Elegir un nombre para los hijos es una tarea importante y delicada desde varios puntos de vista, pero desde el punto de vista de la fe es trascendental. Sacerdote nos explica por qué…
Pbro. Armando Benavides/ Párroco de Santo Niño de Atocha
Uno de los detalles de las historias bíblicas que más me ha llamado la atención ha sido cuando Dios les cambia los nombres a los personajes, como en el caso de Abram, que le cambia el nombre por Abraham, que significa “padre de muchos” (ver Gn 17,5). Dándonos a entender que el nombre es algo importante en el ser de una persona y que Dios cambia el nombre porque transforma la vida y la misión de la persona. Que hay un porqué en la elección del nombre, que se relaciona con su significado y con la intención de quien pone el nombre.
Un episodio muy importante en la Biblia es el texto de Ex 3,11s., cuando Moisés pregunta a Dios cuál es su nombre. Este es un pasaje que presenta el enigma del nombre divino. Cuando Moisés le dice a Dios: “Con seguridad me preguntarán ¿cuál es su nombre?” para poderle decir al pueblo al quien le envía.
Raíz hebrea
Parece que Dios le revela y a la vez le esconde su nombre a Moisés. Algunos estudiosos interpretan este hecho arguyendo que el nombre de Dios es algo tan sagrado que no se puede poseer, porque no se puede poseer a Dios. Dios le responde a Moisés: “Yo soy el que soy… Yo soy me ha enviado a ustedes”. En hebreo este nombre está formado por cuatro letras, por eso se le dice el tetragrama sagrado “YHWH”, y es tan sagrado, que los hebreos no se sentían dignos de pronunciarlo siquiera. Cuando se topaban con ese nombre en la lectura, en vez de leerlo literalmente, pronunciaban otro nombre atribuido a Dios como “Adonai”, que significa “Señor”.
En fin, la revelación enigmática del nombre de Dios a Moisés como “Yo soy el que soy”, lejos de ser una afirmación meramente abstracta o filosófica del ser, pudiera entenderse en un sentido salvífico: “Yo soy o estoy aquí para salvarles”. Esa misma raíz hebrea es la que se contiene en el nombre de Jesús, el Hijo de Dios hecho hombre, que puede significar “Dios o Yahveh salva”. Porque Jesús es el salvador del mundo, enviado por Dios Padre y ungido por el Espíritu, para salvarnos y transformarnos en creaturas nuevas, hijos de Dios.
La importancia del nombre
Hemos escuchado en estos días de Navidad, cómo san José fue instruido por el Ángel del Señor: “tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados” (Mt.1,21). En el evangelio de Lucas es María, la madre de Jesús la que es instruída por el ángel Gabriel: “darás a luz a un hijo, al que le pondrás el nombre de ‘Jesús’” (Lc 1,31).
Elegir un nombre para los hijos es pues una tarea importante y delicada desde varios puntos de vista, pero desde el punto de vista de la fe es trascendental.
Me quedé muy sorprendido por la explicación tan elocuente que ofrece el Catecismo de la Iglesia Católica en el núm. 2156 al respecto: “El sacramento del Bautismo es conferido en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo. En el bautismo, el nombre del Señor santifica al hombre, y el cristiano recibe su nombre en la Iglesia. Puede ser el nombre de un santo, es decir, de un discípulo que vivió una vida de fidelidad ejemplar a su Señor. Al ser puesto bajo el patrocinio de un santo, se ofrece al cristiano un modelo de caridad y se le asegura su intercesión. El “nombre de bautismo” puede expresar también un misterio cristiano o una virtud cristiana”. Y luego cita al Código de Derecho Canónico c.855 que indica: “Procuren los padres, los padrinos y el párroco que no se imponga un nombre ajeno al sentir cristiano”.
Carácter sagrado
De una manera magistral, el Catecismo explica y resume estas enseñanzas sobre el nombre que llevamos los cristianos, especialmente al afirmar que el nombre de Dios nos santifica y le da a nuestro nombre un carácter sagrado. Cita además al profeta Isaías (43,1) y al evangelio de Juan (10,3) y nos recuerda que Dios llama a cada uno por su nombre, es decir, conoce nuestro carácter personal, nuestra manera de ser, nos ama como creación suya de amor y nos elige para dar frutos de santidad.
El n. 2158 añade: “El nombre de todo hombre es sagrado. El nombre es la imagen de la persona. Exige respeto en señal de la dignidad del que lo lleva”. Y en el n.2159 nos recuerda que nuestros nombre están escritos en el libro de la vida, a la vez que llevamos el nombre de Dios grabado en el corazón y en la frente. “El nombre recibido es un nombre de eternidad. En el reino de Dios, el carácter misterioso y único de cada persona marcada con el nombre de Dios brillará a plena luz”. Menciona el texto de Ap. 2,17: “Al vencedor, le daré una piedrecita blanca, y grabado en la piedrecita, un nombre nuevo que nadie conoce, sino el que lo recibe”. Después agrega el pasaje de Ap. 14,1: “Miré entonces y había un Cordero, que estaba en pie sobre el monte Sión, y con él ciento cuarenta cuatro mil, que llevaban escrito en la frente el nombre del Cordero y el nombre de su Padre”.
Una tarea muy importante
Elegir el nombre para los recién nacidos es pues una tarea importante y que puede traer huellas que trasciendan en la vida de la persona, conforme vaya creciendo.
Recuerdo con gusto cómo un joven que me compartía en una ocasión algunos detalles de la historia de su vida, y me comentaba que llevaba por segundo nombre “Guadalupe”, ya que su nacimiento fue difícil, producto de un embarazo que se complicó. Su madre le encomendó su bebé a la Santísima Virgen de Guadalupe, y como señal de agradecimiento y en una cierta consagración, le puso ese nombre al niño. Él me comentaba que eso es una de las cosas que dejaron una marca muy importante y positiva en su vida.
Cuidado con el nombre
Por otro lado, hacer una mala elección del nombre, puede perjudicar a la persona, hasta tal punto, que hay personas que les disgusta verdaderamente que les llamen por su nombre o experimentan burlas por ello, especialmente cuando son nombres que pueden ser feos u ofensivos.
Lo mejor sería discernir bien la decisión del nombre que se impone, que conlleve el amor y el respeto de la familia, la dignidad de la persona como ser único e irrepetible, y sobre todo, el sentido de la persona como hijo o hija amados de Dios. Podemos ver así el profundo significado del día del bautismo cuando se recibe a los padres del niño y a los presentes con estas palabras: “Hermanos: con gozo han vivido ustedes en el seno de su familia, el nacimiento de un niño (a). Con gozo vienen ahora a la Iglesia a dar gracias a Dios y a celebrar el nuevo y definitivo nacimiento por el Bautismo”. Después el celebrante les pregunta a los papás: ¿Qué nombre quieren darle ustedes a su hijo (a)?… ¡Qué momento tan significativo, cuando los padres agradecidos y orgullosos de sus hijos, mencionan su nombre, por el cual serán reconocidos a través del tiempo y las circunstancias!
Frase…
¡Qué momento tan significativo, cuando los padres agradecidos y orgullosos de sus hijos, mencionan su nombre, por el cual serán reconocidos a través del tiempo y las circunstancias!
Los nombres de Dios
YHWH: Yo soy
ADONAI: Señor
ABBA: Padre
JESUS: Dios salva
RUAH o SPIRITO: Soplo