Pbro. Francisco Galo Sánchez Ochoa/ Párroco de Nuestra Señora del Carmen
Los invito a aprovechar este momento de reflexión y ver este tiempo que la Iglesia nos invita a recorrer, desde la perspectiva de la pandemia, que tanto nos limita y ha cambiado nuestra actividad pastoral.
Podemos resumirlo en una palabra: preparación. Con esa sencillez la Iglesia nos resume todo lo que es la Cuaresma. Es tiempo de preparación para todos: para los Catecúmenos porque recibirán a Jesucristo y mediante los Sacramentos de Iniciación Cristiana van a ser incorporados a la Iglesia.
Para los ya bautizados, una preparación para expresar con gozo “Alégrense (Exúltet)… también nuestra madre la Iglesia revestida de luz tan brillante” y entonces hacer verdad lo que a continuación se nos proclama: “resuene este templo con las aclamaciones del pueblo” (Pregón Pascual).
Para nosotros ministros ya ordenados, porque no sólo nos preparamos para realizar las actividades propias, sino porque es también nuestra propia Pascua, el ir muriendo para resucitar con Cristo y esto requiere mucha preparación y disposición para no expresar sólo ideas y caer en la rutina o monotonía.
La Cuaresma entonces se convierte en un tiempo muy propicio para profundizar en nuestra fe y podernos preparar con gozo y alegría a celebrar el tiempo más importante: La Pascua.
1.La Cuaresma es conversión
Una de las palabras que más se insiste y se habla es precisamente esa: la conversión. Que ha sido la traducción al español del griego: “metanoía”. Conviene que nos adentremos en su contenido y significado para no quedarnos solamente en meras repeticiones.
Lo más fácil es quedarnos solamente en un aspecto moralizante: arrepentirnos de nuestros pecados. Claro que lo incluye pero la conversión es mucho más que eso; es luchar por ser mejores, convencernos del deseo de crecer y asumir las consecuencias del hombre nuevo que se nos brinda en la persona de Jesucristo, no conformarnos con lo de siempre, con lo mismo, con repetir, sino buscar, ahondar, de ahí también muy ligada la palabra: camino.
La pandemia nos ha llevado a reconocer nuestras limitaciones, a descubrir lo frágil que somos y sobre todo, que no podemos seguir igual, queriendo hacer lo mismo de siempre y pensando que la gente va a regresar, como estaba antes.
Lo escuchamos el miércoles de ceniza en la segunda lectura: Los exhortamos a no echar en saco roto la gracia de Dios. Porque él dice: “En el tiempo de gracia te escucho; en el día de salvación te ayudo”. Pues miren: ahora es el tiempo de gracia; ahora es el tiempo de salvación (2 Cor 6,1-2).
Conversión, entonces, se vuelve en el trabajo diario en el cual me estoy apuntalando para que siguiendo a Jesucristo, teniendo su Espíritu Santo, me configure y a la vez, lo comparta con los demás, pues nos dirigimos a la Casa del Padre. No es un caminar sin rumbo. Conviene leer el artículo del padre Hayen y publicado en Presencia hace una semana en la página central.
La conversión es la convicción de trabajar por ser mejores: en lo humano (no quedarnos sólo con nuestros traumas y complejos y estar limitándonos siempre), en lo cristiano (animar y valorar el seguimiento de Jesucristo que nos ha llamado precisamente a ser sus discípulos-misioneros), en lo ministerial (echarle ganas y no dejarnos vencer por los errores o malas experiencias obtenidas).
No podemos estar pasivos o esperando que cambie de color el semáforo para ponernos a activar el trabajo pastoral. El Espíritu Santo trabaja siempre, del mismo modo, también nosotros lo debemos de hacer.
- La Cuaresma es camino
La Cuaresma no es más que un medio, no un fin. Este es entonces su lugar adecuado. La Cuaresma no tiene sentido si no nos conduce a una conversión a Jesucristo. ¿Cómo le podemos pedir que busquen a Cristo si nosotros nos dispensamos de hacerlo? La Cuaresma también es para mí, sacerdote de Jesucristo.
Podemos quedarnos en muchas prácticas, muchas actividades, muchas acciones y éstas volverse huecas y como meras acciones de lo “que tenemos que hacer”. El Calendario Pastoral ya de por sí nos presenta muchas acciones que nos pueden conducir a un activismo sin sentido perdiéndonos de lo más importante, la gracia del Espíritu Santo para ser otros Cristos.
Todo lo que decimos y hacemos en este tiempo pueden quedarse en frasecitas muy bonitas, pero vacías de sentido y de vivencia. También podemos hacer tantas cosas que en ocasiones llegamos “cansados”, agotados y desesperados por terminar lo más pronto posible y salir a “unas merecidas vacaciones”. Cuando debería ser el tiempo que mejor nos pone en “condición espiritual” para “desbocarnos” en la Pascua.
Lo más importante es la Pascua. La mirada debe estar en la Pascua que es la razón de la Cuaresma. No se trata de “instruirnos” sobre la Pascua, sino de “iniciarnos” en su misterio. Para eso es la Cuaresma. Así se utilizó en el Catecumenado antiguo. La Cuaresma tiene sentido si la utilizamos como el camino para llegar a la Pascua, no como un tiempo para hacer actividades nada más.
