Obras de Misericordia: Una luz de esperanza para migrantes
Ana María Ibarra
La Pascua, además de celebrar la Resurrección de Jesús, es un tiempo propicio para hacer el bien, así como Él lo hizo.
Una manera de realizarlo es a través de las obras de misericordia, que sin duda en la diócesis se hacen presentes de muchas formas.
Hoy, en la Fiesta de la Divina Misericordia, presentamos las variadas formas de misericordia que se han hecho presentes en Ciudad Juárez, ante la llegada de miles de migrantes que hoy están varados en su camino rumbo al “Sueño americano”.
Sepultar a los muertos
Una sepultura digna merece todo ser humano y después de una muerte dolorosa como la que encontraron los más de 30 migrantes fallecidos en el incendio ocurrido en el
Instituto Nacional de Migración, es lo menos que se les puede ofrecer a ellos y a sus familiares, quienes tienen derecho a vivir su duelo sabiendo que el cuerpo de su familiar está en su Tierra.
Consciente de esto, el padre Javier Calvillo, coordinador de la Pastoral de Movilidad Humana en la diócesis, fue el enlace con la Funeraria Perches, empresa que se está encargando de preparar y entregar los cuerpos a la Guardia Nacional para su traslado a sus países de origen.
“Ante la muerte no hay nada que se pueda hacer, nos duele, pero la manera de morir marca a la familia. Estos hermanos murieron en un incendio, en otro país, y hay que buscar a sus familiares e iniciar el protocolo para identificarlos y buscar la manera de trasladar los cuerpos. Cuando sucedió el incendió recibí cuatro llamadas de instituciones que ofrecieron su apoyo en lo que fuera necesario, uno de ellos fue el gerente de Perches”, compartió el padre Javier.
El sacerdote señaló que tanto las familias como los migrantes que se encuentran en Ciudad Juárez viven una agonía espiritual por la falta de información y atención de parte del gobierno de México y de los consulados de su país de origen.
“Darles una sepultura digna es lo más crítico, porque está la duda de si es o no el familiar. El señor Salvador Perches, es una persona de buena voluntad, está ayudando para que estas familias tengan un proceso de duelo digno. Y es ejemplo de que, cuando nos unimos, todo puede cambiar a pesar de la muerte y del sufrimiento”, expresó el también director de la Casa del Migrante.
Solidaridad necesaria
Una vez identificados los cuerpos de las citadas víctimas, Perches los preparó hasta donde pudo, lo colocó en un ataúd y lo llevó directo al avión de la Guardia Nacional que salió rumbo a Guatemala el pasado martes 11 de abril.
“Los primeros cuerpos fueron siete y en estos días se entregaron cinco”, compartió el padre Javier.
Añadió que ante la pérdida de estos hermanos migrantes el llamado es a ser solidarios y no darles la espalda.
“Esta realidad nos tiene que ayudar a cambiar el corazón para ser una frontera diferente, ser solidarios. Y si alguien quisiera ayudar con botellas de agua, fruta, pan de dulce, pan para lonches, lo pueden llevar a Catedral, no podemos cerrarnos, cualquiera puede pasar por una situación de migración”, finalizó.
Visitar (ayudar) al enfermo
La salud es un aspecto importante en cada persona, sin embargo, las familias migrantes se ven afectadas tanto en su salud física, como en su salud espiritual y emocional después de la travesía que realizan para llegar a esta frontera.
En este sentido, las religiosas María Antonia Aranda y Maureen, de la Congregación de Hermanas Siervas del Inmaculado Corazón de María apoyan a los migrantes en la cuestión de su salud.
Lo hacen a través de la asociación civil que ellas mismas formaron hace más de diez años: ‘Sembrando Hoy, Cosechando Mañana A.C.’.
“Es importante que estos hermanos y hermanas migrantes tengan buena alimentación e higiene, eso es parte de la salud y en eso los apoyamos, primeramente. Dentro de la organización contratamos a una psicóloga para atender su salud mental. En cuanto a la salud física, al principio que llegaron, nadie los quería atender”, compartió la hermana Antonia.
La negativa de los hospitales para atender a los migrantes, señaló la religiosa, era por falta de documentos, por lo que las religiosas se dieron a la tarea de buscar algunos médicos que de manera voluntaria los atiendan.
“Gracias a Dios algunos médicos, como el doctor Sergio Cuellar, los atienden incondicionalmente. Él nos apoya con todos los migrantes que nosotros llevamos. No teníamos dinero para los medicamentos, pero a través de la congregación, la asociación y la comunidad de Jesús Obrero, especialmente la capilla Santa Elena, pudimos obtener recursos”, señaló.
Fue también con el apoyo de la parroquia San Francisco de Asís que las hermanas lograron atender esta necesidad básica de la población migrante.
