Diana Adriano
El próximo 11 de febrero, la Iglesia celebrará la Jornada Mundial del Enfermo bajo el lema “La esperanza no defrauda (Rm 5,5), es más, nos hace fuertes en la tribulación”, tal y como lo cita el título del mensaje del Papa Francisco para la ocasión. En este marco, Teodora Epardo Velázquez, servidora de la parroquia Santísimo Sacramento, compartió su testimonio de fe y servicio en medio de su lucha contra el cáncer de mama.
Desde 2018, Teodora ha servido en su comunidad parroquial, primero en la adoración al Santísimo, luego como lectora y más recientemente como ministra extraordinaria de la Sagrada Comunión. A pesar de que aún no ha entrado en remisión de su enfermedad, encuentra fortaleza en su misión de llevar la Eucaristía a quienes no pueden asistir a misa.
“El Señor me ha sostenido y me ha mantenido aquí. Pocos son los días en los que no puedo levantarme, pero regularmente Él me concede la fuerza para ir a visitar a los enfermos”, asegura sintiéndose “fuerte en la tribulación”, como dice este 2025 el mensaje del papa para los enfermos.
Para Teo -como la cariñosamente la llaman-, su labor no es solo una visita, sino la presencia viva de Cristo en cada hogar y en cada corazón que sufre.
Amor de Dios
La ministra extraordinaria de la Comunión dijo que llevar la Eucaristía a los enfermos no es solo un acto de fe, sino una forma de hacerles sentir el amor de Dios en medio de su sufrimiento.
“Eso es muy importante: que un enfermo se sienta amado por el Señor. Él es quien les da la fortaleza, la paz y, ¿por qué no?, también la alegría. Es una alegría poder recibirlo, aun en medio de la enfermedad, y a mí me satisface compartir con ellos que con Dios todo se puede, y que sin Él no somos nada”, expresó.
A pesar de su propia lucha contra el cáncer de mama, Teo sigue adelante con su misión, viendo en cada enfermo a un miembro más de su familia espiritual.
“Todo lo que tenemos nos lo ha dado Él, y visitar a los enfermos es hacerlos parte de nuestra familia”, afirma con convicción.
No es castigo
A la edad de 24 años, Teo fue diagnosticada por primera vez con cáncer en la matriz, una batalla que logró superar con fe y fortaleza. Años después, la enfermedad volvió a tocar su vida con un diagnóstico de cáncer de mama, pero en lugar de rendirse, encontró en su fe una razón para seguir adelante.
“Antes que nada, es importante aceptar lo que nos toca vivir. Yo no veo la enfermedad como un castigo, sino como un camino para acercarnos más al Señor, para que crezca nuestra esperanza en Él”, señaló.
“El Señor nunca me ha hecho sentir alejada, al contrario, me ha hecho sentir muy amada, y ese mismo amor Dios lo siente por cada uno de los enfermos. Cuando el enfermo se sabe amado, se llena de esperanza”, aseguró.
Para la entrevistada, la enfermedad debe verse como una oportunidad para crecer en la fe y confiar en la promesa de la vida eterna. Es abrazar la cruz con amor, como un camino hacia la paz.
“La muerte no es el fin, sino el principio de una vida hermosa al lado del Señor. A veces no queremos la cruz, queremos solo la gloria, pero cuando aprendemos a abrazarla, nos damos cuenta de que Dios nos da su paz. Él quiere que aprendamos a amar la cruz y a vivir con la esperanza puesta en Él”, reflexionó.
Unidos por la enfermedad
Asimismo, Teo compartió que el haber pasado por momentos difíciles en su salud le ha permitido generar un vínculo especial con los enfermos a los que visita como ministra.
“Cuando ellos saben que tú también has pasado por una situación difícil, eso nos une más. Es como un ‘ella me puede comprender mejor’, y eso nos lleva a estar unidos en la oración”, expresó.
En este sentido, el servicio de Teo va más allá de solamente llevar la Eucaristía, pues más bien ha creado una comunidad de apoyo espiritual en la cual enfermos y ministros se acompañan desde la fe.
“Nos ponemos de acuerdo y oro por ellos, y ellos oran por mí. Si alguna vez no puedo ir a llevar la Comunión por una crisis de dolor, les aviso y me dicen: ‘Estamos en oración por usted’. Y cuando alguno de ellos va a ser operado, yo también doblo rodilla y oro por ellos. Así nos volvemos lo que realmente somos: hermanos en Cristo”, compartió.
Actualmente, la servidora lleva la Comunión a tres personas enfermas: una persona adulta mayor, su hija —quien también ha tenido cirugías y ahora enfrenta su propio proceso de enfermedad— y un señor en tratamiento de hemodiálisis. En cada visita, su testimonio es una presencia de fe y esperanza, recordando que el sufrimiento compartido en oración, se transforma en fortaleza para seguir adelante.
“Yo les puedo decir que se unan a Cristo, que unidos a Él todo lo podemos. Él es nuestra fortaleza y nuestra esperanza, el que nos ama y nos sostiene aún en medio de los dolores más fuertes”, expresó.
Su esposo, enfermo
Además de su propio proceso con el cáncer, Teo compartió otro reto que ha marcado su vida: el diagnóstico de su esposo con un agresivo cáncer en los huesos.
“Fue algo muy impactante para mí. Yo sé que él aún está en el proceso de aceptarlo, y trato de darle la misma esperanza que llevo a los demás.
Le digo: ‘Mira, todos vamos a ser llamados a la presencia de Dios. La única diferencia es que a nosotros nos han dado un diagnóstico, pero al final, todos nos encontraremos con Él. Así que no pienses en el diagnóstico, solo confía en la misericordia de Dios’”, contó.