El Papa escuchó los testimonios de tres víctimas del triple desastre que sacudió Japón en el 2011, el terremoto, el tsunami y el accidente nuclear, que afectó a todo el Japón y a sus ciudadanos.
El Santo Padre oró por todas las víctimas, por las más de dieciocho mil personas que perdieron la vida, por sus familiares y por los que aún están desaparecidos.
Y agradeció desde el centro de conferencias de Bellesalle Hanzomon, el esfuerzo de los gobiernos locales, organizaciones y personas que trabajan en la reconstrucción de las áreas donde ocurrieron los desastres y para aliviar la situación de las más de cincuenta mil personas que fueron evacuadas, actualmente en viviendas temporales, sin poder aún regresar a sus hogares.
Que se unan los corazones y formen uno sólo
En el trabajo continuo de recuperación y reconstrucción después del triple desastre, muchas manos deben juntarse y muchos corazones deben unirse como si fueran uno solo. De esta manera, dijo, los que han sufrido recibirán apoyo y sabrán que no han sido olvidados. Sabrán que muchas personas, activa y efectivamente, comparten su dolor y continuarán extendiendo una mano fraterna para ayudar.
Los testimonios de las tres víctimas representan a todos los que han sufrido de manera tan grande a causa del triple desastre, expresaron la tristeza y el dolor sufrido por tantas personas, pero también la esperanza abierta a un futuro mejor. Y mencionó las palabras de uno de los testimonios:
“Agradezco de modo especial, como bien lo señaló Toshiko, la rapidez con que muchas personas, no sólo de Japón sino de todo el mundo, se movilizaron inmediatamente después de los desastres, para apoyar a las víctimas con la oración y la ayuda material y financiera. Una acción que no puede perderse en el tiempo y desaparecer después del shock inicial, sino que debemos perpetuar y sostener. E hizo un llamamiento a todas las personas de buena voluntad para que las víctimas de estas tragedias sigan recibiendo la ayuda que tanto necesitan.
Necesitan dijo el Papa, recursos básicos: alimentos, ropa y refugio, sin ello, no es posible llevar adelante una vida digna y tener lo mínimo necesario para poder lograr una reconstrucción, que reclama a su vez la necesidad de experimentar la solidaridad y el apoyo de una comunidad. Nadie se “reconstruye” solo, nadie puede volver a empezar solo. Es imprescindible encontrar una mano amiga, una mano hermana, capaz de ayudar a levantar no sólo la ciudad, sino la mirada y la esperanza.
Francisco invita a avanzar cada día en la construcción del futuro
Ocho años después del triple desastre, Japón ha demostrado cómo un pueblo puede unirse en solidaridad, paciencia, perseverancia y resistencia. El camino hacia una recuperación completa puede ser todavía largo, pero es siempre posible si cuenta con el alma de este pueblo capaz de movilizarse para socorrerse y ayudarse. La invitación de Francisco: “los invito a avanzar cada día, poco a poco, para construir el futuro basado en la solidaridad y el compromiso de unos por otros, por ustedes, sus hijos y nietos, y por las generaciones venideras”.
Ante los problemas como las guerras, refugiados, disparidades económicas y desafíos ambientales, dijo que hay que trabajar y caminar hacia una cultura capaz de combatir la indiferencia. Uno de los males que más nos afectan versa en la cultura de la indiferencia.
“Urge movilizarnos para ayudar a tomar conciencia de que, si un miembro de nuestra familia sufre, todos sufrimos con él; porque no se alcanza la interconexión si no se cultiva la sabiduría de la pertenencia, única capaz de asumir los problemas y las soluciones de manera global. Nos pertenecemos los unos a los otros”.
Las secuelas del accidente nuclear de Daiichi
El accidente nuclear de Daiichi en Fukushima, además de las preocupaciones científicas o médicas, también urge el inmenso trabajo para restaurar el tejido de la sociedad. Hasta que se restablezcan los lazos sociales en las comunidades locales y las personas tengan de nuevo una vida segura y estable, afirmó el Pontífice, el accidente de Fukushima no se resolverá por completo. Lo cual implica, a su vez la preocupación por el uso continuo de la energía nuclear, y pidieron la abolición de las centrales nucleares.
“Nuestra era siente la tentación de hacer del progreso tecnológico la medida del progreso humano. Este “paradigma tecnocrático” de progreso y desarrollo modela la vida de las personas y el funcionamiento de la sociedad y, a menudo, conduce a un reduccionismo que afecta a todos los ámbitos de nuestras sociedades. Por tanto, es importante, en momentos como este, hacer una pausa y reflexionar sobre quiénes somos y, quizás de manera más crítica, quiénes queremos ser. ¿Qué clase de mundo, qué clase de legado queremos dejar a los que vendrán después de nosotros?
La sabiduría y la experiencia de los ancianos, unidas al celo y al entusiasmo de los jóvenes, dijo por último, pueden ayudar a forjar una visión diferente, una visión que ayude a mirar con reverencia el don de la vida y la solidaridad con nuestros hermanos y hermanas en la única, multiétnica y multicultural familia humana.