“Un médico internista de Médica Sur nos ha apoyado también, ahí logramos que algunas personas pudieran ser diagnosticadas ante necesidad de cirugía. Tuvimos que gestionar en hospitales como el General o el de la Mujer para que no les cobraran las cirugías. Fue muy difícil este proceso”, puntualizó la religiosa.
En la actualidad el gobierno ha entendido que los migrantes tienen ese derecho a la salud y ya no les piden documentos de identificación, incluso en el Centro de salud Todos somos mexicanos ya los atienden.
Sin embargo, otro problema es la posibilidad de que ellos mismos puedan surtir sus recetas.
“Muchas veces cuando nosotros los atendemos ya se encuentran en estado crítico. Hay desnutrición, el clima les afecta mucho. Nuestra atención es desde la parte humana, pero también el dialogar con ellos para que aprendan a cuidar su salud. Jesús primero les daba la salud para dignificar a la persona”, recordó.
Salud mental y espiritual
La salud mental es otro aspecto que se atiende ya que después de todo lo que padecen en el trayecto se encuentran traumatizados.
“Ellos padecen abuso, desprecio, rechazo, secuestros, y se tiene que hacer un trabajo especializado», reiteró.
Agregó que cuando sanan las personas, religiosas y asociación continúa con el siguiente caso.
«Esa parte de la misericordia que Jesús ve en el mudo, en el sordo, en el paralítico es la misma situación de los migrantes. Duele verlos decaídos, por eso buscamos que estén sanos para que sigan su camino. Si tuviéramos un lugar ahí tendríamos al médico y a la psicóloga para no tener que andar trasladando».
Por otra parte, habló de la sanación espiritual, también necesaria.
«Ellos necesitan encontrarse con Dios salvador y sanador, eso les permite tener fe y esperanza. Esta ayuda la damos a través de nuestra pastoral en la capilla Santa Elena. Los invitamos de una manera ecuménica. Hay una migrante en nuestra casa que es evangélica y participó en las actividades de Semana Santa. Ella compartió que de esta manera se encontró con Dios relacionándose con la comunidad», compartió.
Para saber…
Para continuar con esta labor se requiere medicamento y trabajadores de la salud que deseen ofrecer su tiempo y servicio.
Contacto: Tel . 656 201 4729
Enseñar al que no sabe
Esta obra de misericordia se hace realidad con mujeres migrantes que llegan a uno de los albergues católicos en la localidad, donde les ayudan a capacitarse para la vida.
Los directivos de ese albergue tuvieron a bien buscar voluntarios que ofrecieran sus conocimientos para impartir talleres a estas mujeres.
«Ellas van de paso y no sabemos si a donde se dirigen encontrarán pronto un trabajo. Por eso se pensó en ofrecerles diferentes talleres que pueden ser de gran ayuda para obtener recursos, incluso desde su casa. Si aprenden a hacer pasteles o bisutería pueden vender eso que hacen, o servicios de maquillaje. Todo esto es para el bien de sus familias», compartió la hermana Cecilia López, de la congregación Nuestra Señora de la Caridad del Buen Pastor.
Por su parte, Roberto Baca, co-director del albergue añadió que con este servicio se busca responder al llamado del Papa Francisco: proteger, acoger, integrar y promover.
«También aprovechamos para ayudar a que alcancen estabilidad emocional llegan con sus emociones muy débiles. Desarrollar estas actividades las ayuda a estar estables», dijo Roberto.
Entre los talleres que se han ofrecido en Casa Eudes están pastelería, bisutería, estampado de telas a base de flores naturales, huertos urbanos, círculos de paz para estabilidad social, y de integración y convivencia como fútbol.
«Estamos por iniciar diplomados con entrega de documentos que avalen su preparación y que serán válidos en México y Estados Unidos, esto a través de una organización extranjera», compartió Roberto. Los talleres también han ayudado a que las mujeres se integren en la comunidad, a pesar de ser de diferentes culturas y costumbres.
«Son dinámicas integradoras que ayudan a bajar su ansiedad. También vienen maestras voluntarias a atender a los niños con algunas materias escolares básicas», añadió.
Cada experiencia deja en los directivos y colaboradores grandes riquezas y ganas de seguir adelante.
«El primer taller nos dejó satisfechos al ver a las mujeres que compartían con sus familias fotos de lo aprendido. Hicimos una graduación y con la gran alegría que vimos en ellas, supimos que no estamos equivocados con este proyecto», dijo Roberto.
«Todos hemos vivido la experiencia de ser migrantes y debemos mirarlos desde la mirada de Dios. Jsucristo se hizo migrante y bajó hasta nosotros para enseñarnos lo que es la compasión y la misericordia y si podemos ayudar, hay que hacerlo», agregó Cecilia.