula de Convocación del Jubileo Ordinario de 2025 pronunciada la tarde del 9 de mayo por el Papa a las Iglesias de los cinco continentes. Esto durante las segundas Vísperas de la solemnidad de la Ascensión.
La Bula contiene súplicas, propuestas, luego llamamientos en favor de los presos, los enfermos, los ancianos, los pobres, los jóvenes, y anuncia las novedades de un Año Santo -una sobre todo, la apertura de una Puerta Santa en una cárcel- que tendrá como tema «Peregrinos de la esperanza», en referencia a los fieles que vendrán a Roma y a los que, no pudiendo llegar a la ciudad de los apóstoles, lo celebrarán en Iglesias particulares.
Claves de la Bula
Aquí algunos de los temas abordados en la Bula, que luego iremos reflexionando poco a poco en periódico Presencia
Una palabra de esperanza
La esperanza de Francisco es que «para todos», especialmente para los más desanimados que «miran el futuro con escepticismo y pesimismo», el Año Santo sea una oportunidad para «reavivar la esperanza» y también la virtud de la paciencia hoy «relegada por la prisa».
La paz en el mundo
El Obispo de Roma invita a ver la esperanza en los «signos de los tiempos», poniendo atención, sin embargo, «a todo lo bueno que hay en el mundo para no caer en la tentación de considerarnos superados por el mal y la violencia». «Que el primer signo de esperanza se traduzca en paz para el mundo, el cual vuelve a encontrarse sumergido en la tragedia de la guerra», escribe.
Llamamiento por la natalidad
Con igual vigor, el Papa Francisco llama a recuperar el entusiasmo por la vida, ya que «se asiste en varios países a una preocupante disminución de la natalidad» por diversos motivos: «los ritmos frenéticos de la vida», «los temores ante el futuro», «la falta de garantías laborales y tutelas sociales adecuadas», «los modelos sociales cuya agenda está dictada por la búsqueda de beneficios más que por el cuidado de las relaciones».
«Por el contrario, en otros contextos, ‘culpar al aumento de la población y no al consumismo extremo y selectivo de algunos es un modo de no enfrentar los problemas'» (9).
Esperanza para los presos
A continuación, el Papa Francisco pide que el Jubileo ofrezca «signos tangibles de esperanza» para los presos que «experimentan cada día —además de la dureza de la reclusión— el vacío afectivo, las restricciones impuestas y, en bastantes casos, la falta de respeto».
La propuesta a los gobiernos es que en el Año Santo se emprendan «formas de amnistía o de condonación de la pena», así como «itinerarios de reinserción en la comunidad a los que corresponda un compromiso concreto en la observancia de las leyes» (10).
Para ofrecer a los reclusos “un signo concreto de cercanía”, el Papa desea abrir él mismo “una Puerta Santa en una cárcel -anuncia en la Bula-, a fin de que sea para ellos un símbolo que invita a mirar al futuro con esperanza y con un renovado compromiso de vida”.
Esperanza para los enfermos y jóvenes
También se ofrecerán signos de esperanza a los enfermos, en casa o en el hospital, «especialmente a los afectados por patologías o discapacidades que limitan notablemente la autonomía personal»:
También necesitan esperanza los jóvenes, quienes «con frecuencia ven que sus sueños se derrumban». «No podemos decepcionarlos», dice Francisco.
Esperanza para los migrantes
Una vez más, el Papa pide que las expectativas de los migrantes «no se vean frustradas por prejuicios y cerrazones»; que la acogida «vaya acompañada por la responsabilidad, para que a nadie se le niegue el derecho a construir un futuro mejor».
Esperanza para los pobres en el mundo
El Papa no olvida, en la Bula, a los muchos ancianos que experimentan la soledad y el abandono: es «un compromiso» para la comunidad cristiana y la sociedad civil «trabajar juntos por la alianza entre las generaciones».
Y no olvida a los «millares de pobres» que no tienen lo necesario para vivir y que «sufren la exclusión y la indiferencia de muchos»: «Encontramos cada día personas pobres o empobrecidas que a veces pueden ser nuestros vecinos. A menudo no tienen una vivienda, ni la comida suficiente para cada jornada”.
Un Fondo mundial para acabar con el hambre
Francisco plantea la necesidad de que cuantos poseen riquezas “sean generosos” con aquellos “que carecen de agua y de alimento”. Renueva su llamamiento, lanzado con motivo de la COP28, “a fin de que ‘con el dinero que se usa en armas y otros gastos militares, constituyamos un Fondo mundial, para acabar de una vez con el hambre y para el desarrollo de los países más pobres, de tal modo que sus habitantes no acudan a soluciones violentas o engañosas ni necesiten abandonar sus países para buscar una vida más digna’” (16).
La Confesión y la esperanza cristiana
Francisco habla a continuación del sacramento de la Penitencia, que «no es sólo una hermosa oportunidad espiritual», sino «un paso decisivo, esencial e irrenunciable para el camino de fe de cada uno». Por ello, pide que en las Iglesias particulares “se cuide de modo especial la preparación de los sacerdotes y de los fieles para las confesiones y el acceso al sacramento en su forma individual”.
Parada de oración en los santuarios marianos
Francisco invita también a los peregrinos que acudirán a la Urbe a rezar en los santuarios marianos para venerar a María e invocar su protección, para que, «especialmente los que sufren y están atribulados, puedan experimentar la cercanía de la más afectuosa de las madres que nunca abandona a sus hijos; ella que para el santo Pueblo de Dios es «signo de esperanza cierta y de consuelo»”.
Deseo final
De ahí el «deseo» de que el Jubileo 2025 ayude a todos «a recuperar la confianza necesaria —tanto en la Iglesia como en la sociedad— en los vínculos interpersonales, en las relaciones internacionales, en la promoción de la dignidad de toda persona y en el respeto de la creación” (25).
La apertura de la Puerta Santa
El Papa estableció que la Puerta Santa de la Basílica de San Pedro se abrirá el 24 de diciembre de 2024, iniciando así el Jubileo Ordinario. El domingo siguiente, 29 de diciembre, el Pontífice abrirá la Puerta Santa de la Basílica de San Juan de Letrán. A continuación, el 1 de enero de 2025, Solemnidad de María Madre de Dios, se abrirá la Puerta Santa de la Basílica de Santa María la Mayor. El 5 de enero, se abrirá la Puerta Santa de la Basílica de San Pablo Extramuros. Estas tres Puertas Santas se cerrarán el domingo 28 de diciembre del mismo año. En cambio, el 29 de diciembre de 2024, en todas las catedrales y concatedrales, los obispos celebrarán la Eucaristía como solemne apertura del Año Jubilar. El Jubileo concluirá con el cierre de la Puerta Santa de la Basílica de San Pedro el 6 de enero de 2026, Solemnidad de la Epifanía del Señor.