Qué interesante se vuelve la Cuaresma en este tiempo de pandemia, porque es el camino que me conduce a la vida, que me lleva a seguir más de cerca y con mayor entusiasmo a Jesucristo, que me ayuda a recuperar las fuerzas y la esperanza sobre todo por lo que hemos perdido en estos momentos.
A creer que es posible la vida que Jesucristo nos ofrece y no quedarnos solamente en esta. A final de cuentas, la pandemia nos permite ver con profundidad que el cristiano es más fuerte en Cristo.
- La Cuaresma es contemplación
Se nos ofrece este tiempo precisamente para saber contemplarlo, para poder anunciarlo. Este tiempo es indicado no tanto para mirar nuestra condición de pecadores (eso es parte o bien punto de partida), sino para mirar la misericordia que procede del amor del Padre, a través del Hijo, en el Espíritu Santo. Lo leímos en la Oración Colecta del II Domingo de Cuaresma. Que todo lo que vayamos a hacer en este tiempo nazca de contemplar a Nuestro Señor Jesucristo, Amor del Padre en persona.
Para cultivarlo necesitamos de la escucha de la Palabra de Dios, no de cualquier palabra. Muchas veces me han pedido recomendar algún libro o lectura, incluso en tiempos de Ejercicios Espirituales, no falta quien lleve alguno, o bien, cuando o topamos con alguna crisis o alguna persona que necesita algún consejo y no tenemos claro el proceder correctamente.
La mejor lectura que podemos hacer es la de la Palabra de Dios. Hacerlo gratuitamente, es decir, no para preparar retiros, ejercicios, homilías, sino porque necesito alimentarme de ella, no por mero cumplimiento de una actividad.
Como discípulos estamos llamados a recordarnos esto, porque fácilmente nos olvidamos o perdemos de vista el sentido de este tiempo, pues nos quedamos en “tener que” hacer cosas. De ahí el hacer nuestras las palabras de Jesús: “Conocerte a ti, único Dios verdadero, y al que enviaste, a Jesús, el Cristo” (Jn 17,3).
Estamos llamados a cambiar nuestra manera de pensar, por la que se nos propone en el Evangelio, pensar cristianamente. Que nuestras “mañas”, costumbres, prácticas, muchas veces a los que nos hemos aferrado, se conviertan ahora en acciones que den vida, que se dirijan ahora por los caminos de la gracia, teniendo una vida según el Espíritu.
En pandemia
Con esta contingencia ninguno puede quejarse de no tener tiempo, ninguno de nosotros puede escudarse para pasar de largo ante la Palabra del Señor y dársela a otros, quedándonos vacíos.
La verdadera imagen de la Iglesia en este tiempo no es la de caras tristes o alargadas, no es la del ayuno, del vestido de saco y cilicio, no es la del llanto, sino sobre todo la de una comunidad que se recoge en escucha orante de la Palabra de su Señor que la viene a levantar, a fortalecer y animar a participar con Él de su Pascua. ¡Qué importante se vuelve entonces la Homilía en este tiempo!, ¡Qué importante es la Lectura espiritual o “Lectio Divina”!
La lectura de la Palabra de Dios nos lleva a una más intensa oración. La reforma que hay que cumplir en la Cuaresma no se puede realizar sin la ayuda de Dios. Es Él el que purifica nuestro ser, el que nos renueva, el que convertirá nuestro viejo Adán en el nuevo Cristo. Y por eso nos postramos en oración: pidan y se les dará, busquen y encontrarán (jueves I de Cuaresma). La Iglesia, consciente de que la Pascua es obra de Dios, se pone en actitud de oración, pidiendo la salvación pascual para la comunidad entera y para cada uno de sus miembros.
Que nuestro cansancio, alegría, pesimismo y toda nuestra muy particular manera de entender las cosas, se abran al diálogo con Dios y los hermanos. Esto lo entendemos mejor si nos volvemos contemplativos del Espíritu de Jesús.
- La Cuaresma es un tiempo incómodo
La Cuaresma debe llegar al fondo, a lo más profundo de cada uno. Jesús debe entrar con decisión hasta lo más íntimo de nuestro ser y esto nos cuesta trabajo a todos. Y nos dolerá. Como cuando acudimos con el doctor y nos toca la parte de la herida, nos hace “pegar de brincos”. Si no le hacemos “daño” al hombre viejo en Cuaresma, es que no le hemos puesto el dedo en la llaga.
Pero en verdad para esto no estamos solos. La Cuaresma es el tiempo de la compañía, de la comunidad, de la fraternidad sacerdotal. Es la razón de ser de las prácticas de piedad que la Iglesia nos propone. Qué bueno que ya se hayan reanudado nuestras reuniones de martes. Hacernos solidarios. Mi hermano sacerdote Héctor Villa, en un apartado de su tesis para su licenciatura, hizo una reflexión muy interesante de “Cristo Hermano Solidario”, que nos puede ayudar para entender mejor este tiempo.
