Estos son los testimonios de los colaboradores de Colectivo Chopeke, que este año fue reconocido por Periódico Presencia como Discípulos de Jesús…
Ana María Ibarra
LUIS: Acercarse a la realidad social
Luis Contreras, de 22 años de edad, lleva dos años de trabajo en Colectivo Chopeke, al cual se integró gracias a la invitación de Omar Ríos, quien inicialmente convocó a un grupo de jóvenes de la parroquia Nuestra Señora de la Paz para tomar un taller de construcción de casas con pacas de paja.
Este taller y su servicio parroquial envolvieron a Luis en la opción preferencial por los pobres, y lo hicieron involucrarse en la caridad, así como conocer una realidad que nunca había visto.
Servicio lleno de bendiciones
Conciente de que es Dios quien lo ha llamado a este servicio, lamenta que muchos jóvenes vivan como anteriormente él vivía, en una burbuja, lejos de la realidad social de la gente.
Con las enseñanzas de su entonces párroco, el padre Carlos Márquez, Luis aprendió a ver las necesidades del prójimo. Al trabajar en la primera casita se involucró con la gente, tanto con los beneficiarios, como con sus mismos compañeros del Colectivo, motivándolo a continuar.
“Me motiva el agradecimiento de las personas hacia el Colectivo y hacia a Dios. Me motiva mucho que otros jóvenes, los amigos y otras personas nos envolvemos juntos y reflexionamos sobre la realidad de la gente para ayudarlos no sólo desde la pastoral juvenil en la parroquia, sino respondiendo al llamado”, dijo Luis.
Luis agregó que han sido muchas las bendiciones que han llegado a su vida desde que forma parte del Colectivo, por lo que está muy agradecido con Dios.
“Tenía pensado estudiar arquitectura, pero cuando me involucré en el Colectivo me impulsó más a esta carrera para aprender más y poder ayudar con otros métodos”, compartió Luis, quien además ha tomado cursos sobre ecología y construcción.
Jesús cercano
Su servicio en Colectivo Chopeke ha llevado a Luis a encontrarse con un Jesús cercano, en el rostro del pobre que lo invita a continuar en este camino.
“Mi futuro es este, este es el camino que quiero tomar para seguir creciendo y quiero que esto que hago se refleje en mi vida, que no sea solo una etapa en mi vida. Estoy convencido que este es el camino al que Dios me llamó”, afirmó el joven para quien servir a la gente es una prioridad en su vida.
Compartió que incluso su mamá ha comprendido su misión y en ella también se ha reflejado un cambio.
“Mi mamá no vive en Ciudad Juárez, es difícil porque la necesito, pero por la misma opción que tomé vale la pena estar lejos de ella. Está muy orgullosa de mí, sabe que es por Dios y el servicio a la gente. Desde que estoy aquí su vida ha sido muy sencilla y su cambio se ve reflejado cuando me habla y en sus publicaciones en las redes”, dijo.
Luis invitó a los jóvenes a ser más solidarios y salir de su burbuja.
“Vivimos en realidades diferentes, con otros intereses y para salir de esa burbuja hay que buscar la caridad y ser más solidarios. La solidaridad es la que puede hacer un cambio en nuestro entorno”, finalizó.
KARLA: Dejó su descanso para construir casas
Con tan solo 17 años de edad, Karla Luna, estudiante de preparatoria, descubrió en el servicio parroquial una manera distinta de pasar sus fines de semana, construyendo casas de barro para familias necesitadas, algo que nunca imaginó y que hoy la llena de satisfacción.
Cambió su vida
Hace seis meses Karla comenzó a participar con el Colectivo Chopeke en la construcción de casas, ya que se encontraba en al grupo de formación en Nuestra Señora de la Paz y como parte de su servicio fue invitada a iniciar la sexta construcción de Chopeke.
“Cuando terminé el curso seguí yendo algunas veces, Luis Contreras fue mi coordinador en formación y él me invitaba a continuar. Comencé a asistir todos los sábados. Me gusta mucho hacer esto”, dijo Karla.
