El arzobispo de Chihuahua ordenó a cinco nuevos sacerdotes y siete nuevos diáconos transitorios.
Cristina Alba/ Notidiócesis
Ha sido proclamada la Palabra. El tiempo terreno se detiene. Silencio, llega un momento eterno, «propio del Espíritu Santo», cuando cada uno de los candidatos, de rodillas, recibe el Don del Señor que ha de configurarlo -también mediante su personal respuesta- con Cristo Jesús:
José Luis Armendáriz Tarango, Manuel Chávez Rodríguez, Roberto Misael Enríquez Botello, Juan Manuel Girón Olivas, José Gerardo Moya Soto, Raymundo Pacheco Guzmán y Joaquín Alberto Romero De la Huerta fueron consagrados diáconos en orden al presbiterado.
Los diáconos César Octavio Juárez Córdova, Luis Ramón Mendoza López, Ricardo Montoya Flores, Lauro Horacio Quiñonez Alvarado y Marlon Alberto Ramírez Salcido recibieron el grado de los presbíteros.
Barro y gloria
El jueves 3 de marzo, en el marco del Jubileo arquidiocesano y del Año de la Misericordia, la Iglesia en Chihuahua celebró la ordenación de siete nuevos diáconos y cinco presbíteros por la imposición de manos y Oración consecratoria del arzobispo Constancio Miranda. Con un Gimnasio Manuel M. Quevedo muy concurrido, inició a las 6 de la tarde la procesión solemne de la Misa entre las notas del Coro Diocesano que introdujo a la Asamblea con el canto «Dios es Fiel», mismo que hace unos días, en el desierto de Ciudad Juárez nos acompañó junto al Papa. Narra este canto la odisea del pueblo que camina al encuentro con Dios por los desiertos de la vida, en donde Cristo -su poderosa y humilde presencia- sigue manifestándose «con nosotros». Lo hizo ese día, donándonos nuevos ministros para servicio del pueblo y santificación de las almas.
Emociona la llegada de los sacerdotes que acompañan la celebración: en ellos lucen, simultáneamente, el barro y la miseria humanos que acrecientan esa gloria de la que son portadores, la de Dios que brilla en su divina misericordia, misericordia incapaz de abandonar a su pueblo.
Ellos no son del mundo
El Arzobispo inciensa el altar. Comienza la Eucaristía. ¡Piedad! ¡Gloria! Oración colecta: «Señor y Dios nuestro, tú eres quien provee de pastores a tu Iglesia; haz que tu Espíritu haga de estos hermanos nuestros ministros dignos del altar y los llene de piedad y fortaleza para anunciar el Evangelio».
Jeremías se hace presente en los jóvenes candidatos, recordando a cada uno que «Desde antes de formarte en el seno materno te conozco». El salmista proclama por ellos: «Tú, Señor, eres mi herencia». Y Pedro, con su primera carta, les conmina: «ámense profundamente unos a otros, porque el amor cubre todos los pecados… Pongan al servicio de los demás los dones que han recibido, como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios… como quien recibe de Dios ese poder, para que Dios sea glorificado en todo». Y culmina la Palabra con la de Jesús orando al Padre: «Eran tuyos y me los diste… Ellos no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. Santifícalos en la verdad». Amén.
¡Eso pedimos a Dios para cada uno de estos nuevos Doce!