La Cuaresma no es para que cada uno la haga según le parezca, le nazca, lo interprete y se le ocurra. La Cuaresma es camino de Iglesia, más precisamente, es camino con Cristo y los suyos. Jesucristo sigue con nosotros y en nosotros el mismo camino. Hoy, con una actualidad misteriosa pero realísima, se nos hace compañero de viaje, para realizar en nosotros su Cuaresma y su Pascua, la obediencia y el triunfo, la muerte y la vida.
Muchas veces hemos dado la impresión que la austeridad, el silencio, la mortificación, la abstinencia nos indican que la Cuaresma es un tiempo en donde nos “debilitamos”, es decir, insistimos tanto en la fragilidad que pensamos que somos caducos, “polvo”, inútiles. Esta apreciación de nosotros mismos es demasiado parcial. La Cuaresma no pone como fin todas las prácticas ascéticas, más bien nos invita a hacer que estas prácticas nos ayuden a buscar la auténtica fuerza que brota del seguimiento de Cristo, de tener su Espíritu Santo, de volver a entablar amistad con Él, si la hemos perdido o de reforzarla si continuamos con ella.
Cuando la Iglesia nos enseña en sus mandamientos que hay que confesarse en este tiempo, no se busca cumplir con un precepto nada más, tampoco para ponernos a trabajar, o porque durante el año litúrgico no se vale este Sacramento, sino el de formarnos la conciencia de saber encontrar la fuerza y libertad que provienen de la persona de Jesús. Entonces todas las prácticas ascéticas se convierten no en signos negativos de “muerte”, sino en signos pascuales, de resurrección también. Es un morir con Cristo para resucitar con Él.
En plena pandemia, cuando los indicadores nos señalan disminución de contagios y muertes, no podemos nosotros cantar victoria ni tampoco cruzarnos de brazos. Con mayor razón apoyar las medidas sanitarias, los protocolos de seguridad, el cuidarnos nosotros mismos; nuestra salud, nuestra vida espiritual, pastoral, intelectual y ministerial.
- Cuaresma, tiempo de rejuvenecimiento
Solemos fácilmente unir la Cuaresma con lo árido, con cantos tristes, con privaciones que aunque se digan voluntarias, no dejan de serlo, con mortificaciones y muchas otras cosas más. Y es verdad, necesitamos pasar por todo esto, pues nuestra inserción en Cristo es difícil. Y conoce ya una historia muy movida de conquistas y pérdidas. No podemos ser indiferentes ante el caso del padre Aristeo.
Es como la vida, los años juveniles es cuando se requiere menos maquillaje, pues la misma etapa de la vida nos lleva a prescindir de muchas cosas, pero cuando el tiempo empieza a hacerse notar en nuestras vidas, se requiere más atención y cuidado para presentarse adecuadamente. Igualmente le pasa a la Iglesia, la diferencia es que la Iglesia se rejuvenece en la Cuaresma, es el tiempo para recuperar la alegría de la juventud, la lozanía del entusiasmo por la entrega, el derroche de energía ante la aventura. La Cuaresma es para volverse joven, no anciano y menos quedarse viejo.
Por eso se habla de Pascua, de Cirio Nuevo, fuego Nuevo, del Agua que da la Vida. Todo se vuelve Nuevo. Somos el Nuevo Pueblo de Dios. La lucha por la vida se va abriendo a través de nuevos campos. El hombre nuevo cristiano asimila nuevas formas vitales en nuestra personalidad. Y nos tenemos que ir haciendo cada vez más cercanos en Cristo.
La ley de la vida cósmica, con el retorno de la primavera, se convierte en ley de la historia de la salvación, con el progresivo crecimiento y revitalización del Cuerpo Eclesial de Cristo, que desde el día de la Ascensión hasta el retorno de Cristo, tiene un programa de maduración que se va haciendo historia en cada uno de sus miembros. Por eso la Iglesia nos invita a mirar con ojos nuevos nuestra vida: miren que realizo algo nuevo, ya está brotando, ¿no lo notan? (V Domingo de Cuaresma).
Porque de Pascua en Pascua vamos caminando con confianza y seriedad hacia el paso último que nos debe introducir para siempre en Cristo. La vida habrá sido una gran Cuaresma para una gran Pascua. Un entrenamiento decisivo, una Mistagogia de Iniciación para la Pascua que nunca acabará. De este modo, celebrando con sinceridad el misterio de esta Pascua, podremos pasar un día a la Pascua que no acaba (Prefacio I de Cuaresma).
La pandemia no nos puede detener, menos frenar. No podemos acobardarnos y replegarnos, más bien, despojados de las ataduras y lienzos, asumamos nuestra condición de Ministros y caminemos confiados.
Seguimos a Nuestro Señor Jesucristo que nos acompaña a través del Espíritu Santo, María como buena Madre, intercede por nosotros.
Este año San José tiene una relevancia muy especial, somos un Presbiterio al cual se le acaban de integrar nuevos miembros para rejuvenecerlo y animarlo en el caminar, preparémonos pues para el gran combate, que la pandemia no nos detenga.