Durante este tiempo la vida de Karla cambió y, dijo, comenzó a ver la vida de manera diferente.
“Por lo general los sábados a las 8 de la mañana todavía estaba dormida y ellos estaban construyendo un hogar para gente que lo necesitaba. Me gusta mucho lo que estoy haciendo, nunca imaginé que podía hacer con mis manos una casa para personas que lo necesitan y ahora tienen dónde vivir, un hogar”, dijo satisfecha.
Convencida de que este es un grano de arena para hacer la diferencia en la sociedad, Karla dijo que hace con mucho amor su servicio.
Se integrará definitivamente
Aunque a sus amigos el servicio que hace “les da flojera”, a Karla no le importa, ni se arrepiente de no ir de fiesta con ellos.
“A mis papás les preocupa porque ando lejos y no saben a qué hora voy a llegar, pero me apoyan, saben que este es el servicio que me gusta y que quiero seguir haciendo. Cuando termine mi curso de formación espiritual finalmente formaré parte del Colectivo Chopeke”, dijo emocionada.
E invitó: “Jóvenes, vengan, vean, participen y conozcan lo que se hace aquí, es una forma muy bonita de pasar los sábados, y a veces los domingos, es bonito hacer algo bueno por la comunidad, tenemos mucho tiempo libre y hay que aprovecharlo”.
OMAR ALEJANDRO: Un cansancio que le da satisfacción
Siendo servidor del grupo “Guerreros de la Paz”, de la parroquia Nuestra Señora de la Paz, Omar Alejandro García, de 21 años de edad, inició con el Colectivo Chopeke la construcción de la primera casa en la colonia Tarahumara del Kilómetro 33, hace dos años y medio. Lo consideró un servicio social, pero también evangélico, por ello permaneció en el proyecto.
A pesar del cansancio físico, en este tiempo Omar no ha dejado de asistir a las construcciones de Colectivo Chopeke, pues le motiva ver la alegría de la gente al tener una casa.
Y a pesar de que el grupo de colaboradores en la construcción se fue reduciendo, para los colaboradores que perseveraron el servicio se hizo más personal y el Colectivo Chopeke se convirtió en una comunidad que trajo a Omar Alejandro la satisfacción de ver a una familia feliz.
“Conocer a las familias, enseñarles cómo mantener la casita, relacionarnos con ellos, tener una amistad me hace sentir muy feliz. Sentir el cansancio, regresar a mi casa, comer con mi familia y descansar, me hace saber que ese dolor me lo gané por amor a Dios y a mis hermanos”, expresó Omar Alejandro.
Conforme pasa el tiempo, el joven sigue motivándose para continuar en cada experiencia que le deja el lugar y la familia que visita.
“Esas personas que nos dan las gracias, que lloran, que cuando nos encuentran nos saludan, esas experiencias son las que me impulsan a seguir viniendo a pesar del cansancio. Como todo proyecto hay días que me siento cansado, con preocupaciones y ocupaciones, pero siempre está ese impulso de saber que hay una familia a la que podemos ayudar con una casita que no se gotea”, dijo.
Jóvenes en acción
“Somos un grupo de chavos y un arquitecto que no tenemos grandes coches ni mucho dinero, no tenemos nada que ofrecer más que nuestro trabajo físico y nuestro tiempo por Dios y por esas personas que dan sus sueños y su vida entera por su familia”, afirmó Omar Alejandro.
El entrevistado considera que los jóvenes hoy en día son muy afortunados, pues Dios les da lo que necesitan todos los días, por lo que invitó a la juventud a reflexionar qué están dando por los demás.
“Como jóvenes ponemos muchas escusas. Al final de la vida Dios no me va a pedir la tarea ni una licenciatura, que es algo bueno y es lo que busco, pero más que nada Dios va a preguntar cuánto amor dí, cuanto me dí por los demás, cuanto me dí por Él. Muchas veces damos temas en las parroquias, hacemos oración, lloramos, pero eso no sirve de nada si no nos lleva a la acción”, finalizó.